sábado, 4 de junio de 2016

HUMOR E INTELIGENCIA PARA UNA JORNADA INTENSIVA

Por fin ha llegado. La “jornada intensiva” está ya aquí. Yuju!. Es como todo cambiara de repente. Como si una dosis de optimismo y positividad  se incluyera en la dieta  de los que aún conservan un trabajo y los malos rollos se dejaran a un lado para disfrutar un poco más de la vida.
Yo creía que el abatimiento de mi ánimo, expresado en estas mismas líneas días atrás, iba a ser duradero. Pero no. Debo ser ciclotímico. Ahora  mi moral baja para luego venirse arriba.
No soy el único. Acabo de descubrir un escrito delicioso publicado con anterioridad a mi artículo pasado. Su autor, hombre inteligente donde los haya, fue embajador de España ante los Estados Unidos y, además, director del CNI, Jorge Dezcallar.
Me sorprendió gratamente y, abusando de sus derechos de autor, me permito reproducir una parte del mismo para incitar al lector abatido a que pase en unos minutos del tedio y la pesadumbre a una amplia sonrisa.
 
El artículo de Dezcallar  se titulaba “el pene del señor Manning”.
El diplomático y ex jefe de los espías españoles (dimitió de su cargo como consecuencia de la actitud del Gobierno de Aznar  tras los atentados del 11-M), comienza su escrito  reconociendo su pesimismo ante lo que ocurre en nuestro derredor. Tanto en el ámbito internacional como en la política española, donde se confiesa aburrido al escuchar “a unos políticos que llevan 8 meses de campaña diciendo lo mismo y sin la imaginación, la cintura o el valor necesarios para darnos a los españoles lo que les estamos pidiendo: que se entiendan y que nos den un gobierno que ponga en marcha las reformas que el país necesita sin poner en peligro los logros conseguidos con tanto esfuerzo durante cuarenta años”.

Pero Dezcallar, un personaje acostumbrado a gestionar  situaciones negativas y comprometidas,  consigue dar vuelta a su ánimo al descubrir en los diarios una noticia que valora de forma extraordinaria. Se trataba de un exitoso transplante de pene. “La machada –relataba Dezcallar- , y nunca mejor dicho, se ha hecho en el Massachussetts General Hospital de Boston, en una operación que duró quince horas (comenzó el 8 de mayo y terminó el día 9) y el receptor ha sido un señor de 64 años llamado Thomas Manning, a quién le habían extirpado el pene por un cáncer en una operación llamada penectomía que seguramente fue más corta, pues ya se sabe que es más fácil destruir que construir.”  “El pene –continuaba en su artículo el ex director del CNI- provenía de un donante fallecido (¡menos mal!)” y  su transplante “abre un camino que podrá beneficiar a otros hombres con problemas por enfermedad, accidente o heridas de guerra, aliviando así la suerte de muchos jóvenes entre los que se dan altas tasas de suicidio por las consecuencias psicológicas de la mutilación. Según el Pentágono, nada menos que 1367 soldados  estadounidenses sufrieron heridas donde usted imagina en Iraq y Afganistán entre 2001 y 2013. No sé el precio de un recambio de pene, pero en todo caso esta es una magnífica noticia para ellos”.

“El señor Manning – continua en su alegato Dezcallar- debe ser hombre de carácter.. un tipo con agallas porque no ha querido ni esconder su nombre ni ocultarse él de los medios tras recibir su flamante pene nuevo, como queriendo animar a otros a seguir sus pasos y, en todo caso, a hablar con más naturalidad de estos temas íntimos, que es una cosa positiva porque todavía dan un poco de vergüenza. Y eso a pesar de que confiesa que todavía no se ha atrevido a mirársela de cerca. Si un pene ya de por si es feo, supongo que uno injertado debe ser horroroso. Pero es que no necesita mirarlo, le basta con saber que está ahí, en su sitio, donde sin duda había un vacío doloroso, y que además es capaz de cumplir con su trabajo. Si lo hace, la belleza es claramente secundaria.”

