Las pruebas lo demuestran. Sólo se quería la foto. Política de
foto, de impacto, de propaganda. Miserable utilización de las víctimas en un escenario
electoral. Sin visión de estado. Sin
responsabilidad. Sin escrúpulos.
Vino Rajoy a Vitoria-Gasteiz a poner “la primera piedra” del
Memorial de las Víctimas. Y no hubo ni piedra. Porque no hay proyecto. Ni
consenso. Ni interés por compartir ideas. Parafernalia y poco más. En el límite
legal para actos propagandísticos previos a las elecciones locales.
El proceso de paz en Colombia es muy importante. Y el
Gobierno de España con su presidente a la cabeza lo respalda. Está muy bien
coadyuvar a que los conflictos armados desaparezcan en el mundo y que sus
consecuencias se mitiguen en aras a la
paz y a la reconciliación.
Pero lo que vale para allí, no tiene cabida aquí. Más cerca.
Donde el presidente español puede hacer
cosas de verdad. Política de Estado con mayúsculas que arrastra por los suelos.
Aquí, todo es pose y
publicidad casposa. Hasta las invitaciones para el acto del pasado martes
fueron un despropósito. El Ministro de Interior el anfitrión de un evento en el
que sólo brillaron los amigos.
Ministros, peperos, Maroto y el de la moto.
Y , del proyecto del “Memorial” ¿que queda?. No ha quedado
ni la placa que descubriera Mariano. Desapareció apenas pasadas unas horas del
edificio del Banco de España en la gasteiztarra calle Olaguibel.
El Delegado Carlos Urquijo, tan ávido para otros menesteres,
fue el encargado de situar el distinto en la pared. Lo hizo, como él
acostumbra. Monoidiomática. Sin respetar la oficialidad de las dos lenguas de la comunidad. Bueno ,
por no respetar, ni tan siquiera insertó el nombre oficial de la capital
alavesa. Solamente “Vitoria” en lugar de “Vitoria-Gasteiz”.
Así que la chapa que con tanta pompa y boato descubrió
Mariano, fuera retirada unas horas más
tarde. Un señor de buzo, sin protocolo ni cámaras de televisión, tiró de
destornillador y la placa a la
basura. Pero el objetivo estaba cubierto. El minuto de gloria
y el “pildorazo informativo” habían sido satisfactorios.
El Lehendakari Urkullu, presente en aquel montaje –sólo hubiera faltado que no
se le hubiera invitado- ya señaló con
acierto que el nuevo tiempo que vivimos en Euskadi nos ofrece una oportunidad
para consolidar la paz y fortalecer la convivencia y ello “nos demanda altura
de miras y poner en común una política de Estado porque no es suficiente con
coexistir sino que es necesario convivir”. Pero Rajoy, que había venido a la
foto, siguió ignorando las palabras del
presidente vasco, ajeno a la reflexión,
a la demanda de toda una sociedad que le exige responsabilidad y no pose.
Ya lo dijo Cicerón; “Quosque tandem, abutere patientia
nostra?”. Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia?.
Nada esperemos de políticos mediocres. Nuestros problemas no
se solventarán por su acción u omisión. Ni ahora ni luego.
Nuestra suerte, la de nuestro pueblo, sus angustias y sus
satisfacciones dependerá de nuestros propios actos. Sobre todo en la consecución de una
convivencia normalizada que relegue y cierre la página de años de zozobra.
Quien crea que la superación de las consecuencias provocadas
por decenios de prácticas violentas vendrá de una negociación entre partes se
equivoca. No porque el diálogo sea
inútil o porque el gobierno español de hoy –y el de mañana- no se sientan concernidos en proceso
resolutivo alguno. Sino porque, además, el escenario global ha cambiado
sustancialmente.
El día que el terrorismo internacional atentó contra las torres gemelas, ETA o
cualquier otra expresión armada recibió su sentencia definitiva. Aunque sus dirigentes tardaron en
persuadirse de que su fin estaba ya escrito.
De la misma manera, hoy, con el repunte de la amenaza
yihadista en el corazón de occidente, nadie
espera que los estados o los resortes de poder de estos, relajen sus garantías judiciales o procesales en casos vinculados con estructuras que hayan
tenido que ver con el terrorismo o con prácticas violentas. Aunque éstas estén
ya superadas, desactivadas o hayan cesado definitivamente en su actividad.
