Mañana, domingo 27 de septiembre, cinco millones y medio de
catalanes están llamados a las urnas
para elegir a los 135 representantes que
constituirán el nuevo parlamento en un mandato extraordinario.
Cualquier observador
medianamente informado habrá
percibido que estas elecciones, formalmente autonómicas, son mucho más. Son el punto de inflexión de un
proceso político excepcional, y se quiera reconocer o no, se han convertido en
un auténtico plebiscito a favor o en contra de la independencia de Catalunya.
El resultado, a escasas horas de que los colegios
electorales abran sus puertas, se presenta incierto. Dependerá del nivel de
participación que se alcance. Los partidarios de la independencia parecen tener
claro que sus votantes están activados y
que tienen asegurada su presencia en las urnas.
Quienes defienden el mantenimiento del actual estatus, han hecho un
esfuerzo para lo que Rajoy llama “mayoría silenciosa” opte finalmente por movilizarse. Estiman que todo porcentaje
superior al 72-73% de participación decantará la balanza del lado unionista. Habría sido más sencillo y más legítimo, para
hacer una lectura real del sentir mayoritario, llevar adelante un referéndum
pactado. Como en Escocia hace un año.
Pero la cerrazón de quienes se
obstinan en no reconocer el problema
político existente, nos ha llevado a este escenario incierto pero decisivo.
Pese a la opinión formal de los partidos estatalistas de que las elecciones no son un plebiscito, su comportamiento práctico
de campaña, ha dado al 27-s rango
sancionador en tal sentido. Y como tal, el electorado catalán ha asistido a una
confrontación visceral y rotunda, tendente a determine el sentido
final de un sufragio inequívoco; partidarios de la independencia o detractores
de la misma. No
ha habido lugar para los matices, ni para las posiciones templadas. Eso tendrá
sus consecuencias directas y quienes las
pagarán en primer grado serán las formaciones políticas que han apostado por mensajes inclusivos, por ofrecer una gama
de grises frente al blanco y negro de la
contienda general.
En ese escenario de confrontación dos han sido las
propuestas repetidas en estos días de
campaña. Quienes han apostado por la vía de la independencia han apelado al “voto de tu vida”. Una
invitación a la esperanza, a la
ilusión y a la importancia de una
decisión personal y colectiva determinante.
Al otro lado se ha situado el voto del miedo, de la
incertidumbre, del paro, de la salida de la Unión Europea , de la quiebra comercial y económica, de la
pérdida de derechos, de la discriminación, del “corralito”. Expectativa,
oportunidad, frente a desconfianza e inseguridad. Todo ello aliñado con dosis
identitarias que han abierto nuevamente
los discursos de las dos comunidades –autóctonos frente a asimilados-. Una
contienda global en la que se ha intentado fragmentar el electorado en dos
frentes.
Y en esa pugna dual,
se han cometido tropelías que
indican la falta de escrúpulos a la hora
de sobrepasar los límites democráticos que toda cita electoral debe tener.
Algo muy grave y muy oscuro ha debido ocurrir cuando se ha
llegado a manipular
tendenciosamente una respuesta
oficial del presidente de la Comisión Europea , Jean Claude Juncker. Falsear
una declaración del presidente europeo,
subvertirla de error en la traducción,
indica el nerviosismo y el juego sucio que desde los poderes del Estado
español se ha activado en relación a Catalunya.
¿Tan inseguros están del
resultado electoral que se han visto obligados a falsificar un pronunciamiento oficial del más alto mandatario de la Unión Europea ?.
El desenlace, por lo menos en cuanto a votos, está próximo.
Mañana se despejará una primera incógnita. Pero no el conjunto de la ecuación.
Mañana a la noche estaremos en disposición de saber si los
partidarios de la independencia han conseguido la mayoría absoluta de escaños y
votos. Si es así, alguien tratará de
minimizar el impacto diciendo que, sobre censo, el resultado sigue siendo
minoritario. Si la mayoría que se alcance es en escaños y no en votos, se
atacará ese flanco. Tampoco es
descartable un fracaso de las expectativas independentistas echando por tierra todas las
previsiones establecidas en las encuestas previas.
