Sé que más de un lector le parecerá un comentario
asqueroso. Y ciertamente lo es. Pero no nos escandalicemos. Todos lo hacemos.
Sí. Todos. ¿Quién no se ha hurgado en la
nariz para sacarse un moco?. En
ocasiones, esta actividad resulta como un acto reflejo. El cerebro interpreta
un obstáculo en las fosas nasales y automáticamente se procede a despejar el
atasco. En otros momentos, la maniobra se convierte en algo más. En un
ejercicio de relajación, de ensimismamiento.
Ayer mismo, sin ir más lejos, lo pude comprobar.
Detenido en un atasco de tráfico, giré la cabeza y vi al conductor que tenía en
paralelo. El follón circulatorio resultaba exasperante. Nada se movía y el
personal comenzaba a alterarse. Pitos, gestos nerviosos, golpeo de volantes…Sin
embargo, el automovilista de al lado permanecía sereno. Como al margen del
estrés de la carretera. Es más, parecía concentrado. No era para menos. Un
movimiento fuera de control y el dedo índice le podía trepanar el cerebro.
Allí andaba el hombre, como sacando petróleo. Vuelta
para aquí, giro para allá. Una operación de alta precisión con un dedo
convertido en herramienta de alta tecnología. Pasados unos segundos de
minuciosa ocupación, el conductor se quedó mirando la punta del dedo. Seguro
que pensó; “buena pesca”. Amasó su captura con la yema del pulgar y, una vez
hecha una pelotilla bajó la ventanilla y la lanzó a la intemperie. Entonces me vio. Mientras no se había sentido
observado, aquel hombre parecía sosegado. Cuando propulsó el moco y se dio
cuenta de que atentamente seguía el procedimiento, sonrió trémulamente y visiblemente
turbado miró al horizonte de la caravana
de coches como si nada. Afortunadamente para él, el emplasto de deshecho nasal no impactó con mi parabrisas. Habríamos
tenido una bronca seria.
Hurgarse en las narices, como rascarse, es un gesto
natural. Solo su acción compulsiva
representa un problema. Lo verdaderamente comprometido es qué se hace
después de escarbar en las fosas nasales. Lo higiénicamente correcto indicaría
que, capturado un “sapo”, éste se depositara en un pañuelo o clínex. Pero la
tentación marrana del personal provoca que muchas veces la secreción sea
abandonada indiscriminadamente, como una sorpresa adherida a cualquier
elemento. El envés de una mesa, una
barandilla, el pomo de una puerta…Resulta asqueroso dar con un “regalo”
semejante. Sobre todo si el emplasto no es tuyo.
Algunos –no pocos- reciclan el producto genético. Es
decir, se lo comen. Un moco, según los expertos, está compuesto en un 95% por
agua, un 3% de elementos orgánicos
–proteínas- y el 2% restante, minerales.
Un estudio publicado por el National Center for Biotechnology Information de
Canadá determina que los mocos pueden tener muchos beneficios para la salud e
incluso pueden ayudar a proteger los dientes. Las
secreciones nasales contienen mucinas salivales que forman una barrera contra
las bacterias que pueden provocar la aparición de caries.
Tras estas conclusiones, los investigadores que
dirigieron el estudio están buscando formas de crear mocos sintéticos que
puedan consumirse en forma de chicle o de dentífrico. (No me imagino la escena de un cepillo de
dientes embadurnado de mucosa)
No obstante, la salud dental no es el único
beneficio que, al parecer, se puede
sacar de comerse los mocos. Según el periódico británico The Independent,
existen pruebas científicas de que la mucosa presente en las secreciones
nasales es una defensa eficaz contra las infecciones respiratorias o las
úlceras estomacales.
Seguramente los mucófagos –que así se llaman quienes
se comen los mocos- desconocerán tales propiedades. O ¿no?. En esta sociedad de
frikis de toda condición, en la que proliferan
teorías dietistas pintorescas, he
llegado a encontrar a quienes afirman que la ingesta de estas secreciones
colmaría la necesidad de nutrientes de un cuerpo humano. Vamos, que una dieta a
base de mocos podría ser la solución al
hambre en el mundo. No sé cómo todavía nadie se ha dado cuenta de tal
sorprendente hallazgo. Además, estoy convencido de que, en cuanto una lumbrera patentara la idea, se le sumaría
una legión de indocumentados seguidores sectarizados. Vacunas no, transgénicos
tampoco, pero mocos, a tutiplén. Una razón más para la progresía. Ya estoy
viendo su campaña propagandista; “Cómete tus mocos. Por la soberanía
alimentaria”.
