viernes, 18 de marzo de 2016

POTASIO REPARADOR Y GLOBALIZACIÓN

Estaba sentado frente al ordenador –mi única manera de seguir en directo las retransmisiones de fútbol- . Tensión. Nervios. Sufrimiento. Entonces, pasó.
Balón centrado desde la banda derecha. Toque sutil de espuela al corazón del área y allí, según venía el pelotón, el listo delantero remataba lejos del alcance del cancerbero.  Gol! Gol!. Bakalao, bakalao, bakalao! que diría  el recordado Hoss Iragorri.

De un salto me incorporé con los puños al aire. Júbilo y euforia desatada. Tan desatada  que, mientras descargaba la adrenalina  se me subieron los dos gemelos al mismo tiempo. Alegoría futbolera. “Mestallaban” las bolas.

Si hubiera estado en el césped me habría tirado al suelo. Para perder tiempo. Pero, en la salita de casa no había ni masajistas ni árbitros. Ni nadie que me acompañara a hacer estiramientos. ¡Qué sufrido es el deporte pasivo!. Como pude, rebajé la tensión. Conseguí sentarme. Con las piernas en semiflexión. Inmóvil, como un palo. Con más vocación de quietud que Rajoy. Los minutos fueron pasando y las bolas se me volvieron a subir. Esta vez a la garganta. Amigdalitis cojonera. Cinco minutos de prolongación. Y el “buffer” del internet se petaba. Pantalla  en congelación. Suspense en grado de tragedia. Por fin volvió la imagen. Intermitente, para mayor grado de angustia. Preparen el desfibrilador. Pitido final. Prueba superada. Relajación. El ritmo cardíaco se estabilizaba. Las bolas volvían a su ser. A las “partes” bajeras. Y la sensación de éxito dejaba una secuela evidente. Un dolor muscular, a modo de agujeta que ni Alex Txikon  tras su ascenso al Nanga Parbat.

Uno no está ya ni para gozar. Así que  habrá que tomarse las cosas  con tranquilidad, comiendo plátanos, que tienen mucho potasio y huyendo de las emociones fuertes.

De un tiempo a esta parte se había instalado entre nosotros la sensación de que el final de la crisis económica era un hecho. Que lo peor había pasado y que el tiempo de la recuperación económica y el empleo  había llegado  de una vez.

Se trataba de impresiones, sensaciones generales pues el goteo de datos – los macro y también los micro-  que en relación a la economía íbamos conociendo incidían en la tendencia al crecimiento y a la recuperación en términos de empleo y de PIB.

Pero en escasos días, el sentir positivo se ha visto seriamente alterado por las incertidumbres industriales y empresariales  conocidas alrededor del sector del acero y de otros ámbitos dependientes de las inversiones  petroquímicas. 

Las amenazas son muy serias  y nos demuestran que la globalización nos ha alterado no sólo las condiciones de juego sino los protagonistas  y las circunstancias del nuevo mercado económico mundial. Al margen de las decisiones empresariales  cuya responsabilidad es, indudablemente,  de su accionariado, (Arcelor-Mittal) hay elementos objetivos en las crisis de las acerías vascas  puestas hoy en el ojo del huracán.
Por un lado está el flujo de sobredemanda de acero –en todas sus vertientes- provocado por  el gigante asiático. China, que no olvidemos actúa  en el libre mercado mundial pero con parámetros políticos de intervención política –es decir “compite” en el sistema capitalista siendo su “empresario” el propio estado comunista- produce el 50% del acero mundial.  Con dicho volumen de producción,  cuenta con una sobrecapacidad de producto de casi 350 millones de toneladas, el doble de la fabricación de toda la Unión Europea. 
Buena parte de ese superávit productivo era asumido por el propio régimen de Pekin, pero la caída del crecimiento de su PIB, y el desmoronamiento de la economía brasileña –donde tenía uno de sus principales clientes- ha hecho que el país asiático haya inundado el mercado mundial con su acero excedentario con un precio establecido, en la mayoría de los casos, por debajo de los costes de producción en los países de destino.

