Parece que en verano todo es diferente. Y lo es. Pero las noticias trágicas y
desafortunadas también se prodigan. A pesar de la relajación y del paréntesis
que pongamos a nuestras preocupaciones públicas, el infortunio no descansa.
Sobre todo cuando hablamos de la vida humana que no conoce de vacaciones ni de
ocios en tregua. La vida, sí, inexorable hacia la muerte como un elemento más
de su condición fugaz.
He conocido en días pasados la desaparición de personas
conocidas a las que la muerte les ha sorprendido mientras una mayoría
disfrutábamos de ese limbo vacacional de fiestas, verbenas, celebraciones y
despreocupación. A algunos, su final llegó súbito e inesperado. A otros, el
padecimiento les acompañaba desde hace tiempo. Mi aflicción y sentimiento para
quienes se han ido y para sus familias.
Entre ellos me quedo con un nombre, Ander Salaberria. Para muchos un desconocido. También en parte
para mí, pero esa sensación de anonimato incierto es la que me ha animado a
escribir estas líneas. Ander fue un militante convencido del nacionalismo
vasco. Abertzale, euskaltzale, defensor de sus amigos, de las causas nobles. Su
compromiso le llevó a ser alcalde de Durango en 1983. De allí, cinco años más
tarde, pasó a ser director de Acción Territorial en la Diputación foral de
Bizkaia. Allí le conocí.
Como otros muchos, su compromiso para con este país le
generó desvelos. Alegrías y sinsabores. Sin esperar nada a cambio. Siempre con
una sonrisa debajo del bigote que le hacía reconocible. Ander puso en su
cometido todo su arrojo. En defensa de
los municipios de Bizkaia. Lo hizo lo mejor que pudo y su labor en la
institución foral acabó, con total normalidad, cuando un nuevo equipo tomó las
riendas y se produjo el relevo natural. Unos se iban y otros venían
Ander dejó de ser director. Me imagino que por entonces
cobraría la cesantía que legalmente le correspondía –el sueldo de una
mensualidad bruta- y se volvió a su casa. Ni paro, ni pensión vitalicia ni
privilegio alguno, pese a que todavía haya imbéciles por ahí que gratuita y
falsamente atribuyen a los cargos públicos prebendas inexistentes.
Fuera de la actividad institucional, por un tiempo, perdí de
vista a Ander. Más tarde supe que pretendió incorporarse a su trabajo pero, por
desgracia, el transcurrir del tiempo en el ayuntamiento y en la diputación, le
privó mantenerlo. Así que, como emergió,
se sumergió en su familia. En su Durango. Nada pidió ni reclamó. Lo suyo había
sido compromiso. Voluntad personal para con Euskadi. Tiempo más tarde –no
sabría precisar cuánto- , llegó hasta mis oídos una información. El ex alcalde,
el ex director, lo estaba pasando mal. Sin posibilidad de retomar su empleo,
sin decir nada a nadie, humildemente, sobrevivía al amparo de las ayudas
sociales.
¡Ay los privilegios de la política! ¡Ay la recompensa de los
poderosos!. ¡Cuántos sinsabores deja el servicio público! ¡Cuántas mentiras
pregonadas como cuchillos!.
Ander siguió militanto. Siendo un activista. Un alderdikide
de los pies a la cabeza. Ejemplo de dignidad, de sacrificio, de creer en una
causa justa y entregar a ella hasta el último gramo de su energía. Después de una larga enfermedad, Ander
Salaberria se ha ido. Sin ruido, en ese anonimato que a muchos les ha hecho
pasar su historia como inadvertida.
En Ander quiero ver el ejemplo de muchos hombres y mujeres
que se han llegado a comprometer con su país. Que han ocupado puestos de
responsabilidad en las instituciones por voluntad y por creencia. Personas que
han cedido parte de su tiempo vital, de sus familias, a la búsqueda del bien
común. Que han hecho grande el sentido de la política y que, por desgracia, en
los tiempos que corren, se sienten abatidos por un discurso fácil y tramposo
que envilece y denigra todo lo que la política envuelve.
Hoy, que lo sencillo es decir que todo es un asco, me rebelo
en nombre de Ander y de tantos otros. La “política” vasca está hecha de esa
pasta en la que las ideas priman, en la que aún se cree en el servicio público.
