sábado, 20 de agosto de 2016

EL ANONIMATO DE ANDER



Parece que en verano todo es diferente.  Y lo es. Pero las noticias trágicas y desafortunadas también se prodigan. A pesar de la relajación y del paréntesis que pongamos a nuestras preocupaciones públicas, el infortunio no descansa. Sobre todo cuando hablamos de la vida humana que no conoce de vacaciones ni de ocios en tregua. La vida, sí, inexorable hacia la muerte como un elemento más de su condición fugaz.


He conocido en días pasados la desaparición de personas conocidas a las que la muerte les ha sorprendido mientras una mayoría disfrutábamos de ese limbo vacacional de fiestas, verbenas, celebraciones y despreocupación. A algunos, su final llegó súbito e inesperado. A otros, el padecimiento les acompañaba desde hace tiempo. Mi aflicción y sentimiento para quienes se han ido y para sus familias.


Entre ellos me quedo con un nombre, Ander Salaberria.  Para muchos un desconocido. También en parte para mí, pero esa sensación de anonimato incierto es la que me ha animado a escribir estas líneas. Ander fue un militante convencido del nacionalismo vasco. Abertzale, euskaltzale, defensor de sus amigos, de las causas nobles. Su compromiso le llevó a ser alcalde de Durango en 1983. De allí, cinco años más tarde, pasó a ser director de Acción Territorial en la Diputación foral de Bizkaia.  Allí le conocí.


Como otros muchos, su compromiso para con este país le generó desvelos. Alegrías y sinsabores. Sin esperar nada a cambio. Siempre con una sonrisa debajo del bigote que le hacía reconocible. Ander puso en su cometido todo su arrojo.  En defensa de los municipios de Bizkaia. Lo hizo lo mejor que pudo y su labor en la institución foral acabó, con total normalidad, cuando un nuevo equipo tomó las riendas y se produjo el relevo natural. Unos se iban y otros venían


Ander dejó de ser director. Me imagino que por entonces cobraría la cesantía que legalmente le correspondía –el sueldo de una mensualidad bruta- y se volvió a su casa. Ni paro, ni pensión vitalicia ni privilegio alguno, pese a que todavía haya imbéciles por ahí que gratuita y falsamente atribuyen a los cargos públicos prebendas inexistentes.


Fuera de la actividad institucional, por un tiempo, perdí de vista a Ander. Más tarde supe que pretendió incorporarse a su trabajo pero, por desgracia, el transcurrir del tiempo en el ayuntamiento y en la diputación, le privó  mantenerlo. Así que, como emergió, se sumergió en su familia. En su Durango. Nada pidió ni reclamó. Lo suyo había sido compromiso. Voluntad personal para con Euskadi. Tiempo más tarde –no sabría precisar cuánto- , llegó hasta mis oídos una información. El ex alcalde, el ex director, lo estaba pasando mal. Sin posibilidad de retomar su empleo, sin decir nada a nadie, humildemente, sobrevivía al amparo de las ayudas sociales.


¡Ay los privilegios de la política! ¡Ay la recompensa de los poderosos!. ¡Cuántos sinsabores deja el servicio público! ¡Cuántas mentiras pregonadas como cuchillos!.


Ander siguió militanto. Siendo un activista. Un alderdikide de los pies a la cabeza. Ejemplo de dignidad, de sacrificio, de creer en una causa justa y entregar a ella hasta el último gramo de su energía.  Después de una larga enfermedad, Ander Salaberria se ha ido. Sin ruido, en ese anonimato que a muchos les ha hecho pasar su historia como inadvertida.


En Ander quiero ver el ejemplo de muchos hombres y mujeres que se han llegado a comprometer con su país. Que han ocupado puestos de responsabilidad en las instituciones por voluntad y por creencia. Personas que han cedido parte de su tiempo vital, de sus familias, a la búsqueda del bien común. Que han hecho grande el sentido de la política y que, por desgracia, en los tiempos que corren, se sienten abatidos por un discurso fácil y tramposo que envilece y denigra todo lo que la política envuelve.


Hoy, que lo sencillo es decir que todo es un asco, me rebelo en nombre de Ander y de tantos otros. La “política” vasca está hecha de esa pasta en la que las ideas priman, en la que aún se cree en el servicio público. Aunque algunos hablen de coches oficiales, de comilonas, de prebendas inconfesables, de corrupción generalizada.