El concepto de seguridad, de rigidez penal se ha impuesto
por encima de otras consideraciones. Si a eso se le suma el convencimiento de
que al gobierno español sólo le interesa ETA y sus secuelas como referencia victoriosa
de un conflicto imaginario, con nuevas acciones policiales y judiciales
mediáticas, convendremos en pensar que lo inteligente para la propia ETA y para su
militancia es acabar, cuanto antes, por
sí misma y de la mejor manera posible, con su agonía.
No hacerlo, condenará a su base social y militante a seguir
mirando al calendario sin un final previsible. Sin un horizonte en el que sus
apreturas y sus angustias puedan, al fin, encontrar una salida.
De ahí que la unilateralidad de los pasos a seguir dando
resulte trascendente. Unilateralidad no significa soledad pues si los pasos son
firmes, veraces, constatables y decididos, podrán ser acompañados. Máxime
cuando el conjunto de la sociedad vasca tiene ya asumida la necesidad de un
tiempo nuevo y está instalada –antes que los propios partidos políticos- en ese
nuevo capítulo. Para empezar un nuevo libro, una nueva historia se requiere
finalizar el anterior con fundamento y aplomo. ¿Cómo entrar a acometer nuevos
desafíos si no somos capaces de encauzar y sellar los inmediatamente
anteriores?.
Lo que en nada ayuda a esta tarea es caer en la permanente tentación de convertir
la acción política en una foto. Como Rajoy, pero en sentido inverso. Llevar una protesta al Parlamento tiene toda
la lógica política y democrática. Pero no como esperpento de espectáculo de
pasquín y encartelada. La Cámara legislativa es la casa de la palabra y es
precisamente allí donde la voz, con respeto y educación, debe saber interpretar
las ideas de cada cual.
Pocos dudan de que las últimas actuaciones policiales,
dirigidas por mandamiento judicial, contra el entorno de los presos vascos, tengan
una evidente motivación escénica. Porque si la justicia investiga unos
presuntos indicios delictivos llevados a cabo por ciudadanos que ni se esconden
ni se encuentran en paradero desconocido, sobra el montaje excepcional de
redada y operativo de seguridad propio de otros tiempos.
Primero fue “jaque”, luego “mate” y ahora “pastor”, operaciones
continuadas de una partida de ajedrez que fueron dispuestas como caja de
resonancia mediática de la batalla artificial que desde el Ministerio de
Interior español se mantiene frente a un terrorismo que ya no existe. Es la
añoranza por presentar derrotado, una y
otra vez, a quien desde hace tres año ha
claudicado y renunciado a su estrategia.
Denunciar la utilización fetiche que se hace de la “firmeza antiterrorista”
por entorpecer la convivencia democrática, por la vulneración de los
procedimientos procesales o por convertir la defensa de la seguridad y de los
derechos humanos en un espectáculo, es un ejercicio legítimo que merece todo el
respeto. Pero, una cosa es eso y otra muy distinta convertir dicha protesta en
un circo parlamentario.
Nadie niega a la Izquierda Abertzale
o a quien sea, su derecho a la
protesta. O a expresar
libremente sus argumentos. Lo que no puede ser es que en el ejercicio de tales derechos se pretenda convertir a la institución donde
está residenciada la voluntad popular en la “casa de tócame roque”.
Volver al pasado de los carteles, o en su peor imagen, a la
“cal “sobre los escaños, no es lo que esperamos de la Izquierda Abertzale.
Esperamos seriedad. La seriedad que otros tampoco demuestran.
Los de las primeras piedras de proyectos inexistentes.
Avanzar en los ámbitos de paz y convivencia para esta
sociedad nos exige, a todos, compromiso
y decisión para acometer pasos eficaces y decididos en la superación de un
pasado que debe ser cerrado y para abrir nuevas oportunidades de concordia y
respeto colectivo. Y, para ello, deberemos renunciar a la política espectáculo,
a hablar y contestar por los medios de comunicación porque en ese diálogo
siempre se prima la diferencia y no el consenso.
Es el momento de centrarnos. El momento de más pan y menos
circo.
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