El
Parlamento Vasco acordaba el pasado jueves, con los votos favorables del PSE,
EH Bildu y Podemos, rechazar los presupuestos generales del Estado. ¡Viva
Cartagena!. La resolución adoptada tenía el mismo valor que la anunciada moción
de censura a Rajoy que presentará en
breves días Pablo Iglesias. Cero patatero.
El
único efecto, la efímera foto de la protesta. Estéril instantánea.
Estamos
acostumbrados ya al postureo. A convertir la acción política en un vodevil que
da risa. Carcajada incompetente. Porque
iniciativas como éstas solo sirven para desacreditar la noble acción
representativa del servicio público.
Si
supiera el personal la cantidad de tiempo que se pierde con mociones,
propuestas y brindis al sol que se presentan, y se someten al debate y
aprobación en las instituciones, viviríamos abochornados. Aunque el sonrojo no
parece afectar a los agitadores de quimeras. Viven un “matrix”, en un mundo
paralelo en el que obligan a una corporación municipal a discutir ardientemente
sobre el Tratado del libre comercio con Canadá o a posicionarse sobre el
proteccionismo comercial que pretende imponer la nueva administración
norteamericana. Y Trump tiembla porque en una pequeña localidad de Lea Artibai
hayan ratificado una moción desaprobando las intenciones de la Casa Blanca.
A
algunos se les está yendo la pinza. Pero no pasa nada. Que la realidad no
frustre un titular de periódico. O un minuto de gloria. Lo del Parlamento el otro día fue para afear
al PNV y su acuerdo presupuestario con Rajoy. Sin embargo, los proponentes de
la iniciativa no tuvieron agallas para enfrentarse directamente al pacto. Eso
les hubiera obligado a mojarse. A decir qué pasos a nivel no debieran suprimirse.
A mostrarse contrarios al descenso de la tarifa eléctrica a las industrias o
negar, por ejemplo, la necesidad de las plataformas logísticas de Jundiz y
Lezo.
Por eso
se enmascaró el debate con un rechazo a los presupuestos generales del Estado.
Tiene guasa que un parlamento enmiende a
otro en sus funciones.
La
farsa, la demagogia, es una de las actitudes que mayor descrédito viene
provocando a la política. Eso, y el irrefrenable afán por buscar en los demás
la culpabilidad de los acontecimientos. Siempre hay alguien al que echarle el
fardo, al que responsabilizar de lo propio y de lo ajeno. Es la gestión de lo
inútil, un terreno en el que la innovación
se prodiga más.
En ese
campo, el Partido Popular del País Vasco acaba de presentar en distintas
instituciones una iniciativa que reclama la implicación de éstas para que la
selección española de fútbol juegue en San Mamés. Como se convendrá, tal pretensión responde a
una necesidad palmaria y perentoria de la ciudadanía vasca por disfrutar de un acontecimiento deportivo que,
seguramente, en el ranking de urgencias vitales se encuentra al mismo valor que
el paro o la actividad económica. Vamos,
que estamos ante una prioridad de primer grado. Ja, ja.
El PP,
siempre tan atento a la sensibilidad social y a los problemas que de verdad
importan a la gente ha sido capaz, en un
dechado de servicio público, de registrar esta petición tanto en el Parlamento
Vasco como en las Juntas Generales de Bizkaia. Participar en la ponencia de
memoria y convivencia, donde se pretenderá alcanzar consensos para edificar una sociedad vasca en
paz no es para ellos labor relevante. Que la “roja” juegue en San Mamés sí.
Para
los populares proponentes –Nerea Llanos y Javier Ruiz- , la escuadra
española lleva medio siglo sin disputar
un partido de fútbol en nuestro territorio y eso sólo puede obedecer a un “veto
político”, una tacha promovida por el nacionalismo vasco gobernante. Una
discriminación insostenible y sectaria que a su juicio, debe acabar para el beneficio de todos.
De ahí que el PP vasco inste a nuestras
instituciones a reclamar ante la Federación correspondiente que la “selección de España de fútbol” juegue
un partido en el estadio de San Mamés lo antes posible.
Fútbol, la “roja”, “patriotismo
constitucional”… ¿No hay nada más importante para el PP?.
Decir, antes que nada, que el estadio
bilbaíno ya fue presentado por las instituciones vascas como sede de la próxima
Eurocopa de fútbol. Que fue admitido por la UEFA para la fase final y que en el mismo, si el equipo español consigue
la clasificación, cosa que tiene en su mano y que sólo depende de él, jugará
como cabeza de serie. Si el quipo español consigue la clasificación deportiva
jugará en San Mamés. Y allí podrá estar
Manolo el del bombo y cuantos libremente quieran animar a esta escuadra. Así de
simple.
