Acondicionado en una ladera del cementerio elgoibartarra de
Olaso, este equipamiento funerario será el primero de los que “Gogora” pretende
poner en marcha en diferentes localidades de la geografía vasca para recuperar
la dignidad de las personas desaparecidas durante el franquismo. En los últimos años y gracias a la
colaboración entre el Gobierno Vasco, la sociedad Aranzadi y organizaciones
memorialistas se han podido localizar en Euskadi 80 fosas en las que existe
constatación de enterramientos vinculados a la guerra civil. En todas ellas se
pretende exhumar los restos humanos allí
enterrados para, si es posible, identificarlos y entregarlos a sus familiares directos
en la búsqueda de los principios de verdad, justicia y reparación.
En esos pilares se sustenta la denominada Memoria Histórica.
Sin odio. Sin revancha. Simplemente como compromiso democrático de respeto a
los derechos humanos, a la dignidad de las personas y, especialmente, a las
víctimas.
Cuando el sufrimiento ha dejado tanto poso en una sociedad
como la nuestra, mantener la viva la memoria debe ser un factor determinante
para que las generaciones venideras estén libres de la pesada losa de violencia
padecida. Para que la atrocidad no se repita jamás y para que la convivencia se
sustente en el respeto de todos los derechos humanos para todas las personas.
Pero apelar a la memoria implica dar pasos, construir
espacios de recuperación, de resarcimiento del daño padecido. Exige investigar.
Abrir fosas comunes, eliminar símbolos
de confrontación, borrar los vestigios de un pasado apologético del dolor, de la represión.
Reconocer el daño causado.
El pasado día 4, el lehendakari Iñigo Urkullu escribía un
artículo en las redes sociales en el que reconocía la injusticia padecida por
224 presos pertenecientes al bando sublevado que fueron asesinados en Bilbao en cuatro centros de reclusión dependientes
del Gobierno vasco. Ocurrió en 1937, a dos meses escasos de la configuración
del primer ejecutivo de Euskadi. Tras un ataque aéreo de la aviación franquista
a la villa que causó varios muertos, una manifestación espontánea con
milicianos de diversas ideologías se dirigió a las cárceles de Larrinaga, Carmelo, los Ángeles Custodios y Casa Galera.
Los centros penitenciarios fueron asaltados y 224 reclusos violentamente asesinados.
Ochenta años de una masacre en medio de una guerra cruel y
despiadada. Muchos no entendieron el
mensaje reflejado por Urkullu pero su gesto, inusual en el ámbito político que vivimos, debe ser tenido como un esfuerzo sincero y
auténtico de autocrítica. De reconocimiento y aproximación a la verdad y a la
memoria de todas las víctimas. De todas sin exclusión.
En el polo opuesto a esta declaración nos encontramos con el
lamentable episodio protagonizado esta
misma semana por los concejales del Partido Popular en el ayuntamiento de
Bilbao. Según sus propias explicaciones,
pretendían provocar una reflexión en relación a la utilización de la Ley de
Memoria Histórica. Y el aldabonazo fue mayúsculo pues confundieron el culo con
las témporas.
La moción fallida pretendía, en virtud de una lectura
torticera de la Ley de Memoria Histórica, eliminar del callejero bilbaíno los
nombres de Dolores Ibarruri, Zumalacarregui y Sabino Arana. Y para
justificar la boutade se hacía
referencia al comunismo de Stalin, la legión Cóndor y la banda terrorista ETA.
Si ya estábamos hartos de la utilización de las “víctimas”
como arma arrojadiza a la que nos tenía acostumbrados el PP, solo nos faltaba admitir esta provocación al amparo de la “memoria histórica”.
Vergüenza histórica debía darles.
Desandar los pasos dados, eliminar la moción e intentar hacer olvidar
cuanto antes la penosa
instrumentalización política de la cuestión era su única salida. Lo hicieron rápido pero, de por medio,
quedaron los lamentables argumentos aducidos por el portavoz popular, Luis
Eguiluz. A su juicio, el error estaba en
que comunicaron mal su propuesta ya que lo único que pretendían era provocar
una “reflexión” sobre cual es el “embudo” y el “rasero” a la hora de “borrar
nombres de nuestra historia”.
