Por fin ha llegado. La “jornada intensiva” está ya aquí.
Yuju!. Es como todo cambiara de repente. Como si una dosis de optimismo y
positividad se incluyera en la
dieta de los que aún conservan un
trabajo y los malos rollos se dejaran a un lado para disfrutar un poco más de
la vida.
Yo creía que el abatimiento de mi ánimo, expresado en estas
mismas líneas días atrás, iba a ser duradero. Pero no. Debo ser ciclotímico.
Ahora mi moral baja para luego venirse
arriba.
No soy el único. Acabo de descubrir un escrito delicioso
publicado con anterioridad a mi artículo pasado. Su autor, hombre inteligente
donde los haya, fue embajador de España ante los Estados Unidos y, además,
director del CNI, Jorge Dezcallar.
Me sorprendió gratamente y, abusando de sus derechos de
autor, me permito reproducir una parte del mismo para incitar al lector abatido
a que pase en unos minutos del tedio y la pesadumbre a una amplia sonrisa.
El artículo de Dezcallar se titulaba “el pene del señor Manning”.
El diplomático y ex jefe de los espías españoles (dimitió de
su cargo como consecuencia de la actitud del Gobierno de Aznar tras los atentados del 11-M), comienza su
escrito reconociendo su pesimismo ante
lo que ocurre en nuestro derredor. Tanto en el ámbito internacional como en la
política española, donde se confiesa aburrido al escuchar “a unos políticos que
llevan 8 meses de campaña diciendo lo mismo y sin la imaginación, la cintura o
el valor necesarios para darnos a los españoles lo que les estamos pidiendo:
que se entiendan y que nos den un gobierno que ponga en marcha las reformas que
el país necesita sin poner en peligro los logros conseguidos con tanto esfuerzo
durante cuarenta años”.
Pero
Dezcallar, un personaje acostumbrado a gestionar situaciones negativas y comprometidas, consigue dar vuelta a su ánimo al descubrir
en los diarios una noticia que valora de forma extraordinaria. Se trataba de un
exitoso transplante de pene. “La machada –relataba Dezcallar- , y nunca mejor
dicho, se ha hecho en el Massachussetts General Hospital de Boston, en una
operación que duró quince horas (comenzó el 8 de mayo y terminó el día 9) y el
receptor ha sido un señor de 64 años llamado Thomas Manning, a quién le habían
extirpado el pene por un cáncer en una operación llamada penectomía que
seguramente fue más corta, pues ya se sabe que es más fácil destruir que
construir.” “El pene –continuaba en su
artículo el ex director del CNI- provenía de un donante fallecido (¡menos mal!)”
y su transplante “abre un camino que
podrá beneficiar a otros hombres con problemas por enfermedad, accidente o
heridas de guerra, aliviando así la suerte de muchos jóvenes entre los que se
dan altas tasas de suicidio por las consecuencias psicológicas de la mutilación. Según
el Pentágono, nada menos que 1367 soldados
estadounidenses sufrieron heridas donde usted imagina en Iraq y Afganistán
entre 2001 y 2013. No sé el precio de un recambio de pene, pero en todo caso
esta es una magnífica noticia para ellos”.
“El señor
Manning – continua en su alegato Dezcallar- debe ser hombre de carácter.. un
tipo con agallas porque no ha querido ni esconder su nombre ni ocultarse él de
los medios tras recibir su flamante pene nuevo, como queriendo animar a otros a
seguir sus pasos y, en todo caso, a hablar con más naturalidad de estos temas
íntimos, que es una cosa positiva porque todavía dan un poco de vergüenza. Y
eso a pesar de que confiesa que todavía no se ha atrevido a mirársela de cerca.
Si un pene ya de por si es feo, supongo que uno injertado debe ser horroroso.
Pero es que no necesita mirarlo, le basta con saber que está ahí, en su sitio,
donde sin duda había un vacío doloroso, y que además es capaz de cumplir con su
trabajo. Si lo hace, la belleza es claramente secundaria.”
“No sé si
el pene recibido será nuevo –concluye el ex jefe de los servicios secretos
españoles- , procedente de un donante muy joven, o si estará muy baqueteado y
con muchas historias sobre sus espaldas. Yo no le preguntaría demasiado porque
creo que preferiría no saberlo, ya que será una tontería pero a mi me parece
que un pene es algo más íntimo, no sé, que una oreja, por ejemplo, que asoma bajo los cabellos, sale en
la foto del DNI y la ve todo el mundo. El pene no, pues aunque tiene vida
propia, y en esto se distingue también de la oreja, es mucho más discreto y si
tiene cosas que contar pertenecen a una esfera muy personal. Tampoco sé si el
señor Manning logrará dominarlo o si será él quién domine su cerebro, como
suele ser lo habitual. En el fondo se lo deseo porque eso querrá decir que el
transplante ha sido un auténtico éxito. Por eso desde esta página me uno
modestamente a la felicidad del señor Manning y le deseo muchas venturas con su
nuevo compañero de vida.”