“No sé si el pene recibido será nuevo –concluye el ex jefe de los servicios secretos españoles- , procedente de un donante muy joven, o si estará muy baqueteado y con muchas historias sobre sus espaldas. Yo no le preguntaría demasiado porque creo que preferiría no saberlo, ya que será una tontería pero a mi me parece que un pene es algo más íntimo, no sé, que una oreja, por  ejemplo, que asoma bajo los cabellos, sale en la foto del DNI y la ve todo el mundo. El pene no, pues aunque tiene vida propia, y en esto se distingue también de la oreja, es mucho más discreto y si tiene cosas que contar pertenecen a una esfera muy personal. Tampoco sé si el señor Manning logrará dominarlo o si será él quién domine su cerebro, como suele ser lo habitual. En el fondo se lo deseo porque eso querrá decir que el transplante ha sido un auténtico éxito. Por eso desde esta página me uno modestamente a la felicidad del señor Manning y le deseo muchas venturas con su nuevo compañero de vida.”

Realmente espléndido. La vida es mucho más que el poco edificante ejemplo que nos exhiben los protagonistas del sainete político electoral. El rifi-rafe entre socialistas y populares en relación a la corrupción sonroja a cualquiera que todavía tenga un mínimo de vergüenza. No hay ideas. Ni programas. Ni iniciativas. Cachetadas dialécticas que abonan la tesis del “tú más” en una espiral de tramas, juzgados, denuncias y fango.

Pero el bochorno no es exclusivo de socialistas y populares. Los otros dos actores de reparto se han sumado al circo participando en espacios televisivos en los que niños y niñas les ponían en audiencia. Menores perfectamente seleccionados que preguntaban a los “emergentes” sobre Venezuela o sobre el modelo educativo público o privado. Infantes  que reconocían el color corporativo de cada partido político en un debate tan artificial como inaudito.  Es lo que nos faltaba por ver, la utilización de la imagen de niños en el cambalache político. Deleznable.

La coalición “Unidos Podemos” ha desvelado que su eslogan de campaña será “la sonrisa de un país”. Efectivo y efectista.  Han aprendido y tratan de eliminar la imagen de “cabreo permanente” que transmitía hasta ahora un Iglesias  soberbio, prepotente y faltón. Cosmética de manual. Preparémonos para lo que nos aguarda por descubrir. ¿Extrañaría  ver a un Pablo Iglesias en tanga en “Supervivientes”, discutiendo con Mila Ximénez y Yola Berrocal?. O, de la mano de Belén Esteban, ¿cabría que  Albert Rivera se prestase a un “poli de lux”  con paquirrín y el clan de los pantoja?.  Todo es posible en esta atracción circense de cuatro pistas.

Lo que parece asegurado es que el próximo día 13, en la academia de la televisión, los cuatro magníficos se citen en un debate a modo del club de la comedia  tras el partido que la “roja”  dispute en la Eurocopa. El resto de formaciones que se presentan a las elecciones quedarán fuera. No estarán ni convocadas.  Ante tal desprecio, que no se extrañen de que Aitor Esteban, Oscar Matute, Homs, Tardá y compañía protesten. Y en un gesto de rebeldía, se enfunden la camiseta de la república Checa –rival futbolístico ese día de la “selección patria”-.  Seguro que así darían que hablar. Y saldrían en las televisiones.

El panorama resulta esperpéntico. Al punto de que  cuando he visto las últimas declaraciones públicas de Rafael Vera – ex secretario de Estado de Seguridad-, “pedir perdón por la actividad de los GAL es un esfuerzo absolutamente inútil”, he pensado que, en el fondo, ha dicho lo mismo que Otegi en relación a ETA.  Lo dramático convertido en cómico.
Así que, en lugar de  perseverar en el abatimiento, veo que es mejor afrontar la vida con ironía. Como Dezcallar  y el pene del señor Manning. Ironía inteligente. Recobremos el ánimo. Ha comenzado la “jornada intensiva”. Intensiva por la mañana, por la tarde y por la noche.  Asumamos que no nos va a librar de este ambiente irrespirable ni el apuntador. Y riámonos un rato. Aunque sea por no llorar.

Ayer me contaron un chiste que explica bien mi sentido de ánimo. Un hombre invidente acompañado por su perro lazarillo se aprestaba a cruzar una carretera. El semáforo estaba en rojo y ambos se detuvieron al borde de la calzada. En esto, el can levantó su pata y mojó los pantalones de su dueño. El ciego, al instante, metió su mano al bolsillo y sacó de él una galleta que comenzó a mover  a un lado y al otro del hocico del perrito meón. Un peatón que había observado la jugada recriminó al invidente. “¿Es usted tonto?. ¿El perro le mea encima y le premia con una galleta?”.  El invidente, inmutable, le contestó de inmediato. “No le premio. Lo estoy cuadrando para darle una patada en los cojones”.

Pues eso. Centremos la situación y actuemos con destreza. Marquemos la diferencia.  Con humor e inteligencia.

  

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