Competir con el acero chino, en el conjunto de Europa y también en Euskadi, viene obligando a las siderurgias autóctonas a reducir costes, con el agravante de que el precio de la energía – la electricidad necesaria en las fundiciones-, al menos aquí, es un 30% más cara  que en Alemania y un 20% mayor que en Francia. (en ambos países  el carbón y la nuclear son  fuentes energéticas de referencia).  

Este desfase de oferta/precio, sin cortapisas arancelarias, sin protección en una Europa que ha optado por el libre comercio,  ha generado una profunda crisis. El acero es el primer exponente nítido de la globalización  pero, en adelante podrán ser nuevos sectores, nuevos productos los que influyan de una manera determinante en las economías de nuestro entorno.

Los cierres temporales anunciados por Arcelor-Mittal en sus plantas de Sestao (ACB) y Zumarraga penden sobre los más de 625 empleados directos de ambas factorías como una espada de Damocles. Su porvenir depende en buena parte de que Europa ponga freno al “dumping” chino y que en el Estado se aborde, de una vez por todas, una adecuada tarifa eléctrica en el ámbito industrial.  Pero en España no hay ministro que se remangue e impulse medidas en tal sentido. La falta de un nuevo gobierno y la provisionalidad del gabinete Rajoy, ha dejado a las acerías vascas desamparadas a su suerte.  Para que luego hablen de “responsabilidad” y “defensa de los intereses” comunes.

También el nuevo modelo de financiación de las empresas o su cambio de estructura asociativa van a poner en jaque a las economías tradicionales. Y por ende, también a la vasca. La experiencia nefasta de la dependencia excesiva en el “apalancamiento”, en el crédito bancario está provocando la búsqueda de nuevas fuentes de recursos que hagan viables los proyectos  empresariales. Y ahí es donde el rol del “empresariado”  comienza a ser sustituido por el de los inversionistas. El capital necesario para desarrollar un proyecto comienza a pasar  por la atracción de fondos de inversión que , temporalmente, apuesten por una iniciativa. No por vocación industrial sino por pura rentabilidad temporal. Y eso, que en sí mismo no es negativo, puede terminar siéndolo, si la rentabilidad va pareja no al mantenimiento de una actividad sino a todo lo contrario; a su extinción como factor para eliminar competidores del mercado. Empresas, industrias viables, con beneficios y expectativas de éxito, ante la necesidad de liquidez y de circulante , pueden caer en manos ajenas pudiendo perder no solo el arraigo con su territorio o su ámbito natural sino también su continuidad.

Tengo en mente más de  una y más de dos factorías vascas, con gran volumen de empleados y de facturación,  que ante un previsible cambio accionarial pueden estar vinculadas a este riesgo. Pero no es cuestión de alarmar con previsiones  todavía no confirmadas.

Los noticias de los “Eres” siderúrgicos, la constatación de la realidad mundial, nos hacen ser pesimistas. Pero no todo es negro. El Observatorio de Coyuntura Industrial, que todos los años realiza una radiografía de las asociaciones empresariales y clústeres de Euskadi, constata en el último informe hecho público ayer una mejora generalizada entre las 22 entidades analizadas tanto en sus facturaciones como en la creación de empleo. Y, lo que aún es mejor noticia, casi todos los sectores analizados esperan incrementar o mantener su facturación, pedido, empleo (salvo siderurgia), exportaciones y uso de la I+D+i .
Las malas noticias económicas de estos días, nos han dejado el cuerpo baldado. Ha sido un jarro de agua fría caído cuando nos recuperábamos de la tensión vivida. Las instituciones vascas –nada se puede esperar de quienes ni tan siquiera comparecen en el Parlamento- tienen delante de sí una ardua labor para mitigar el impacto de las suspensiones anunciadas. Sabemos que no está en su mano ni en su ámbito de competencia solucionar un problema que les desborda. Pero, cuando menos, esperamos de ellas cercanía, comprensión y firmeza  ante la nueva situación. Eso, y que siga alimentando a la actividad industrial vasca en general con el potasio que necesita para seguir avanzando. El potasio de la innovación, la internacionalización, la búsqueda de alianzas corporativas, el afianzamiento del arraigo de las entidades tractoras. Que busque y procure fórmulas de financiación seguras, que adecue la formación a las necesidades productivas.  Así y solo así, cuando se nos suban las bolas  de la economía sepamos reaccionar a tiempo.


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