Pensaba
que aquel estereotipo de hombre curtido
en la universidad de la bodeguilla, enfundado en mono azul y copa de sol y
sombra en mano había sucumbido a la
historia. Que era imposible ya revivir
aquella escena tan gráfica en la que el portento de sabiduría popular mojaba su
“faria” –envuelto en papel de fumar y empalillado- al tiempo que dedicaba a la “cátedra” proverbios y sentencias incontestables, siempre remarcadas por el
latiguillo “¿tengo o no tengo razón?”. Mi subconsciente consideraba extinto tal
espécimen humano. Como los neandertales.
Pero la tozuda realidad me reveló lo equivocado que estaba. La especie seguía y
sigue aquí. Evolucionada. Pero sobrevive entre nosotros.
Doy fe.
El pasado jueves, un ejemplar de este género me atacó sin posibilidad de que me zafara de su presencia.
Pretendía comer. Andaba liado y en la cafetería pedí un pincho de tortilla y
una cerveza. Algo rápido y frugal. Mientras
la vianda se calentaba en el microondas, me asaltó de repente.
“Mediavilla. Porque eres Mediavilla ¿no?”. Sonreí y asentí con cara de bueno
–mi madre me dice que, ante todo, hay que ser educado -.
“Me vas
a perdonar, pero quería decirte una
cosita”. “Ay ama! –pensé-. Un “robador
de tiempo”. Fue peor. Un “tolosa”
activo.
.- No
molesto ¿verdad?. Tranqui, que seré breve…
Ni se
presentó. Mejor. Así que no me tuve que quedar con su nombre. Me quedé con todo
lo demás. No era muy alto. Edad
indeterminada. Camisa abierta en tres botones enseñando pelo en pecho. Chaqueta
sobre los hombros. Gesticulante. Y estrábico en la mirada.
“Me
gustan muchos tus artículos de los domingos (se publican los sábados). Y,
además, políticamente lo estáis haciendo fenomenal. Pero…-siempre hay un
“pero”- no estáis negociando bien con
Madrid”.
.-¿Negociando?.
Ahí
empezó la clase magistral. La tesis era similar a la que plantea Sun Tzu en el
“arte de la guerra”. Pero en “román paladino”
adaptado y dislexico. “Hay que poner a Mariano entre la espalda y la
pared” (sic). (Entre la espalda y la
pared ¿qué margen queda?) . “En un
membrete” (sic). “Que sientan el aliento
en los cojones” (sic) (que repelús por Dios).
.-Será
en el cogote. –le corregí-
..- No,
en los cojones –ratificó-.Se piensa más con los cojones que con el cogote. (no
le faltaba razón). Y cuando estén acorralados y sin salida…reclamarles hasta el
oro de Moscú.
.-¿Qué?.
.-Sí.
Lo que haga falta. Que estos están acostumbrados a “nadar en la ambulancia”
(sic). (no me imagino yo a Rajoy chapoteando en un vehículo sanitario). Hay que andar vivos. Que Aitor cargue el
tractor todo lo que pueda y lo traiga para casa. Que será bien venido.
Por un
momento creí que se trataba de un programa de cámara oculta. Miré a un lado y a
otro. Solo vi la tortilla. Fría de
nuevo. La cerveza sin espuma. Y al “asesor” espontáneo, a quien bauticé como Honorio.
Con un ojo aquí y otro en Orio.
Quería
reír. A carcajadas. Pero me acordaba de mi madre. “Ser educado”. Parecerlo al
menos, aunque diera la impresión de ser idiota. Casi me meo todo. Pero aguanté.
“Una
cosa más –fue terminando-. Aquí, kontuz con lo de la fiscalía (sic). Que todo
el mundo habla por no callar. Pero pagar más no quiere nadie. Ni los de
“Podemos”. Mucho subir impuestos y no
pagan ni el alquiler social. Al final, pagamos justos por “pescadores” (sic) “
.-
Bueno chavalote. Come algo que te vas a quedar en los huesos (sic). Eutsi gogor!.
Ya te leeré el domingo.
Mandé
recalentar la tortilla y pedí otra caña. Bien fría. La tabernera, acostumbrada a convivir con
todo tipo de fauna, me despejó el horizonte. “Suele venir casi todos los
jueves. Le gusta hablar mucho. Busca a alguien conocido y le mete una chapa
de aupa. Luego, se toma una copa de patxaran, sale a la calle a fumarse un
“rossli” y se marcha”.
Aprendí
que los jueves no son días para comer
pinchos.
En la
actividad política también resisten los
temas clásicos. Lo de Madrid da y dará
para mucho. Aquí, en Euskadi,
vuelve el conocido discurso de la
“reforma fiscal”. Han pasado escasamente
tres años desde que el sistema tributario vasco se renovara en los ámbitos
impositivos en los que las instituciones forales tienen competencia normativa.
