sábado, 11 de febrero de 2017

LA CARA TRISTE DE VISTA-ALEGRE

Fin de semana de congresos. El Partido Popular se reúne, plácidamente, para conocer las decisiones que Mariano Rajoy, dueño y señor del partido, se ha reservado hasta última hora. Designaciones a un lado, la cita congresual servirá para adivinar  la estrategia que los populares se reservan para afianzar su minoría en las Cortes Generales. 

Rajoy pretende una legislatura larga. Esa es su voluntad ya que, quienes le conocen –que no son tantos- están convencidos de que este mandato será el último para él y por ello necesita  tener recorrido para ordenar su salida  y establecer sucesiones. Un tránsito calmado y previsible. Sin sobresaltos. Para conseguirlo, necesita cerrar el vínculo con Ciudadanos –aunque a Rajoy le desagrade la alianza con Rivera- y, en paralelo, ir estableciendo acuerdos con los socialistas a quienes desea recuperados en el menor plazo de tiempo posible. 

Pero una cosa es querer y otra poder. Rajoy jugaba con la baza de que el PSOE cosería sus heridas de la mano de Susana Díaz. Sus contactos con los socialistas  orgánicos históricos así se lo habían hecho ver. Con ella en Ferraz, las alianzas puntuales deberían servir para ganar tiempo y refortalecer  las relaciones del bipartidismo tradicional, en un viaje al futuro que añoraba el pasado.  Así debía entenderse la voluntad del actual gobierno de no llevar al parlamento nada que supusiera una incomodidad para los regidores interinos socialistas. Toda iniciativa debía intentarse pactar por debajo. “Sotto voce”. Se hizo con la modificación impositiva, con el incremento del salario mínimo interprofesional, con el techo de gasto que permitía presupuestos en las comunidades autónomas con un nuevo déficit, y hasta con la adecuación legal de la sentencia europea sobre las cláusulas-suelo hipotecarias. Acuerdos entre bambalinas que permitían al gobierno español lavarse la cara ante Europa y que no comprometía la imagen socialista, muy dañada internamente tras el giro estratégico que permitiera la investidura del político gallego.

Esta confluencia de intereses, estabilidad y tiempo para la sanación del PSOE, había instalado la idea en el PP de que el actual ejercicio -2017- podría salvarse sin ser necesaria la aprobación de unos presupuestos específicos. El recorte del déficit, exigido desde Bruselas, podía gestionarse a través de una prórroga complementada  con decretos leyes que, a regañadientes y buscando su propia sanación, serían, cuando menos, no bloqueados, por los socialistas. 

De ahí que el tiempo transcurriese sin prisa alguna y sin mención relevante a la imperiosa necesidad de negociar los presupuestos de 2017.  ¿Para qué correr riesgo de una negociación si ya en junio habría que establecer unas nuevas previsiones de gasto para 2018?.

Pero Rajoy ha debido llegar a la conclusión de que los socialistas necesitarán mucho más tiempo para recuperarse de lo que él creyera en un principio. Las “primarias”  en el PSOE han vuelto a dibujar un panorama nada claro y hasta los analistas más avezados no descartan que el conflicto interno vuelva  a ser cruento, lo que lleve a pensar que el resultado final  del mismo sea imprevisible. Sí, según parece,  Pedro Sánchez, a quien algunos habían dado por muerto, puede tener algunas posibilidades de ganar en un pulso directo contra todo el aparato de la gestora y añadidos. La clave está en si, al final de todo el proceso, la militancia (terriblemente cabreada) se vuelca en la participación o si los estamentos orgánicos serán capaces de reconducir el malestar interno. Tal es la incertidumbre que ya nadie asegura rotundamente  que Susana Díaz termine por presentarse a las primarias.  Eso significa riesgo y en ese clima quizá la solución pase por la fabricación de una nueva candidatura. Un “tapado” que no genere la desconfianza que la presidenta andaluza ha creado en muchas federaciones socialistas. 