Luego,
¿a qué viene ahora la propuesta parlamentaria?. ¿Por qué prostituir el deporte
en un ariete político?. ¿Para qué agitar una polémica que en el seno de la
sociedad vasca no existe?.
La única pretensión del PP de Llanos o Ruiz es el
ruido, el interés de unos dirigentes
rancios y extremos que viven mejor en la confrontación que en la
normalidad. Son como los hooligans de un nacionalismo español trasnochado y
nostálgico.
¿Discriminación? ¿Sectarismo?. El único que
yo conozco es el empleado contra unas federaciones deportivas vascas a
las que, sin ninguna razón objetiva, se les impide participar oficialmente en
competiciones internacionales. Sin más razón que el veto ideológico, la
intolerancia y la imposición de quienes utilizan sus símbolos como ruedas de
molino con los que , además, pretenden
comulguemos.
El PP vasco aborda estos próximos días su
congreso. Su pretensión es poner fin a una última etapa de pérdida de
rumbo que le ha conducido a, prácticamente, a la marginalidad política. Las secuelas
de esa errática perspectiva resultan evidentes. Sin embargo, quienes en la
actual coyuntura se dicen
“renovadores” siguen actuando bajo el
guion “antinacionalista” que tan malos
resultados les ha reportado.
Sus delirios querulantes contra el PNV les
arrastra un poco más hacia la nada. Sufren una “compulsión a litigar” con los
jeltzales. Hasta ámbitos enfermizos en los que compiten en la propagación
injustificada del descrédito con la radicalidad antisistema del país. Es como
si creyeran que solo ensuciando la imagen del PNV por los medios que
fuere, encontrarían ellos un lugar para
medrar.
Denuncias, imputaciones, sospechas no probadas, se han sucedido desde un PP, o
desde unos dirigentes irreconocibles en una organización que se dice de gobierno.
La llegada de Alonso a Euskadi hacía intuir un cambio de modelo y de
estrategia. Pero el “todo vale” sigue instalado en su praxis de la Comunidad
Autónoma Vasca. Se construyen polémicas estériles, como la del fútbol y la
“roja”. Antes fue el dislate de la
“memoria histórica” y su propuesta de cambio del callejero. Todo es
histriónico, falto de sensatez y de templanza
Y entre medio, ruedas de prensa
que ya casi nadie atiende, hablando del clientelismo del PNV, de sus dirigentes
y de los supuestos comportamientos poco éticos de este partido. Injurias y
maledicencias que se quedan en el campo de las sospechas libremente propagadas.
El apartamiento de EH Bildu y de Podemos del
carril negociador con el Gobierno vasco en los pasados presupuestos autonómicos
puso en bandeja al PP de Alonso la oportunidad de recuperar una parte de la influencia que sus escasos votos todavía tienen. El dirigente
alavés aprovechó la oportunidad y se situó en el tablero. Sin embargo, el delirio querulante de algunos de sus dirigentes
y sus “ocurrencias” obsesivas por salirse del tiesto va a impedir al PP vasco que su búsqueda de la centralidad prospere. Y
que los puentes que durante estos
últimos años rompieron con el nacionalismo vasco se rehabiliten.
De los socialistas, poco que decir. Su
desmarque parlamentario del otro día ha
sido un error. Podían evidenciar su
posición contraria al presupuesto de otra manera. Pero cayeron en el juego de la demagogia
fácil. Viven presionados por su situación interna. En esa crisis permanente,
los complejos marcan. Y provocan desaciertos.
Este fin de semana finalizará su calvario de “primarias”.
O no. Un triunfo de Pedro Sánchez, como vaticinan todos, terminará de poner al
PSOE patas arriba.
Esperemos que el terremoto socialista no
genere inestabilidad en Euskadi. No estamos para perder el tiempo. Ni con la política ficción de brindis al sol que practican unos ni con el show de la “roja”
que fomentan otros.
Que no nos hagan perder la perspectiva.
Bien pensado, también el PNV hubiera debido apoyar esa resolución y rechazar los presupuestos. ¿Por qué hay que ser más coherentes que los demás?
ResponderEliminarHubiera sido una buena forma de nadar y guardar la ropa.
Ahora... ¿qué? Con la debacle del PSOE, ¿quién va a aguantar al PP tres años? Vamos a anticipadas de cabeza. Y lo último que se supo fue que el PNV ayudó al PP con los presupuestos...