Cuando todavía hoy hay gente que busca a sus antepasados en
las cunetas sin que su gobierno –el español-
les ofrezca una mínima satisfacción para resarcir su sufrimiento, cuando
al día de hoy se prodigan, toponímicos y símbolos franquistas y sus
representantes se nieguen a borrarlos, resulta
irritante que munícipes como los populares bilbaínos se permitan chanzas
o frivolidades sobre la “memoria histórica”. No, no es un tema baladí, ni una
cuestión gestionada inadecuadamente. Es una falta de respeto, una ausencia
absoluta de escrúpulos. Y no expreso mi ofuscación porque en la desafortunada
iniciativa se intentara desacreditar a
Sabino Arana. La cuestión va más allá. Trasciende del ámbito político para
interferir en el campo de los sentimientos.
El desconsuelo por este comportamiento irresponsable tiene su contrapartida pendular
por quienes, habiendo puesto el grito en el cielo por la insensibilidad del PP,
se comportan de manera similar al otro
lado del espectro ideológico. Me refiero a quienes hipócritamente reclaman “memoria” y, al mismo tiempo son
incapaces de mirarse en el espejo y
reconocer sus errores del pasado.
Resulta poco edificante asistir a la farsa de quienes
públicamente se manifiestan como activistas de la libertad, como defensores de
las causas de los pueblos y de las personas, escondiendo en su dogmatismo la
intolerancia de los sectarios. Centro el tema. El 27 de enero de cada año la
UNESCO rinde tributo a las víctimas del Holocausto. En esta fecha se conmemora
la liberación en 1945 por las tropas soviéticas del campo de concentración y
exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Durante
la Segunda Guerra Mundial, el régimen nazi y sus colaboradores asesinaron a
unos seis millones de judíos, -hombres, mujeres y niños-, en un intento de
aniquilar sistemáticamente a esta comunidad de Europa. Asimismopersiguieron y
mataron a millones de personas de otros grupos, entre ellos a gitanos (roma y
sinti), discapacitados, opositores políticos, homosexuales y a miembros de
muchos otros colectivos. El recuerdo de esta barbaridad debe estar presente hoy
y mañana en nuestras sociedades ya que quien
olvida su historia está condenado a repetirla. Negar su existencia está
considerado como una teoría de conspiración antisemita y está perseguida
penalmente en varios países europeos incluyendo a Alemania y Austria, al
entenderse como ocultamiento de genocidio con conocimiento, o consentimiento y
aprobación o justificación del mismo.
Negar lo evidente es una cosa. Otra, todavía peor, es
ofuscar deliberadamente esa memoria. Ha llegado hasta mis manos el panfleto de
una jornada organizada en Gipuzkoa por la
ONG vasca “Mundubat”. Se trata de un foro para, supuestamente, promocionar acciones a favor de los derechos
de la sociedad de Palestina. Un acto que promueve el boicot, las desinversiones
y las sanciones contra Israel. Y que prevé la participación de notables
activistas contrarios y negacionistas del Estado judío. El encuentro, que según
la publicidad emitida cuenta con algún apoyo institucional (la Diputación de
Gipuzkoa gobernada la última legislatura
por EH Bildu subvencionó anticipadamente el proyecto), está previsto
desarrollarse, precisamente, el viernes 27 de enero, conmemoración de
Holocausto.
No soy sionista. Como nacionalista vasco admiro al pueblo
judío y su entereza por sobrevivir en las condiciones más extremas. Pero
comprendo el derecho palestino a su propio Estado. Rechazo muchas de las acciones que el gobierno
de Israel lleva a cabo por considerarlas
contrarias a los derechos humanos básicos. Tampoco acepto la política de
asentamientos o las represalias arbitrarias contra el pueblo palestino.
Pero creo que el acto organizado por la “progresía” de este
país es una provocación. Una provocación arbitraria e injusta. Me causa vergüenza
e indignación. Por eso alzo la voz.
Tengamos memoria, vergüenza y dignidad. Derecho a la verdad,
a la justicia, a la reparación como garantía de no repetición del sufrimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario