Para
cuando el lector acceda a estas líneas, y si nada extraordinario haya ocurrido,
se habrá producido ya el tan esperado desarme de ETA. Bueno, no sé bien como
llamar a lo acontecido. A la Izquierda Abertzale no le gusta hablar de “entrega
de las armas”. Para ellos, tal acepción tiene un componente de “derrota”. O de
“rendición”. Y, ya se sabe que el “relato” tiene una trascendencia
extraordinariamente relevante para algunos. Que se lo pregunten si no a Martin Garitano
cuya columna titulada “Adiós a las armas” publicada en “Gara” tiene tela. Para
el ex diputado general de Gipuzkoa las
armas son una herramienta, “hierro”. Lo realmente importante es que haya “resistentes” dispuestos a usarlas. Lamentable. Y ahí me quedo.
Digo
que el “desarme” se habrá producido, ya que
lo relevante en este caso habrá
sido el traslado de la información de la localización geográfica de los
arsenales ocultos. Una información que desde la propia ETA como origen habrá
llegado, a través de manos intermediarias diversas, hasta una autoridad
judicial francesa que dispondrá las medidas legales oportunas para que el
material bélico oculto sea requisado, inventariado e investigado.
Espero,
de todo corazón, que este episodio, tardío y singular, no encuentre
contratiempo. Ni interferencia. Por encima de todos los “peros” que
podamos encontrar en esta alambicada
historia, está el principio del bien superior. El significado del final de una
actividad de violencia con lo que ello
supone de un proceso de no retorno y de
cierre de sufrimiento e injusticia.
Estoy
seguro que el gesto que hoy se representa no será del agrado de todos. Habrá quien lo califique de farsa, de
escenificación “trampa”. También sé que
se calificará de “insuficiente”, de un “blanqueo” del pasado.
Confío
que el trabajo discreto y serio de quienes han dedicado su empeño en que el
desarme sea verificado, contrastado y acorde a la legalidad nos permita
desmentir cualquier asomo de duda razonable
que empañe la expectativa generada. Estoy convencido que así será.
El que
ETA haya decidido, al fin, entregar su material mortífero, es una buena
noticia. Pero eso no significa que
debamos agradecerle nada. Se equivoca quien esto crea. De igual forma no
acertará quien estime que tras este desarme ha habido contraprestación alguna.
Se
equivocó ETA cuando pensó que tras su declaración de “cese definitivo” de
actividad, usaría su armamento como medida de cambio en una negociación. Más de
cinco años han tenido que pasar para que se hayan dado cuenta de que su estrategia era fallida. Que no había nadie
al otro lado de la mesa con el que negociar porque ni tan siquiera, en ese
escenario de epígono “pactado”, había
mesa en la que sentarse alrededor.
Más de
cinco años para caer en la cuenta de que
ya no tenía condiciones que plantear. Y mucho menos que imponer. Ya en el
pasado mes de diciembre sugerí que el desarme se había convertido para ETA en
un problema. Un laberinto del que no sabía
salir. Avergonzó primero a unos expertos internacionales a los ridiculizó en un
primer episodio de entrega de armas. Y puso en riesgo, más tarde, la libertad
de bienintencionados voluntarios a los que involucró en un segundo fiasco.
Cuando
el PNV, y más adelante el propio lehendakari sugirió la posibilidad de hallar
una “vía vasca”, un trazado propio para
efectuar el desarme, la respuesta fue negativa. ¿Cómo ceder ante el PNV o ante
el lehendakari?. No se pretendían “medallas” ni protagonismos partidistas. El
final de ETA ya no renta a nadie, y mucho menos en el ámbito electoral. Al
contrario, puede penalizar a quien estorbe en su camino, y a quien
obstinadamente piense que con su actitud pueda condicionar un resultado definitivo.
ETA ha
anunciado –lo hizo en la madrugada de ayer- que ya no era una organización
armada. Que de la misma manera que “tomamos las armas por el Pueblo Vasco”, “ahora
las dejamos en sus manos”. Nadie pidió a ETA
que en su nombre ejercitara la violencia. Nadie pidió a ETA que matara
en su nombre. Nadie le legitimó para asesinar, coaccionar o perseguir. Nadie le
dio bula para atentar contra los derechos humanos.
