viernes, 19 de junio de 2015

“ESTO TENDRÁ SUS CONSECUENCIAS”

Jesus Mari  era un tipo genial. Nos dejó tempranamente hace unos años. Pero su entereza, aplomo y sentido del humor, me hacen recordarlo muchas veces. Y en él pensé cuando conocí los resultados electorales  en Sestao y la mayoría absoluta obtenida por la candidatura del PNV.  También unos días más tarde, cuando por televisión vi al subdelegado del gobierno en Araba hacer una “peineta” y llamar “hijosdeputa” a quienes se manifestaban reclamando el relevo de Maroto de la alcaldía.

Para Jesus Mari, “hijoputa” no era un insulto grave. “Las madres –decía- no tienen la culpa de lo que son sus hijos. Además, `hijoputas´ hay muchos. Cuando está nublado es porque  los `hijoputas´ están volando y no dejan ver el sol. Cuando este brilla es que se encuentran en el suelo y entonces están activos”. Además, Jesus Mari, identificaba una variedad  singular en estos especímenes. Eran los `nietoputas´, es decir `hijoputas´ con pedigrí.. “Que me digan `hijoputa´, pase –solía decir-. Pero que no me llamen `vovo´ (sí con “v”),  porque de un guantazo les arranco la cabeza”.

Ironía frente a la grosería. Sentido del humor frente a la dramatización. Ni violencia física ni verbal. Ante todo y sobre todo, respeto. Y mucho sentido común. Porque no se puede, un día, exigir castigo y criminalizar a miles  de personas por silbar un himno en un partido de fútbol para, acto seguido, consentir que un responsable público exhiba tanta obscenidad, como la demostrada por el subdelegado gubernamental de Araba –antiguo Gobernador civil-  sin ser requerido por sus superiores a dimitir. O a ser cesado.

Sea como fuere, algo falla en el sistema cuando el odio, el rencor,  se convierten en motor de la acción política. Y la falta de respeto, la amenaza, el “esto tendrá sus consecuencias” aflora como prioridad en las relaciones personales o colectivas. Mal asunto.

Están desatados. Desde el primero, Mariano Rajoy, que subió a la tribuna del Congreso para abroncar al líder de la oposición –“líder de un partido extremista, de izquierda radical y alejado de la realidad”- hasta el último, Sémper y su cita a la “desvergüenza del PNV”.

Encolerizados. Irascibles. Provocadores y hasta amenazantes. La factura electoral y la pérdida de las posiciones de gobierno aquí y allá, les ha transformado en el “doberman” que popularizara en un video electoral el Partido Socialista.

Lejos queda la candidez de aquel mensaje de la “niña de Rajoy” o el más cercano viaje hacia el centro pretendido ante la irrupción de los “Ciudadanos” de Albert Rivera.
Jesús, cuanta mala leche. Y todo ello en público. A saber lo que se han permitido decir en privado.

Imagínense los sapos y culebras. Las “advertencias” que Alfonso Alonso y otros dirigentes  pudieron cruzar vía telefónica  en los momentos previos al relevo de Maroto en Gasteiz. Las centralitas de Sabin Etxea o de Ajuria Enea habrán reventado por tanto mensaje subido de tono. Que si los puentes están rotos, que si de ahora en adelante la relación será de “menos uno”, o que “arrieros somos”. Génova y La Moncloa a tope de decibelios

Vaya rebote. Lo peor es que las insinuaciones pueden fraguarse en realidad. Sin ir más lejos, fuentes del grupo parlamentario popular  en el Congreso han anunciado ya que retomarán, en el tramo final de la legislatura, su propuesta aparcada de modificar la ley electoral.  Dicen que para que se establezca por normativa que las listas más votadas terminen gobernando.  Pero seguro que detrás hay más disposiciones. Y que están diseñadas a medida. A medida del sopapo que pretendan dar, entre otros, al PNV.

Lo veremos pronto. Porque en el Partido Popular, a tenor de la visceralidad de sus reacciones parecen no haber leído a Sun Tzu, ni tener en cuenta el proverbio que indica que la “venganza es un plato que se sirve frío”.

El tremendo “calentón” de los populares se ha producido en Euskadi, como consecuencia de la elección de Gorka Urtaran como alcalde de Gasteiz y el desplazamiento de Javier Maroto de la presidencia municipal. Es justo reconocer  que situaciones como ésta son difíciles de digerir. Baste recordar la zozobra que en el PNV causó el apartamiento de Ibarretxe de la lehendakaritza tras haber encabezado la lista más votada en las autonómicas de 2009. Apartamiento precisamente provocado por el PP que encumbró a Patxi López.