Realmente espléndido.
La vida es mucho más que el poco edificante ejemplo que nos exhiben los
protagonistas del sainete político electoral. El rifi-rafe entre socialistas y
populares en relación a la corrupción sonroja a cualquiera que todavía tenga un
mínimo de vergüenza. No hay ideas. Ni programas. Ni iniciativas. Cachetadas
dialécticas que abonan la tesis del “tú más” en una espiral de tramas,
juzgados, denuncias y fango.
Pero el
bochorno no es exclusivo de socialistas y populares. Los otros dos actores de
reparto se han sumado al circo participando en espacios televisivos en los que
niños y niñas les ponían en audiencia. Menores perfectamente seleccionados que
preguntaban a los “emergentes” sobre Venezuela o sobre el modelo educativo
público o privado. Infantes que
reconocían el color corporativo de cada partido político en un debate tan
artificial como inaudito. Es lo que nos
faltaba por ver, la utilización de la imagen de niños en el cambalache
político. Deleznable.
La
coalición “Unidos Podemos” ha desvelado que su eslogan de campaña será “la
sonrisa de un país”. Efectivo y efectista.
Han aprendido y tratan de eliminar la imagen de “cabreo permanente” que
transmitía hasta ahora un Iglesias
soberbio, prepotente y faltón. Cosmética de manual. Preparémonos para lo
que nos aguarda por descubrir. ¿Extrañaría
ver a un Pablo Iglesias en tanga en “Supervivientes”, discutiendo con
Mila Ximénez y Yola Berrocal?. O, de la mano de Belén Esteban, ¿cabría que Albert Rivera se prestase a un “poli de
lux” con paquirrín y el clan de los
pantoja?. Todo es posible en esta
atracción circense de cuatro pistas.
Lo que parece
asegurado es que el próximo día 13, en la academia de la televisión, los cuatro
magníficos se citen en un debate a modo del club de la comedia tras el partido que la “roja” dispute en la Eurocopa. El resto de
formaciones que se presentan a las elecciones quedarán fuera. No estarán ni
convocadas. Ante tal desprecio, que no
se extrañen de que Aitor
Esteban , Oscar Matute, Homs, Tardá y compañía protesten. Y en
un gesto de rebeldía, se enfunden la camiseta de la república Checa
–rival futbolístico ese día de la “selección patria”-. Seguro que así darían que hablar. Y saldrían
en las televisiones.
El panorama
resulta esperpéntico. Al punto de que
cuando he visto las últimas declaraciones públicas de Rafael Vera – ex
secretario de Estado de Seguridad-, “pedir perdón por la actividad de los GAL
es un esfuerzo absolutamente inútil”, he pensado que, en el fondo, ha dicho lo
mismo que Otegi en relación a ETA. Lo
dramático convertido en cómico.
Así que, en
lugar de perseverar en el abatimiento,
veo que es mejor afrontar la vida con ironía. Como Dezcallar y el pene del señor Manning. Ironía
inteligente. Recobremos el ánimo. Ha comenzado la “jornada intensiva”. Intensiva
por la mañana, por la tarde y por la noche. Asumamos que no nos va a
librar de este ambiente irrespirable ni el apuntador. Y riámonos un rato.
Aunque sea por no llorar.
Ayer me
contaron un chiste que explica bien mi sentido de ánimo. Un hombre invidente
acompañado por su perro lazarillo se aprestaba a cruzar una carretera. El
semáforo estaba en rojo y ambos se detuvieron al borde de la calzada. En esto, el
can levantó su pata y mojó los pantalones de su dueño. El ciego, al instante,
metió su mano al bolsillo y sacó de él una galleta que comenzó a mover a un lado y al otro del hocico del perrito
meón. Un peatón que había observado la jugada recriminó al invidente. “¿Es
usted tonto?. ¿El perro le mea encima y le premia con una galleta?”. El invidente, inmutable, le contestó de
inmediato. “No le premio. Lo estoy cuadrando para darle una patada en los
cojones”.
Pues eso.
Centremos la situación y actuemos con destreza. Marquemos la diferencia. Con humor e inteligencia.
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