No recuerdo bien cómo fue ni por
qué. Pero alguna fechoría debí protagonizar que hizo que el fraile de religión
se agarrara un globo patriótico. Cuando ya desaparecía de su vista, el hermano
marista apretó los puños y me dijo; “Mediavilla, es un usted un desalmado”.
¿Desalmado yo?. Podía haberme calificado de muchas maneras. Un “golfo”, un
“sinvergüenza”…pero ¿”desalmado”?. ¿O sí?.
Mi educación católica me había
llevado a aprender, sin razón científica para ello, que todas las personas teníamos
un alma. Algo inmaterial, que no se podía ver pero que nos hacía diferentes de
los seres irracionales. ¿Y quiénes eran los seres irracionales?. Pues
mayormente los animales. Los perros y los gatos no podían hablar, luego
identifiqué el lenguaje como una capacidad del alma. “Es mucho más –me dijo un
cura-. El alma nos permite pensar, saber lo está bien y mal. Es como una luz
que está dentro de nosotros y que nos guía hacia Dios”.
“Entonces –pregunté- cuando un
perro muerde es porque no piensa, porque no sabe lo que está mal y, ya que va a
ir al infierno, le da igual morder”?. El hermano Jesús, que así se llamaba el
fraile de Caparroso, trató de zanjar la
cuestión. “Los perros muerden porque no tienen alma. Y se acabó la cuestión”. Pero yo, que entonces no me callaba ni debajo
del agua le contesté; “Pues, mi compañero Bitor,-enseñé el brazo donde llevaba
“tatuada” la dentadura de una dentellada de mi socio de pupitre- me ha mordido
porque no le he dado mi bocadillo. Él no
es un perro. ¿Tampoco tiene alma?”. El debate se acabó de forma radical, y sin
recreo para el mordisqueado y el de los dientes afilados.
La verdad es que aquella reprimenda
de ser un “desalmado” me dio muchas vueltas a la cabeza. Si el alma era una luz
interior, ¿por qué el médico encendía una linterna para mirarme las amígdalas?
¿Por qué no se iluminaban desde dentro?. ¿Sería verdad que no tendría alma?.
Don Paco Goyarrola, el médico, me alivió un poco. “Tiene unas anginas como las
de un caballo. No me extraña que le cueste tragar saliva, tiene la garganta
prácticamente cerrada”.
Aquello calmó un poco mi curiosidad,
pero uno que es de mucho pensar sobre temas trascendentes no encontró la
tranquilidad absoluta. Y el resto de los orificios corporales. ¿Por qué no
emitían luz cuando se abrían?. Por ejemplo, jamás había visto iluminado el
retrete en el acto de defecar (entonces diría “cagar”, pero con el tiempo me he
vuelto más refinado). Otro compañero de andanzas, más vivo que yo en eso de
interpretar los sofismas religiosos, me sacó de dudas. “Es que los mokordos
–perdonen el término escatológico pero es la cita textual que se me dijo
entonces - hacen un efecto de tapón que
impide que la luz salga”. “Además, no sería bonito que el alma se viera por el
culo”. La respuesta era evidente,
Sea como fuera, el misterio del
alma se me fue olvidando. Sobre todo cuando se me fueron presentando otros
enigmas mucho más trascendentes y de mayor dificultad de interpretación. Ni que
decir tiene que cuando, también en religión, me trataron de convencer de que
“Dios es uno y trino”, todo mi ejercicio deductivo sufrió un colapso. Pero aquello quedó en nada
cuando ya en materias mucho más científicas me presentaron a los logaritmos
neperianos y aquello de que “N” tiende a “infinito”. Bua chaval, las veces que
me he sentido perro, sin comprender nada de nada. Con unas ganas de morder
irrefrenables.
Cuento toda esta filípica porque en
las últimas semanas, y con la sequía estival de novedades políticas, algunos
medios de comunicación han tratado de resucitar la tesis de que el PNV siempre
ha contado con dos almas. Una radical reivindicativa, y otra moderada y
pactista.
El ensayo de la bipolaridad
nacionalista, o lo que otros han denominado la teoría del péndulo, siempre ha
llevado aparejada una cierta dosis simple de identificar “buenos” y “malos”
nacionalistas. Domesticados y asalvajados. Un ardid maniqueo que jamás ha
tenido en cuenta que, ya desde sus orígenes, el PNV conjugó armónicamente
objetivos y práctica. Por ir al principio, Sabino Arana formuló la opción
reactiva del nacionalismo vasco contra España, por ser el Estado que constreñía
el proyecto nacional de Euskadi. Pero fue el propio Sabino quien no dudó en
pactar con las fuerzas fueristas de la época para alcanzar el primer peldaño de
representación popular como diputado “provincial” de Bizkaia, donde su primera moción presentada pretendía, no ya la independencia inmediata,
sino un consejo regional vasco formado por una mancomunidad de diputaciones.