Aquel movimiento, recordemos, encolerizó entonces al PNV que, en su calentamiento reactivo, también cometió graves errores de visceralidad y exceso contra quienes habían sumado sus votos para fraguar una mayoría. O, de igual manera, se produjo en los comicios  municipales de 2003, cuando, por ejemplo, el PSE, y también el PP formaron alianza  -con la izquierda abertzale fuera del consistorio por ilegalización-  y evitaron la alcaldía del PNV, fuerza política más votada en la localidad.

Otros tiempos sí. Otras circunstancias pero que, se quiera o no, dejaron secuelas y cicatrices.  Pero el hecho de no olvidar lo ocurrido no debe ser argumento  válido para justificar actuaciones presentes. Porque los errores propios y ajenos, no se superan perseverando en el error. Al contrario. De ahí que también el PNV deba reconocer  que algunas de sus reacciones del pasado fueron más allá  del límite de lo razonable. Lección aprendida.

Lo acontecido en Gasteiz no tiene nada que ver ni con el revanchismo  ni con ajustes de cuentas pendientes. Si Maroto no hubiera llevado al extremo su discurso y su estrategia de polarización  contra los colectivos inmigrantes, probablemente, no  hubiéramos asistido a las consecuencias que hoy encolerizan al PP. Si no hubiese tensionado la cuerda hasta romperla con un discurso tan peligroso y tan rentable  en clave electoral,  no se habría producido una fractura que ha llevado a la unidad de acción de toda –toda, lo remarco- la pretendida oposición. Si su estrategia de captar votos se hubiera quedado en la lucha contra el fraude en las prestaciones sociales, estaríamos hablando hoy de otra cosa muy distinta.

Pero no. Conseguido el liderazgo en las urnas, Maroto remachó el clavo y lejos de remansar las aguas desbordadas, insistió en su posición con aquella desafortunada afirmación (más próxima del Frente Nacional que de ningún lado) de “lo primero será Vitoria y los vitorianos”.

La imagen más nítida de la fractura social provocada en Gasteiz, se pudo contemplar en las puertas mismas de la casa consistorial, donde partidarios y detractores de Maroto estuvieron a punto de provocar un estallido de violencia insoportable.

Evitar ese cataclismo fue lo que  provocó lo que despectivamente se llamó “coalición de perdedores”. Perdedores, que todos juntos,  significaban más electores, más votos y más representantes que los que obtenidos por el PP y su cabeza de cartel. Mayoría, extraña sí, pero legítima también.

Queda por delante lo más complicado y no me refiero precisamente a la búsqueda de la estabilidad en la nueva corporación municipal, que harto complicado se presenta. Queda por delante restablecer la convivencia. Deshabilitar el odio y aplicarse en transmitir a la ciudadanía una dosis suficiente de tolerancia y de respeto. Ganar las elecciones no es suficiente. Las elecciones no se ganan para que esté uno u otro en el poder, sino para provocar cambios a mejor en la sociedad. Y Vitoria-Gasteiz necesita ese cambio básico en la convivencia. Que no haya más “hijoputas” ni más “vovos”.

El Partido Popular de aquí y de allí no ha discernido que su situación de aislamiento, su pérdida de influencia generalizada en todas partes  ha sido causada por ellos mismos. Por un lado porque una buena parte de su electorado les ha castigado. Y, por otra, porque sus maneras de  ejercer el poder han hecho que  aliados insolubles entre sí hayan encontrado en la necesidad de ejercer la alternancia un mínimo común denominador para sumar sus dispares fuerzas.

No darse cuenta de ello, acentuar la crispación, recurrir al insulto, a la amenaza, redundará en su soledad y en erigirse en objetivo a ser quitado del medio.

Mucho me temo que el rebote del PP les va a llevar a dispararse en el pie. Y cojos están ya. 

1 comentario:

  1. Esperemos que tenga razón, Burukide. Que los del Pp estén rebotados, personalmente opino, es lo de menos. A cuántas personas, votantes de a pie, serán capaces de rebotar acompasadamente con su discurso retorcido es lo que creo el mayor problema. Sin contar con el ambientecillo que ello puede generar.

    Siempre he pensado que a ese tipo de "trepas" o "conseguidores de objetivos personales" lo mejor era dejarles caer por su propio peso y evitar daños colaterales. Pero en vez de caer, también podria parapetarse en el machito con ese discurso. Así que tampoco está mal que, para variar, a ciertos "trepas" se les diga de una vez: "así no".

    Pufff! Un follón! Y si en vez de Urtaran hubiese sido alcaldesa la candidata de Bildu... no lo quiero ni pensar (conozco a ciert@s Vitorian@s).

    P.D: A ver qué pasa en el Pp ahora que van a entrar en sequía de butacas.

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