sábado, 18 de junio de 2016

REMANGARSE

Contaba Gila con gracejo que conoció a un individuo que se pasaba el día pegando brochazos de pintura al aire. Era, según él, un investigador avanzado que pretendía inventar la radio en color. La gente se reía de él y le llamaba lunático, pero “el día que acierte a encontrar la onda, se va a hacer famoso”.

A quienes por naturaleza tenemos el instinto científico un tanto atrofiado nos cuesta entender el valor de la investigación en el desarrollo humano. Pero las cosas no pasan porque sí o por casualidad. Ni Newton desarrolló el principio gravitacional porque una manzana le golpeó en la cabeza y le trastornó, ni es cierto el dicho de que el  aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo. Lo debemos entender como un símil de  quien explica la teoría del caos.

Estos días, huyendo de pavoroso tedio que provoca el “déjà vu” electoral, he encontrado un ámbito informativo que me ha picado la curiosidad sobremanera. Se trata de los avances tecnológicos que se vienen desarrollando en relación a la energía. Mi primer enganche de atención fue una noticia vinculada a una marca norteamericana de automóviles de alta gama  con tecnología impulsada  exclusivamente  por energía eléctrica.  Coches eléctricos cien por cien con autonomía superior a los 400 kilómetros. Coches reales. No prototipos. Vehículos que se venden en el mercado. Competitivos en todos los sentidos y que comienzan a abrir paso a una nueva revolución  tecnológica. Como todo cambio social, esta “revolución” necesitará tiempo para afianzarse pero los principales problemas de desarrollo –las baterías, la recarga, etc- comienzan a tener soluciones satisfactorias que ponen en valor el nuevo producto.

Pero si la experiencia del coche eléctrico incentivó mi curiosidad, su siguiente derivada me dejó impactado. Se trata de los acumuladores de energía eléctrica para consumo doméstico. En el imaginario colectivo recuerdo las botellas de butano. Un envase que relleno de gas permitía – y aún permite- la satisfacción de las necesidades básicas  de una vivienda  en el ámbito calórico (agua caliente, calefacción, cocina). Ahora, según he visto en diversas publicaciones,  esas necesidades y otras –luz, electrodomésticos, etc- pueden ser suplidas y alimentadas por baterías recargables.

Estas novedosas “pilas”, que no tienen un gran tamaño  y cuyo diseño resulta atractivo, están pensadas para complementar un sistema solar fotovoltaico, de modo que mientras las placas solares están produciendo, el hogar consume directamente de ellas o, si no hay consumo, esta energía cargue las baterías. La capacidad de almacenamiento de estos acumuladores energéticos es de 6,4 kilowatios mientras que el consumo medio de una vivienda  está entre los tres y los cinco kilowatios.

Además, en el supuesto de que no haya sol o las placas solares no produzcan energía, la casa utilizará la almacenada en la batería y si aún así la vivienda necesita más kilowatios, puede conectarse a la red eléctrica general y consumir  o cargar por el sistema tradicional.

No se trata de ciencia ficción ni del sueño imposible de lunáticos. Se trata de un producto cuya comercialización se ha iniciado ya (Italia, Alemania, Reino Unido y Suiza) aunque en el Estado español la legislación no permite aún vender la energía almacenada o producida sobrante desde las casas a la red. Es, aseguran los expertos, parte del futuro que viene; integración de energías renovables y el autoconsumo familiar.
El interés por estas novedades me ha llevado a preguntar en mis entornos respecto a la posibilidad de que  estos avances pudieran encontrar canales de investigación y negocio en Euskadi y, sin lanzar campanas al vuelo,  he encontrado señales motivadoras que inducen a pensar que en nuestro país existen ya empresas interesadas e implicadas en el desarrollo de proyectos vinculados a estos productos. Especialmente en dos sectores; la automoción y el energético.