Aunque algunos hablen de coches oficiales, de comilonas, de prebendas
inconfesables, de corrupción generalizada.
La política vasca que yo conozco, la que representaba Ander
Salaberria era la que restaba horas a la familia para dedicarlas a la
responsabilidad asumida. La que se llevaba el trabajo a casa. La que siempre
buscaba la mejor solución a los problemas,
aunque en la decisión final se equivocara.
No he conocido a nadie que se haya forrado beneficiándose del cargo. Ni quien ha
accedido a una candidatura, o a un puesto público pensando en medrar, en
incrementar su patrimonio. Tampoco soy ingenuo. Sé que hay Bárcenas o Ratose en
el colectivo. Como en todos. Pero me indigna esa generalización permanente que
se hace , sin prueba ni indicio que corroboren la acusación.
Hay quienes han hecho de la indignación un leit motiv para
fraguarse una alternativa o una opción diferente. Ponen el grito en el cielo
porque a unos electos se les haga llegar unas invitaciones al parque infantil
de navidad pero nada dicen de las clases particulares de inglés que sus
portavoces disfrutan gracias al presupuesto público de la institución en la que
ocupan escaño. Martillos pilones de la
“casta” a los que se les “olvida” el pago de la seguridad social de los
empleados propios. No generalizaré con ellos, porque tampoco sería justo. Pero
les costará probar su integridad hasta llegar a la suela del zapato de personas
como Ander Salaberria.
Hemos conocido estos días las candidaturas presentadas por
las formaciones políticas de cara a las elecciones autonómicas que se
celebrarán el último domingo de septiembre. Confío en la integridad de todas
las personas allí determinadas. Del primero a la última candidatura y en todas
las opciones.
Todos y todas merecen igual respeto. Quienes aparecen por
primera vez en el escaparate político hasta quienes tienen acreditada
experiencia en este campo. Espero que cuando el paréntesis político que todos
ellos han decidido abrir, cuando su
mandato finalice, todos y todas gocen de las mismas oportunidades para
reincorporarse a sus actividades laborales. Porque estoy por ver que a unos se
les reconozca el derecho a volver a ser “profesionales independientes” cuando
pretendan ocupar sus plazas en los medios públicos de comunicación y al resto
se les cuestione el destino con esa milonga de las “puertas giratorias”. Ni
bulas ni sectarismos. Igualdad de trato para todas y todos.
La carrera electoral está a punto de comenzar. La gran
disyuntiva que vamos a contemplar en este corto espacio de disputa política
(afortunadamente) se resume en dos propuestas: Unos que plantearán sacar del gobierno al PNV, para lo que
bascularán sus mensajes en alianzas, apoyos, sumas y alternativas, y
otros, los nacionalistas vascos que intentarán convencer al electorado vasco
que la senda de estabilidad y de crecimiento
cuenta con su experiencia y palmarés con la mejor garantía de progreso y bienestar para todos.
En síntesis; lo conocido –el PNV- o el cambio cuyas
consecuencias nadie sabe calibrar. El
resultado final vendrá dado por
determinar cuál de las dos opciones
convence al electorado vasco. Si las fuerzas que buscan la alternancia
son capaces de presentar ofertas de
futuro creíble y realistas, si su
suma es factible, más allá de
declaraciones de intenciones imposibles, el 26-s tendrán una opción. Si su
campaña se basa en la crítica y en el desprestigio, si se presentan “a la
contra” del PNV, fracasarán estrepitosamente.
Los últimos datos “macro” conocidos estos días –inversión
sanitaria, innovación, prestación
social- confirman el liderazgo de Euskadi
en lo que a gestión pública se refiere. Un liderazgo que avala la
gestión desarrollada institucionalmente por el PNV. Pero Ese diferencial no
será suficiente en sí mismo para que los nacionalistas revaliden la confianza
del electorado. Deberán, en los escasos días que durará la campaña, presentar
nuevos objetivos, nuevos retos, nuevas actuaciones que hagan ver a la masa
social vasca que, además de trayectoria y de garantía en la gestión, el PNV
mira al futuro.
Si así lo hace, si evita el zafarrancho y pone en valor su garantía de gestión con un
nuevo programa, tendrá buena parte del terreno ganado. El resto lo harán
posible los hombres y mujeres que como
Ander Salaberria, darán lo mejor de sí mismos por su partido y por Euskadi.
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