Lo reitero, un referéndum, como el celebrado sin traumas
hace un año en Escocia, habría sido el
procedimiento más adecuado, más claro, limpio y determinante. Quienes entienden
la legalidad como una jaula, como un corsé inalterable e imponen su
interpretación, aunque no sea la única,
lo han impedido.
Sea como fuere, el proceso catalán no finalizará este
domingo. Auguro que todavía tendrá mucho recorrido. En el tiempo
y en las decisiones que se vayan a adoptar.
Corresponde en exclusiva al Pueblo de Catalunya expresarse
libremente en las elecciones de mañana. A quienes desde la distancia hemos
seguido con interés el proceso que
desemboca ahora, nos corresponderá
respetar el veredicto de los votos, su representación y las consecuencias
sobrevenidas por ese ejercicio democrático. Sea cual fuere el resultado
determinado en las urnas.
Si los catalanes tienen mañana una cita ineludible, los
nacionalistas vascos también tenemos marcada la agenda del domingo. Para la
gran familia del PNV, llega el Alderdi eguna, un encuentro anual en el que lo reivindicativo y lo festivo se dan la
mano.
Las campas de Foronda nos acogerán este año bajo el lema “Zu
zara gure indarra”-‘Tú eres nuestra fuerza’.
Es un mensaje dirigido principalmente a nuestros afiliados y afiliadas. A los que lo fueron y a las que lo son hoy.
Ellos y ellas son la verdadera fuerza del PNV. El estímulo, la gasolina, que ha permitido a una formación política nacida en el siglo XIX mantenerse en forma y afrontar con vigor los retos del XXI.
Recientemente, una periodista me preguntaba si el éxito electoral
del PNV residía en la moderación de su mensaje. Mi respuesta fue negativa. La
energía del PNV estriba en estar pegado a la realidad del país. A su conexión
con la sociedad.
Porque el PNV es, salvando las distancias, una sociedad vasca hecha a escala. Más que un
partido al uso es un movimiento formado por
personas diferentes. De origen, condición, género y edad distintas. Pero
que les une su voluntad y compromiso con
Euskadi, con una nación que busca su
pervivencia en el mundo. Y lo hace desde la convicción del raciocinio,
de los derechos humanos, de la justicia,
de la libertad y la democracia.
Así, generaciones y generaciones de vascos se han mantenido fieles a ese ideal, a esas
siglas que por más penalidades y contratiempos padecidos se mantienen sólidas y
pujantes.
Y, el segundo factor de éxito achacable al nacionalismo
vasco es, a mi juicio, la inteligencia
con la que encamina sus pasos. Con corazón y cabeza. Con ideas claras y
firmes pero con una práxis de realismo que huye de la demagogia. Porque
el principio de responsabilidad, tan denostado en estos tiempos de la
política-espectáculo, es fundamental
para garantizar que la construcción nacional se haga
desde bases sólidas, garantizando el bienestar de las personas,
salvaguardando sus intereses colectivos en una libre adhesión de voluntades
mayoritaria.
La importante representación institucional que la sociedad
vasca ha confiado al PNV en los últimos tiempos confirma el acierto de la estrategia y la acción
política del partido jeltzale. Tal hecho, el liderazgo indiscutible en el plano
institucional, no debe significar ni
autosuficiencia ni despecho. El PNV no caerá en la soberbia. Al
contrario. Su fortaleza se sustenta en la humildad. Su función
es la de ser herramienta al servicio de un país en construcción. Una
herramienta que sabe ponerse la corbata
cuando corresponde y calzarse unas zapatillas para, en una campa,
expresarse felizmente como un pueblo normalizado que sintiéndose distinto, pretende vivir la vida en armonía , paz y
libertad. Mirando a Catalunya, al mundo que nos rodea. Pero, sobre todo y ante
todo, sin distraer nuestra atención. Mirando a nuestro suelo para no caer y
seguir adelante.
Todo eso, y mucho más...Mañana.
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