La legislación novada correspondió al
IRPF, el Impuesto de Sociedades, las
Sucesiones y Donaciones y las Transmisiones patrimoniales. Aquel cambio normativo fue rubricado por los
partidos PNV, PSE y PP. La mayoría institucional.
Sin tan
siquiera conocer el comportamiento de
aquellos cambios, una parte de los
partidos de la oposición y algún sindicato, se han lanzado a reclamar una “reforma fiscal”. Sus mensajes, etéreos y con escaso rigor,
claman por un vuelco en la fiscalidad. En su criterio, una nueva tributación posibilitaría más recursos públicos –más
dinero a las administraciones- para hacer frente a las necesidades
sociales. Y, ya este punto de partida
surge de una premisa errónea.
Los
impuestos en los que los territorios forales tienen competencia normativa son los directos, que en el conjunto de la
recaudación global de la Comunidad Autónoma no llegan ni tan siquiera al 50% del total. El resto del dinero recaudado –la
otra mitad- corresponde a la imposición indirecta (IVA y especiales) cuya capacidad regulatoria corresponde al Estado.
Segunda
precisión; si atendiéramos exclusivamente a nuestro ámbito competencial,
sólo un impuesto tiene capacidad real de
ofrecer más dinero (de forma notable) al
sistema público. Se trata del IRPF. Pero
esa capacidad recaudatoria recaería directamente sobre los asalariados del país. Usted, lector, y yo
mismo.
No creo
que nadie, ni tan siquiera los promotores de la pretendida “reforma” estén por la labor de apretar más la clavijas al
contribuyente (bajo y medio) eliminando
de la declaración de la renta deducciones
básicas. No parece lógico. Ni cabal.
El
discurso fácil de que “los ricos paguen
más” (que aquí ya lo hacen) tendría, como se ha demostrado carácter residual,
pues son muy pocos los que en este país ganan más de 90.000 euros (el marginal
máximo está en el 49%, por encima de la tarifa española), y su contribución al
fisco, porcentualmente es pequeña.
Otro de
los mitos utilizados en este debate artificial –pero muy fácil de manipular- es
reclamar que “los empresarios” paguen lo
que deben. Hay que tener en cuenta que
el impuesto sobre sociedades no está
dirigido a los “empresarios” sino a las empresas. Y que éstas sólo pueden pagar
si tienen beneficios. La crisis económica que hoy parece superarse ha dejado a
muchas sociedades vascas –más del 80%
son pequeñas y medianas- con pérdidas en
sus balances y ahora, y sólo ahora, parecen repuntar los beneficios. (las
empresas grandes tributan con la normativa estatal y aquí solo dejan un porcentaje similar al volumen de sus
operaciones realizadas en nuestros territorios). De ahí que este tributo sólo alcance, en la
bolsa global de la recaudación, el 8% de los dineros recaudados.
Pero
aún hay más. El Impuesto sobre sociedades no tiene como objetivo básico la
recaudación. Es una herramienta de política económica de cara a incentivar la
inversión y la actividad. Las empresas deben pagar, justamente, por sus
beneficios, pero no nos olvidemos que son ellas las que aportan empleo (IRPF) y
consumo (IVA y especiales).
Sí.
Todo es muy complicado. Mucho más de lo
aparentan las soflamas de algunos.
El
balance de los dos últimos años de
normativa tributaria propia parece
demostrar que las medidas adoptadas en la última modificación fiscal funcionan
correctamente. No en vano, la recaudación pública se ha incrementado alrededor
de un 3%.
Crecer
anualmente en recursos alrededor del 3% no es mala cosa. Al contrario. Es algo
digno de poner en valor. Lo que ocurre es
que con esos crecimientos difícilmente
se podrán cubrir las expectativas de gasto que todos demandamos. Y ahí surgirá el siguiente debate; ¿Cuáles
serán las prioridades de gasto que
deberemos proteger para mantener el bienestar?.
Ahora toca evaluar el impacto de nuestro sistema. Comprobar
si las medidas tributarias aprobadas en 2013 funcionan correctamente o no.
Detectar el margen de mejora que tenemos para conseguir un mayor rendimiento en
la recaudación sin dejar de ser, ni justos
en la contribución tributaria de la gente, ni competitivos para
favorecer y posibilitar la actividad económica, empresarial y de empleo.
Sobra retórica. Hablar por no callar. Lo productivo es hacer un diagnóstico del
sistema y a partir de ahí, modificar y corregir
aquello que funcione de forma inadecuada. A esa búsqueda de la mejora
impositiva, el PNV está dispuesto y tiende
la mano a todo el arco parlamentario.
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