A lo largo de su dilatada historia
el PNV ha sabido conjugar “desiderátum” y “práxis” en un ejercicio dinámico de construcción nacional. Jamás ha
habido una apuesta de “todo o nada” o, por el contrario, una renuncia a sus objetivos fundacionales.
El PNV, les guste o no a quienes analizan su práctica política, es un partido
independentista. Sus dirigentes lo son y por ende su base social y militante.
Por eso extraña observar los distingos que unas u otras declaraciones públicas
provocan en determinadas columnas periodísticas. Y más en momentos como el
actual en el que la fortaleza institucional, la cohesión en sus filas, y la
definición compartida de objetivos políticos inmediatos presentan a un PNV
rocoso y sólido.
Esa argumentación ahora reeditada
de las dos almas quizá busque hallar
fisuras inexistentes para, una vez más, trascender al debate viciado de
“soberanistas” y “autonomistas” que ya hemos conocido y que no soporta el más
mínimo rigor.
También, en paralelo, hemos
escuchado, de portavoces de otras formaciones políticas subsidiadas en un proyecto de “acumulación de fuerzas”,
la desgastada cantinela de que las bases del PNV sí son soberanistas mientras que sus
dirigentes suponen un freno a la construcción nacional. Quizá no merezca la
pena tan siquiera responder pues quien eso afirma no se da cuenta del
menosprecio con el que trata a la militancia del PNV, al creer que vive aborregada frente a unos burukides que hacen y
deshacen a su antojo. Cuanta frustración esconden estas declaraciones
insidiosas.
Todo esto de las “dos almas” surge
en puertas del intenso proceso que se avecina para definir un nuevo estatus
político para Euskadi. Y en la ya inminente elección catalana, en la que unos y
otros, afrontan el paso por las urnas como si fuera un plebiscito.
Por ir a esta última cuestión; se
ha puesto en el grito en el cielo por decir que si una mayoría de catalanes,
una mayoría absoluta de representantes en el nuevo Parlament, declara la
independencia de aquel país, la representación vasca en el Parlamento de
Gasteiz reconocerá dicha proclama. Si la
mayoría absoluta de los catalanes así lo estima ¿qué deberíamos hacer?. ¿Negar
la evidencia?. ¿Contrariar la voluntad democráticamente expresada?.
Segunda consideración; Catalunya
tiene abierta su vía. Y la respetamos. Pero no es la nuestra. Tenemos objetivos
similares y caminos distintos.
El “nuevo estatus” no tiene inicialmente vocación de ruptura. Al
contrario, pretende encontrar un punto de aproximación social que no habla de
“independencia” sino de “interdependencia”. De soberanías compartidas. De
respeto entre iguales. De no subordinación. De capacidad de decidir y de
pactar. De reconocimiento expreso de nuestro ser nacional.
La convivencia solo es exitosa –
hasta en el ámbito de la pareja humana- si se lleva a cabo voluntariamente. La
imposición, la supremacía o la unidad –que no unión- son las causas de fracaso
que ahora pretendemos superar. Hablar de independencia no intimida al PNV ni a
sus dirigentes. Llevamos mucho tiempo
construyéndola día a día y nuestro compromiso es conseguir la mayoría social
que democráticamente la sustente.
Los israelitas vagaron cuarenta
años por el desierto en su éxodo por llegar a la “tierra prometida”. Moisés y
la generación que con él partió de Egipto no cruzaron el río Jordán . Se
quedaron a las puertas. Pero otra generación, sus hijos y nietos, alcanzaron la
meta. Más allá del mesianismo de la cita, el PNV sabe a dónde se dirige. Ha
hecho escalas en el trayecto, porque la inteligencia aconsejaba asegurar el
terreno ganado. También ha perdido generaciones en el camino, pero no se ha
detenido. Su propuesta inmediata será una nueva estación tránsito desde la que el andén del destino comience a
ser alcanzable. Sin complejos. Sin almas opuestas. Simplemente con corazón y
con cabeza.
"Catalunya tiene abierta su vía. Y la respetamos. Pero no es la nuestra. Tenemos objetivos similares y caminos distintos"
ResponderEliminarClaro porque que el PNV nunca y nunca querrá la independencia, solo quereis seguir anclados a Madrid y que siga el negocio!
Tal vez nos tengamos que ir a Catalunya si queremos ser independientes! uds. sigan con el psoe...
No, mejor nos vamos con los de Bildu a quemar contenedores y oficinas de Kutxabank que eso libera mucho. O a hacer pancartas y dar gritos. No te j...
ResponderEliminarsi Sabino Arana levantara la cabeza y viera este PNV, echaba del partido todos los chupopteros que solo piensan en el negocio y no en Euskadi y su futuro!
EliminarNo hombre, seguro que se iba a liberar ...estrés (lo único que han liberado, a Willy no fueron ellos) con la Borrikada.
ResponderEliminarTampoco podemos asegurar que le pareciesen lo más de lo más los pisamoquetas de HB, por comentar.