La política vasca que yo conozco, la que representaba Ander Salaberria era la que restaba horas a la familia para dedicarlas a la responsabilidad asumida. La que se llevaba el trabajo a casa. La que siempre buscaba la mejor solución a los problemas,  aunque en la decisión final se equivocara.


No he conocido a nadie que se haya forrado  beneficiándose del cargo. Ni quien ha accedido a una candidatura, o a un puesto público pensando en medrar, en incrementar su patrimonio. Tampoco soy ingenuo. Sé que hay Bárcenas o Ratose en el colectivo. Como en todos. Pero me indigna esa generalización permanente que se hace , sin prueba ni indicio que corroboren la acusación. 


Hay quienes han hecho de la indignación un leit motiv para fraguarse una alternativa o una opción diferente. Ponen el grito en el cielo porque a unos electos se les haga llegar unas invitaciones al parque infantil de navidad pero nada dicen de las clases particulares de inglés que sus portavoces disfrutan gracias al presupuesto público de la institución en la que ocupan escaño.  Martillos pilones de la “casta” a los que se les “olvida” el pago de la seguridad social de los empleados propios. No generalizaré con ellos, porque tampoco sería justo. Pero les costará probar su integridad hasta llegar a la suela del zapato de personas como Ander Salaberria.


Hemos conocido estos días las candidaturas presentadas por las formaciones políticas de cara a las elecciones autonómicas que se celebrarán el último domingo de septiembre. Confío en la integridad de todas las personas allí determinadas. Del primero a la última candidatura y en todas las opciones.


Todos y todas merecen igual respeto. Quienes aparecen por primera vez en el escaparate político hasta quienes tienen acreditada experiencia en este campo. Espero que cuando el paréntesis político que todos ellos han decidido abrir, cuando  su mandato finalice, todos y todas gocen de las mismas oportunidades para reincorporarse a sus actividades laborales. Porque estoy por ver que a unos se les reconozca el derecho a volver a ser “profesionales independientes” cuando pretendan ocupar sus plazas en los medios públicos de comunicación y al resto se les cuestione el destino con esa milonga de las “puertas giratorias”. Ni bulas ni sectarismos. Igualdad de trato para todas y todos.



La carrera electoral está a punto de comenzar. La gran disyuntiva que vamos a contemplar en este corto espacio de disputa política (afortunadamente) se resume en dos propuestas: Unos que plantearán  sacar del gobierno al PNV, para lo que bascularán  sus mensajes en  alianzas, apoyos, sumas y alternativas, y otros, los nacionalistas vascos que intentarán convencer al electorado vasco que la senda de estabilidad y de crecimiento  cuenta con su experiencia y palmarés con la mejor garantía  de progreso y bienestar para todos.

En síntesis; lo conocido –el PNV- o el cambio cuyas consecuencias  nadie sabe calibrar. El resultado final vendrá dado  por determinar cuál de las dos opciones  convence al electorado vasco. Si las fuerzas que buscan la alternancia son capaces  de presentar ofertas de futuro creíble y realistas, si  su suma  es factible, más allá de declaraciones de intenciones imposibles, el 26-s tendrán una opción. Si su campaña se basa en la crítica y en el desprestigio, si se presentan “a la contra” del PNV, fracasarán estrepitosamente.

Los últimos datos “macro” conocidos estos días –inversión sanitaria,  innovación, prestación social- confirman el liderazgo de Euskadi  en lo que a gestión pública se refiere. Un liderazgo que avala la gestión desarrollada institucionalmente por el PNV. Pero Ese diferencial no será suficiente en sí mismo para que los nacionalistas revaliden la confianza del electorado. Deberán, en los escasos días que durará la campaña, presentar nuevos objetivos, nuevos retos, nuevas actuaciones que hagan ver a la masa social vasca que, además de trayectoria y de garantía en la gestión, el PNV mira al futuro.


Si así lo hace, si evita el zafarrancho  y pone en valor su garantía de gestión con un nuevo programa, tendrá buena parte del terreno ganado. El resto lo harán posible los hombres y mujeres  que como Ander Salaberria, darán lo mejor de sí mismos por su partido y por Euskadi.

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