El sector energético, conformado por grandes empresas tractoras y pymes,  constituye uno de los pilares básicos de la industria vasca y,  concretamente en Bizkaia, representa aproximadamente el 7,5% del Producto Interior Bruto. Las 350 empresas vascas que forman parte del mismo tienen una facturación mundial cercana a los cuarenta y siete mil millones de euros, de los cuales quince mil son en el País Vasco (12.000 en Bizkaia) con una generación de 63.000 empleos a nivel mundial, de los que un tercio (21.000) se encuentran en la Comunidad Autónoma del País Vasco.
Las cifras globales de negocio, de empleo y, no lo olvidemos, de impacto directo en la generación de recursos públicos a través de impuestos, convierten a este sector industrial en estratégico para Euskadi. Una joya a cuidar, preservar y hacer crecer a través de la incentivación de la investigación, el desarrollo y la innovación, lo que se ha venido en conocer como “I+D+i”.
Propuestas de cooperación público-privada  como la recientemente constituida EIC - Energy Intelligence Center – hacen que en Euskadi se siga manteniendo   la esperanza de no perder el tren del futuro que viene. Es, cuando menos, un alivio sentir que  nuestra representación pública ha entendido el mensaje de que debe acompañar e ir de la mano  de quienes han aceptado el reto de participar activamente en esa “revolución”  tecnológica mundial en ciernes. Buscar, conjuntamente, esos nuevos nichos de mercado; las nuevas energías, limpias y renovables. Y  mientras ellas se consolidan,  implementar modelos intermedios –híbridos- que posibiliten la transición.

No se trata de “chiringuitos” ni filfas mediáticas. Propuestas concretas en materia de movilidad sostenible, transporte y distribución de la electricidad y centros de excelencia de combustibles. La innovación prevista entre empresas y administración vasca tiene centrado un proyecto de vehículo híbrido de mínimo impacto ambiental, con un combustible de nueva generación. También contempla el desarrollo de medios de transporte conectados a redes inteligentes. Y finalmente, en un tercer apartado,  ha fijado su actuación en  el avance de un proyecto de almacenamiento de energía eléctrica y su aplicación al automóvil. Participan de esta apuesta las principales empresas del país que, por primera vez y más allá de su propio negocio, han sumado sus esfuerzos de investigación aplicada.
Energía, automoción, aeronáutica, máquina-herramienta, biotecnologías...son las bases industriales de progreso de este país. De su futuro dependerá que vivamos mejor o peor que hoy en día. Cultivar  la buena salud de estos sectores, abonar sus propuestas y acompañar su siembra debe ser función prioritaria de quienes públicamente nos representan. Así lo es  y lo ha sido. Sembrar y recoger. Poder público e iniciativa privada coordinadamente, un rasgo distintivo y positivo de la sociedad vasca.
La Secretaria General de Podemos Euskadi, Nagua Alba, censuró recientemente la “política industrial del PNV”. Frente a la ACB de Sestao, la candidata al Congreso por Gipuzkoa criticó a los nacionalistas por el hecho que en los años 90 se abrieran las puertas a “inversiones extranjeras sin contraprestaciones ni criterios de país”.  Una decisión, que a su juicio, está en el origen de la crisis que hoy en día viven empresas como Acerlor Mittal.
La candidata Alba debería ser más cuidadosa en sus apreciaciones. Ella nació –fuera de Euskadi-  en el año 90 y quizá por ello desconozca la situación por la que atravesaba la economía  y la industria vasca en aquel tiempo. La mayoría de este país no lo olvidamos. 25% de paro (50% juvenil), desertización industrial...
Quizá Alba tampoco sepa que la acería compacta fue un proyecto impulsado desde las instituciones vascas  frente a la ruina industrial a la que el Estado había conducido a todo el sector público, y de forma especial a la siderurgia. Pero desconocer una circunstancia no es razón para formular un juicio de valor  tan inapropiado.
Enfundarse una camiseta con el lema de “ACB aurrera” puede resultar un gesto efectista. Pero más allá del hecho reivindicativo ¿qué más ha hecho la señora Alba y su partido por la industria vasca? ¿Cual es su propuesta para incentivar su fortalecimiento? ¿Qué medidas concretas propone?.
En la política, los discursos genéricos, las descalificaciones  sin argumentos,  pueden generar un titular más o menos lindo. Pero las palabras, en palabras se quedan.

Remangarse para la foto, para acuñar una imagen de frescura,  tiene un sentido publicitario. En Euskadi, remangarse significa otra cosa. Significa comprometerse y  poner manos a la obra en la resolución de un problema. Podemos no; hacemos. Hasta en eso somos diferentes. 

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