Las organizaciones sociales, como el cuerpo humano,
generan “residuos” propios de su actividad. Los partidos políticos también.
Sudan la camiseta. Queman energías en cuadros humanos. Se cierran en su
estructura. Metabolizan mejor o peor las críticas, las diferencias.
No saber enfrentarse a ese desgaste les suele
generar problemas de toxicidad que, dependiendo del grado, les hace enfermar,
dividirse e incluso romperse. La ausencia de democracia interna, desapegarse de
la realidad, perder el control de sus dirigentes o militantes, no encontrar
interlocución con otras formaciones o actuar al margen del sentido de la
responsabilidad, son algunas de las causas que, especialmente afectan al
conjunto de colectivos políticos, sindicales, empresariales, etc.
Ni la ikurriña se libró de los ataques de Ernai |
La corrupción, la intolerancia, la falta de
influencia, el nepotismo, el clientelismo, son algunas de las graves afecciones
que todo esto puede provocar.
Quienes durante años han vivido al margen de un
comportamiento democrático y se han refugiado en estrategias político-militares
en las que la utilización de la
violencia tenía significación política, han ejercido su actividad en una
toxicidad máxima. Migrar de ese lado
oscuro a posiciones de estándares democráticos no es una transición sencilla.
Supone un gran esfuerzo y resulta positivo que todo el mundo lo reconozca. El
paso del MLNV a Sortu a través de Bateragune ha supuesto un gran avance. Indudable.
Pero el ajuste de la Izquierda Abertzale a las
exclusivas vías pacíficas y democráticas
todavía está por consolidarse. Son muchos los tics del pasado que aún
deben superarse y desterrarse.
Estas últimas semanas hemos asistido a la
pervivencia de esos rescoldos de la historia reciente de la Izquierda
Abertzale. Efectivamente, las acciones protagonizadas por Ernai no pueden
compararse con las gravísimas vulneraciones de derechos que padecimos hace
apenas unos años. Afortunadamente. Nadie las compara con atentados. Pero el
retorno a la agitación callejera, a la presión y a la coacción del adversario
político es un síntoma incompatible con el ejercicio democrático que Sortu se
ha comprometido a desarrollar.
Invadir el espacio público de otra formación,
causarle daños, inferirle amenazas públicas es un hecho grave. Sin más. Y los dirigentes de Sortu deberían
haberse sacudido la presión pública, primero solidarizándose con el agredido y,
en segundo término, deslegitimando – ni tan siquiera condenando- las
acciones. Buscar argumentos
colaterales no ha hecho sino justificar
los desmanes. Y, con ello, perder crédito propio a quienes habían comprometido
su palabra en una nueva convivencia y en
un estado “digno”.
La Izquierda Abertzale organizada en Sortu tiene
problemas de adaptación a la democracia. Pretende que su tránsito no deje a una parte de su militancia
descolgada. Es entendible su propósito pero su incapacidad para hacerlo –ya hay
disidentes que voluntariamente se han
situado fuera de su entorno- debe
hacerles recapacitar sobre la solvencia y la reputación de su proyecto. Si no
es capaz de cortar amarras con su pasado no conseguirá el propósito de avanzar
y de situarse en un ámbito de normalidad democrática. .
El PNV ha sido el agredido en esta ocasión. No
desdeña el daño ni la intencionalidad de los atacantes. Lo sucedido no ha sido
una anécdota. Es una cuestión prepolítica.
La Izquierda Abertzale se comprometió a
defender los derechos humanos. Y a hacer
posible que las vulneraciones pasadas no se repitieran más. Esparcir basura en
casa ajena, violentar su intimidad no es el mejor camino para alcanzarlo.
Lo dije el otro día y lo
reitero hoy. El PNV va a perseverar en su intento de incorporar a la Izquierda
Abertzale al ‘nuevo tiempo’ de convivencia que necesita este país. Por mucha
basura, por mucha pintura y por mucha presión que se nos eche encima. Seguir
alimentando el odio sabemos a dónde nos conduce. Al pasado. Y Euskadi necesita
mirar al futuro. ¿A dónde mira la Izquierda Abertzale?
Si Sortu no sabe qué hacer con su porquería, que no
la vuelva a arrojar a los demás. Que se
la coma. Como hacen los mucófagos. Tal vez así prevenga males mayores.
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