Todo este horizonte parece haber aconsejado a Rajoy a cambiar el chip y ahora sí, con prisas y con muchas incógnitas, buscará aprobar, en el corto plazo, un presupuesto para 2017.  ¿Con el apoyo de quien?. Adivina, adivinanza.  

Ese giro puede ser el aspecto más destacable del congreso popular del fin de semana. Un cónclave que parece calmado, sin grandes  sobresaltos ni disputas, más allá de las novedades que Rajoy tenga a bien desvelar.

Donde las aguas no están remansadas y el congreso apunta cataclismo es en Podemos. Nadie podía imaginar que en tan corto espacio de vida y con la expectativa generada por esta formación se consumara una crisis tan grave como la que su clase dirigente está protagonizando. “Vista alegre 2”   lleva camino de convertirse en la “mirada más triste” de Podemos. La fractura, emitida en directo, por los responsables de los “círculos” ha puesto en evidencia y en solfa la virtualidad de la “nueva política”.  Las ideas, las propuestas, o no han existido o han cedido todo protagonismo a una lucha fratricida en la que el cesarismo, la pugna por el poder y la destrucción del adversario, se ha convertido en la principal referencia.  

Resulta difícil entender las razones de la fractura pero es paradigmático contemplar el duelo de “Ok corral”  de quienes, con suma petulancia, se han permitido hasta ahora criticar y demonizar a todo el mundo por practicar una política alejada de la gente y sustentada en el interés propio. Ja, ja. Podemos y sus dirigentes han demostrado que son tan casta, o más, que los demás. Que lo que les interesa es mandar, dirigir, mantener su estatus de privilegio. Iglesias y sus fieles colaboradores han convertido “Vista Alegre 2” en un órdago permanente. “Yo o el caos”. Caudillismo trasnochado, prepotencia sin límites.  Vanidad desbordada que se ha fotografiado ante una sociedad atónita que ahora sabe, sin trampa ni cartón, qué existe al otro lado del espejo de quienes crecieron alimentando la esperanza de cambiar la política. Se acabó la poesía, el “adanismo”, la ingenuidad y la supremacía ética y moral.

Podemos ha dilapidado, a bofetadas, su imagen angelical de constituir una alternativa para “asaltar los cielos”.  Iglesias, Errejón y quienes se han enzarzado en la lucha por el poder han arrastrado a su organización por los infiernos de la política.  Y, sea cual fuere el resultado final de su congreso, la consecuencia de su ambición cainita será indudable.

Podemos ha perdido ya. Ha perdido confianza. Ha perdido verdad. Ha perdido credibilidad.

Pero, si decepcionante ha sido el devenir del proceso interno de Podemos, todavía hay algo más en el  comportamiento de parte de su  colectivo que consterna con mayor agudeza. Esta misma semana hemos conocido, a través de los medios de comunicación, que una senadora alavesa de esa formación se ha visto envuelta en un desahucio judicial por no pagar el alquiler social de la vivienda de protección oficial que disfrutaba. ¿Una senadora en una vivienda de protección oficial?. 

La senadora en cuestión, Elvira García, que obtuvo su acta en la Cámara alta en las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016,  será desalojada de su vivienda por los  impagos continuados de la renta de alquiler –de 200 euros- y por otros incumplimientos graves en las condiciones de acceso a un piso protegido. La deuda total de la senadora supera los 3.000 euros, mientras que su salario mensual en la Cámara Alta  se acerca a los 5.000 euros. 

Son varios días ya desde que esta noticia se ha conocido y nadie la ha desmentido.  Días en los que por coherencia  y por vergüenza,  la senadora García debería haber dado la cara. No lo ha hecho. Tampoco ha dimitido. Y, lo que es peor, Podemos no ha pedido que lo haga.  ¿Dónde está la dignidad, la verdad, la autenticidad, la integridad de la política?. ¿En Vista-Alegre?. 

Primero fue Monedero y sus ingresos no declarados a Hacienda. Luego Echenique y el contrato de su asistente no cotizado a la Seguridad Social. Ahora una senadora que no paga el alquiler social del piso de protección oficial que disfruta. ¿Qué será lo siguiente?. Mejor no pensarlo.

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