sábado, 8 de abril de 2017

BUSCAR EL PUNTO FINAL


Para cuando el lector acceda a estas líneas, y si nada extraordinario haya ocurrido, se habrá producido ya el tan esperado desarme de ETA. Bueno, no sé bien como llamar a lo acontecido. A la Izquierda Abertzale no le gusta hablar de “entrega de las armas”. Para ellos, tal acepción tiene un componente de “derrota”. O de “rendición”.  Y, ya se sabe  que el “relato” tiene una trascendencia extraordinariamente relevante para algunos.  Que se lo pregunten si no a Martin Garitano cuya columna titulada “Adiós a las armas” publicada en “Gara” tiene tela. Para el ex diputado general  de Gipuzkoa las armas son una herramienta, “hierro”. Lo realmente importante es que  haya “resistentes” dispuestos a usarlas.  Lamentable. Y ahí me quedo.
Digo que el “desarme”  se habrá producido,  ya que  lo relevante  en este caso habrá sido el traslado de la información de la localización geográfica de los arsenales ocultos. Una información que desde la propia ETA como origen habrá llegado, a través de manos intermediarias diversas, hasta una autoridad judicial francesa que dispondrá las medidas legales oportunas para que el material bélico oculto sea requisado, inventariado e investigado.
Espero, de todo corazón, que este episodio, tardío y singular, no encuentre contratiempo. Ni interferencia. Por encima de todos los “peros” que podamos  encontrar en esta alambicada historia, está el principio del bien superior. El significado del final de una actividad de violencia  con lo que ello supone  de un proceso de no retorno y de cierre de sufrimiento e injusticia.
Estoy seguro que el gesto que hoy se representa no será del agrado de todos.  Habrá quien lo califique de farsa, de escenificación “trampa”. También  sé que se calificará de “insuficiente”, de un “blanqueo” del pasado.
Confío que el trabajo discreto y serio de quienes han dedicado su empeño en que el desarme sea verificado, contrastado y acorde a la legalidad nos permita desmentir  cualquier asomo de duda razonable que empañe la expectativa generada. Estoy convencido que así será.
El que ETA haya decidido, al fin, entregar su material mortífero, es una buena noticia.  Pero eso no significa que debamos agradecerle nada. Se equivoca quien esto crea. De igual forma no acertará quien estime que tras este desarme ha habido contraprestación alguna.
Se equivocó ETA cuando pensó que tras su declaración de “cese definitivo” de actividad, usaría su armamento como medida de cambio en una negociación. Más de cinco años han tenido que pasar para que se hayan  dado cuenta de que  su estrategia era fallida. Que no había nadie al otro lado de la mesa con el que negociar porque ni tan siquiera, en ese escenario de epígono “pactado”,  había mesa en la que sentarse alrededor.
Más de cinco años para caer en la cuenta  de que ya no tenía condiciones que plantear. Y mucho menos que imponer. Ya en el pasado mes de diciembre sugerí que el desarme se había convertido para ETA en un problema.  Un laberinto del que no sabía salir. Avergonzó primero a unos expertos internacionales a los ridiculizó en un primer episodio de entrega de armas. Y puso en riesgo, más tarde, la libertad de bienintencionados voluntarios a los que involucró en un segundo fiasco.
Cuando el PNV, y más adelante el propio lehendakari sugirió la posibilidad de hallar una “vía vasca”, un trazado  propio para efectuar el desarme, la respuesta fue negativa. ¿Cómo ceder ante el PNV o ante el lehendakari?. No se pretendían “medallas” ni protagonismos partidistas. El final de ETA ya no renta a nadie, y mucho menos en el ámbito electoral. Al contrario, puede penalizar a quien estorbe en su camino, y a quien obstinadamente piense que con su actitud pueda condicionar  un resultado definitivo.