ETA ha
necesitado creer su propia mentira para
esconder su fracaso. Un naufragio que han pretendido maquillar con épica y con
gesta artificial.
ETA ha
reconocido ya que es una “organización desarmada”. Le queda asumir que ya no es
una “organización”. Esperemos que no tarde tanto tiempo en darse cuenta de
ello. Sin actividad, sin medios para ejercitarla, ¿qué sentido tiene mantenerse
como entidad?.
Alguien
responderá –desde sus aledaños- que mientras existan presos, ETA existirá. Y en
paralelo, su mundo fomenta un debate en
el colectivo carcelario que pretende abandonar el principio grupal, ligado a
una unidad de acción y a una disciplina, para trascender a las soluciones
individuales. Dejarán de ser “presos de
ETA” para ser simplemente “presos”. Por ahí
abrirán vías de solución a sus problemas. Pero, si la salida pasa por decisiones
individuales , ¿qué sentido tendrá mantener el grupo?.
Hoy era
el día “d”. “D” de “desarme”. Así lo habían prefijado los autodenominados “artesanos
de la paz”. Sus componentes, por mucho que determinados medios pretendan asociarlos
de una u otra forma con organizaciones
de la izquierda abertzale, no tienen vínculos
con ETA ni con nada que se le parezca. Son activistas sociales de múltiples
causas. Y gozan de esa dosis de inocencia ingenua tan característica de las mujeres
y hombres de Iparralde.
Ellos y
ellas se han creído de verdad lo que pretendían hacer. Sin mirada contaminada.
Y desde esa convicción un tanto candorosa han diseñado un proceso que, aunque haya
resultado extraño y hasta pintoresco, esperemos
hoy tenga principio y final.
Su
llamamiento a ser acompañados por “voluntarios” pretendía blindar su seguridad ante el afloramiento de
las armas. No olvidemos que cinco de ellos ya fueron detenidos. Y que sobre
ellos, la justicia francesa, había presentado cargos de indicios presuntamente delictivos.
Reincidir en los mismos podría tener para ellos consecuencias graves. De ahí su
llamamiento a ser acompañados.
Escoltados. Para salvaguardar la seguridad. Y para que la solidaridad de un “muro humano”
hiciera fructificar el desarme final y total de la única organización terrorista que aún existe en la
Europa occidental.
Pero
tal llamamiento fue entendido e interpretado por
otros de forma diferente. Como si lo que se pretendiera protagonizar fuera una fiesta popular o una
verbena. Quizá alguno pretenda transfigurar
el funeral de ETA en un glosario a su organización. Sería como travestir el
símbolo de su derrota en una exaltación de nostálgicos contrariados. Como “saborear”
un sorbo de néctar amargo en una mañana de destemplada resaca.
Esperemos
que los actos prefijados en Baiona y
alrededores no desenfoquen el momento. Que nadie lleve el agua a su molino y
traduzca el desarme con algo que no es ni se pretendía.
Que
pase el día. Que los verificadores, verifiquen. Que no haya interferencias. Que
la información llegue a los ámbitos judiciales y de allí se establezca la
incautación de los depósitos. Que se acabe ya. Que termine el culebrón. Y que
lo haga con bien. Aunque queden rescoldos y polémicas que nos entretendrán en
las semanas sucesivas.
ETA hoy
es ya más historia que lo fue ayer. Mañana no ha de ser nada. Sólo un recuerdo
horrible.
El consenso político demostrado por la gran
mayoría de las fuerzas políticas y sociales vascas, el compromiso de las
instituciones –vascas y navarras- y el disimulado cambio de actitud evidenciado
en Madrid y París deben alentarnos a continuar trabajando en esta vía para
favorecer el final ordenado de la violencia y sus consecuencias.
Hoy se
escribe un punto y aparte. Busquemos el punto final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario