sábado, 27 de enero de 2018

DINEROS PÚBLICOS, RIGOR Y HONESTIDAD EN LA GESTIÓN


El ejercicio fiscal de 2017 ha finalizado. Su balance en el conjunto de la Comunidad Autónoma del País Vasco ha dejado un resultado notable. Las Haciendas forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa han recaudado un total de 14.473 millones de euros, lo que en términos absolutos supone un incremento del 11,76% en relación con los ingresos del pasado año (1523 millones de euros más).
 
La cifra   registrada ha superado incluso a las previsiones establecidas en el modelo de aportación-financiación del país aprobada por todas las instituciones. 975 millones exactamente por encima de las estimaciones evaluadas. Esa notable inyección de recursos sólo  puede entenderse como un síntoma inequívoco de fortaleza y salud económica. De que los episodios de crisis parecen alejarse y que , por fin, la actividad comienza a dinamizarse, el nivel de confianza  se estabiliza y el consumo repunta.  O, lo que es lo mismo, que volvemos a la senda del crecimiento.
 
Más allá de los datos globales, que  terminan siendo la consecuencia directa de lo anteriormente mencionado,  es preciso  bucear un poco en las medidas que han provocado el incremento recaudatorio. Así, se puede colegir que una parte nada desdeñable de ese incremento (4,6 puntos)  se soporta en un elemento especial cual es la devolución por parte del Estado de cantidades vinculadas al IVA que habían sido retenidas  durante años como  discrepancias en las liquidaciones de los cupos entre 2007 y 2016.
Son, en números redondos, 600 millones de euros que ya no volverán a ingresarse y que deberán ser tenidos en cuenta a la hora de hacer previsiones futuras de cara a establecer  datos homogéneos  o equivalentes
 
El resto de la mayor recaudación habida (el 7%) es consecuencia directa  del crecimiento del empleo, la actividad, el consumo…
 
Con estos datos, bastaría volver la vista a las hemerotecas para dejar al descubierto a cuantos agoreros alimentaron polémicas estériles y falsas en relación a la política fiscal. Sí, es difícil olvidar las declaraciones de brocha gorda de quienes acusaban a las instituciones del país de “regalar” los beneficios fiscales a los empresarios creando una especie de “paraíso”  en el que, , al parecer, solo pagaban los asalariados.
 
Es difícil olvidar la demagogia de quienes, sin ostentar responsabilidad alguna,  deslegitimaban la política económica seguida en el país porque “el modelo estaba acabado” y nos repetían el mantra de que  la elusión fiscal era elevadísima en Euskadi, hasta el punto de poner en riesgo el sostenimiento de los servicios públicos.
 
Ya. Palabras y más palabras. Y hechos. Como la abstención de EH Bildu a los acuerdos del Cupo que tan “malos” y “negativos” resultaban ser para Euskadi. Con el tiempo veremos “comerse” sus propias palabras.  A este paso, serán los faquires vascos del siglo XXI que se tragarán sus propias palabras como sables  otrora afilados.
Basta leer la proposición no de ley que acaban de presentar en el Parlamento Vasco en defensa del Estatuto de autonomía de Gernika –en otro tiempo llamaron Estatuto de la Moncloa- . En ella piden “el cumplimiento íntegro del Estatuto” y acusan al Gobierno de Madrid de “vulnerar todos los derechos de toda la ciudadanía de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa” defraudando a “toda la sociedad vasca”. ¿Habrase  visto tanto furor estatutista?.
 
Pero dejemos el contorsionismo de  EH Bildu a un lado  y  volvamos a las cifras y al escenario recaudatorio.  El pasado año, las circunstancias económicas redujeron los ingresos y las instituciones vascas las pasaron canutas para ajustar sus presupuestos a la liquidez real  del momento.  Tal desfase, a la baja, provocó todo tipo de críticas a los gestores forales y autonómicos.  Críticas que no tenían en cuenta que el modelo del Concierto Económico está sustentado en el riesgo unilateral que este país contrae  a la hora de gestionar sus recursos económicos.  Y eso quiere decir que, para lo bueno y para lo malo,  sólo nosotros deberemos  hacer frente a nuestra coyuntura.  Sin la ayuda de nadie.
 
De ahí el valor de la prudencia, de la responsabilidad y el contemplar a los recursos públicos con el respeto debido  como el patrimonio de todos que es.
 
Los magníficos resultados de hoy  nos llevarán a otro escenario; la demanda desaforada del gasto público.  Pronto veremos como unos y otros  tratarán de arrimar el ascua a su sardina y pedirán, como una segunda carta al olentzero,  que el superávit se destine a  éste o aquel proyecto. A incrementar  las dotaciones de este o aquel servicio.  Y todo se convertirá en “estratégico”, en “imprescindible”. Aunque suponga un incremento del “gasto corriente” o nuevos compromisos de “gasto consolidable”. Es decir, la aplicación del efecto gaseoso en la Administración. O lo que es lo mismo, la capacidad de expansión del gasto a las nuevas necesidades. Cuando las necesidades tienden a infinito.
 
Esa tentación resulta  previsible. Lo que no esperaba  ha sido la valoración que un conspicuo  opinador de la información  económica ha dado a la buena balanza recaudatoria.  Lo cierto es que me ha molestado un poco la ligereza con la que  se hacen  determinados comentarios  y asociaciones de ideas.  Ignacio Marco-Gardoqui, reputado comentarista económico del diario de cabecera de Vocento, publicaba el pasado miércoles un artículo titulado  “El reparto del botín” en el que analizaba el superávit recaudatorio y su posible destino tras la próxima reunión del Consejo Vasco de Finanzas.
El simple hecho de utilizar el término “botín” ya hizo ponerme en guardia. Sobre todo si analizamos el significado que la RAE confiere  a dicho término. Y caben tres opciones; “Despojo que se concedía a los soldados, como premio de conquista, en el campo o plazas enemigas”; “conjunto de las armas, provisiones y demás efectos de una plaza o de un ejército vencido y de los cuales se apodera el vencedor”, y en tercer lugar; “beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa”.
Estoy convencido de que en la voluntad del autor del escrito no se tenía en mente  ninguna de estas acepciones.  Pero buscar un titular “gracioso”, jugar a con las palabras  da lugar, en ocasiones,  a  confusiones como la que me ha turbado.
Marco-Gardoqui apunta en su comentario que existen tres posibilidades a la hora de dar destino al incremento recaudado. La primera, en una opción de neoliberalismo fácilmente reconocible y que él apoya al considerarla “bondadosa”. Sería aflojar la presión fiscal y, habida cuenta del remanente, permitir que los contribuyentes “se queden con algo más en sus bolsillos”. Es la visión de quien interpreta al fisco como un elemento intervencionista  dechado de afán confiscatorio.
 La segunda opción –la calificada como “responsable”-  consistiría en rebajar la deuda.  Y la tercera –la “populista”-  es, según él la “de darle el gusto a la máquina del gasto” para favorecer “las expectativas electorales de los gobernantes que riegan el pasto social con el gasto público”.
No creo que la representación institucional que acoge el Consejo Vasco de Finanzas –Gobierno, diputaciones y ayuntamientos- postule por  una única solución de las planteadas. A buen seguro, la que más gusta al articulista  -la rebaja fiscal- no será.  Creo que las instituciones competentes comenzarán a debatir ya  las nuevas modificaciones tributarias que  mejoran la efectividad recaudatoria en el impuesto de sociedades sin desincentivar la inversión.  Se rebajará el tipo nominal del impuesto pero se acercará el efectivo  al nominal. Todo ello para garantizar la suficiencia del sistema. Por pura responsabilidad y por asumir la conciencia de que la justicia social es más efectiva desde el punto de vista del gasto público que desde el ingreso. Sólo los que tienen base para deducirse fiscalmente beneficios lo pueden hacer. Quienes nada o poco tienen poco o nada podrán rebajar.
Pero, dicho esto, tampoco creo  que las Administraciones se lancen a gastar a lo loco pensando en las elecciones del próximo año. La gestión pública en este país no obedece, aunque así lo crea el señor Marco- Gardoqui, a una relación clientelar  que relacione  votos y gastos. 
Tampoco espero que se destine el “plus recaudatorio” simplemente a eliminar deuda porque así lo exija la “regla de gasto”. La responsabilidad política e institucional  que yo conozco es mucho más que jugarse un café en un comentario jocoso hablando de “botines” o “populismos”.  Es aplicar el rigor,  sentido común  y  honestidad a la gestión  de los dineros de todos. Y eso, afortunadamente, en Euskadi  está garantizado.
 
 

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