ETA ha anunciado –lo hizo en la madrugada de ayer- que ya no era una organización armada. Que de la misma manera que “tomamos las armas por el Pueblo Vasco”, “ahora las dejamos en sus manos”. Nadie pidió a ETA  que en su nombre ejercitara la violencia. Nadie pidió a ETA que matara en su nombre. Nadie le legitimó para asesinar, coaccionar o perseguir. Nadie le dio bula para atentar contra los derechos humanos.
ETA ha necesitado creer  su propia mentira para esconder su fracaso. Un naufragio que han pretendido maquillar con épica y con gesta artificial.
ETA ha reconocido ya que es una “organización desarmada”. Le queda asumir que ya no es una “organización”. Esperemos que no tarde tanto tiempo en darse cuenta de ello. Sin actividad, sin medios para ejercitarla, ¿qué sentido tiene mantenerse como entidad?.
Alguien responderá –desde sus aledaños- que mientras existan presos, ETA existirá. Y en paralelo, su mundo  fomenta un debate en el colectivo carcelario que pretende abandonar el principio grupal, ligado a una unidad de acción y a una disciplina, para trascender a las soluciones individuales.  Dejarán de ser “presos de ETA” para ser simplemente “presos”. Por ahí  abrirán vías de solución a sus problemas.  Pero, si la salida pasa por decisiones individuales , ¿qué sentido tendrá mantener el grupo?.
Hoy era el día “d”. “D” de “desarme”. Así lo habían prefijado los autodenominados “artesanos de la paz”. Sus componentes, por mucho que determinados medios pretendan asociarlos  de una u otra forma con organizaciones de la izquierda abertzale,  no tienen vínculos con ETA ni con nada que se le parezca. Son activistas sociales de múltiples causas. Y gozan de esa dosis de inocencia ingenua tan característica de las mujeres y hombres de Iparralde.
Ellos y ellas se han creído de verdad lo que pretendían hacer. Sin mirada contaminada. Y desde esa convicción un tanto candorosa han diseñado un proceso que, aunque haya resultado extraño y hasta  pintoresco, esperemos hoy tenga principio y final.
Su llamamiento a ser acompañados por “voluntarios” pretendía  blindar su seguridad ante el afloramiento de las armas. No olvidemos que cinco de ellos ya fueron detenidos. Y que sobre ellos, la justicia francesa, había presentado cargos de indicios presuntamente delictivos. Reincidir en los mismos podría tener para ellos consecuencias graves. De ahí su llamamiento  a ser acompañados. Escoltados. Para salvaguardar la seguridad.  Y para que la solidaridad de un “muro humano” hiciera fructificar el desarme final y total de la única  organización terrorista que aún existe en la Europa occidental.
Pero tal   llamamiento fue entendido e interpretado por otros de forma diferente. Como si lo que se pretendiera  protagonizar fuera una fiesta popular o una verbena.  Quizá alguno pretenda transfigurar el funeral de ETA en un glosario a su organización. Sería como travestir el símbolo de su derrota en una exaltación de nostálgicos contrariados. Como “saborear” un sorbo de néctar amargo en una mañana de destemplada resaca.
Esperemos que los actos  prefijados en Baiona y alrededores no desenfoquen el momento. Que nadie lleve el agua a su molino y traduzca el desarme con algo que no es ni se pretendía.
Que pase el día. Que los verificadores, verifiquen. Que no haya interferencias. Que la información llegue a los ámbitos judiciales y de allí se establezca la incautación de los depósitos. Que se acabe ya. Que termine el culebrón. Y que lo haga con bien. Aunque queden rescoldos y polémicas que nos entretendrán en las semanas sucesivas.
ETA hoy es ya más historia que lo fue ayer. Mañana no ha de ser nada. Sólo un recuerdo horrible.
 El consenso político demostrado por la gran mayoría de las fuerzas políticas y sociales vascas, el compromiso de las instituciones –vascas y navarras- y el disimulado cambio de actitud evidenciado en Madrid y París deben alentarnos a continuar trabajando en esta vía para favorecer el final ordenado de la violencia y sus consecuencias. 
Hoy se escribe un punto y aparte. Busquemos el punto final.
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario