El ejercicio fiscal de 2017 ha finalizado. Su balance
en el conjunto de la Comunidad Autónoma del País Vasco ha dejado un resultado
notable. Las Haciendas forales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa han recaudado un
total de 14.473 millones de euros, lo que en términos absolutos supone un
incremento del 11,76% en relación con los ingresos del pasado año (1523
millones de euros más).
La cifra registrada ha superado incluso a las
previsiones establecidas en el modelo de aportación-financiación del país
aprobada por todas las instituciones. 975 millones exactamente por encima de
las estimaciones evaluadas. Esa notable inyección de recursos sólo puede entenderse como un síntoma inequívoco
de fortaleza y salud económica. De que los episodios de crisis parecen alejarse
y que , por fin, la actividad comienza a dinamizarse, el nivel de
confianza se estabiliza y el consumo
repunta. O, lo que es lo mismo, que
volvemos a la senda del crecimiento.
Más allá de los datos globales, que terminan siendo la consecuencia directa de lo
anteriormente mencionado, es
preciso bucear un poco en las medidas
que han provocado el incremento recaudatorio. Así, se puede colegir que una
parte nada desdeñable de ese incremento (4,6 puntos) se soporta en un elemento especial cual es la
devolución por parte del Estado de cantidades vinculadas al IVA que habían sido
retenidas durante años como discrepancias en las liquidaciones de los
cupos entre 2007 y 2016.
Son, en números redondos, 600 millones de euros que
ya no volverán a ingresarse y que deberán ser tenidos en cuenta a la hora de
hacer previsiones futuras de cara a establecer
datos homogéneos o equivalentes
El resto de la mayor recaudación habida (el 7%) es consecuencia
directa del crecimiento del empleo, la
actividad, el consumo…
Con estos datos, bastaría volver la vista a las
hemerotecas para dejar al descubierto a cuantos agoreros alimentaron polémicas
estériles y falsas en relación a la política fiscal. Sí, es difícil olvidar las
declaraciones de brocha gorda de quienes acusaban a las instituciones del país
de “regalar” los beneficios fiscales a los empresarios creando una especie de
“paraíso” en el que, , al parecer, solo
pagaban los asalariados.
Es difícil olvidar la demagogia de quienes, sin
ostentar responsabilidad alguna,
deslegitimaban la política económica seguida en el país porque “el
modelo estaba acabado” y nos repetían el mantra de que la elusión fiscal era elevadísima en Euskadi,
hasta el punto de poner en riesgo el sostenimiento de los servicios públicos.
Ya. Palabras y más palabras. Y hechos. Como la
abstención de EH Bildu a los acuerdos del Cupo que tan “malos” y “negativos”
resultaban ser para Euskadi. Con el tiempo veremos “comerse” sus propias
palabras. A este paso, serán los
faquires vascos del siglo XXI que se tragarán sus propias palabras como
sables otrora afilados.
Basta leer la proposición no de ley que acaban de
presentar en el Parlamento Vasco en defensa del Estatuto de autonomía de
Gernika –en otro tiempo llamaron Estatuto de la Moncloa- . En ella piden “el
cumplimiento íntegro del Estatuto” y acusan al Gobierno de Madrid de “vulnerar
todos los derechos de toda la ciudadanía de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa”
defraudando a “toda la sociedad vasca”. ¿Habrase visto tanto furor estatutista?.
Pero dejemos el contorsionismo de EH Bildu a un lado y
volvamos a las cifras y al escenario recaudatorio. El pasado año, las circunstancias económicas
redujeron los ingresos y las instituciones vascas las pasaron canutas para
ajustar sus presupuestos a la liquidez real
del momento. Tal desfase, a la
baja, provocó todo tipo de críticas a los gestores forales y autonómicos. Críticas que no tenían en cuenta que el
modelo del Concierto Económico está sustentado en el riesgo unilateral que este
país contrae a la hora de gestionar sus
recursos económicos. Y eso quiere decir
que, para lo bueno y para lo malo, sólo
nosotros deberemos hacer frente a
nuestra coyuntura. Sin la ayuda de
nadie.
De ahí el valor de la prudencia, de la
responsabilidad y el contemplar a los recursos públicos con el respeto debido como el patrimonio de todos que es.
Los magníficos resultados de hoy nos llevarán a otro escenario; la demanda
desaforada del gasto público. Pronto
veremos como unos y otros tratarán de
arrimar el ascua a su sardina y pedirán, como una segunda carta al
olentzero, que el superávit se destine
a éste o aquel proyecto. A
incrementar las dotaciones de este o
aquel servicio. Y todo se convertirá en
“estratégico”, en “imprescindible”. Aunque suponga un incremento del “gasto
corriente” o nuevos compromisos de “gasto consolidable”. Es decir, la
aplicación del efecto gaseoso en la Administración. O lo que es lo mismo, la
capacidad de expansión del gasto a las nuevas necesidades. Cuando las
necesidades tienden a infinito.
Esa tentación resulta
previsible. Lo que no esperaba ha
sido la valoración que un conspicuo
opinador de la información
económica ha dado a la buena balanza recaudatoria. Lo cierto es que me ha molestado un poco la
ligereza con la que se hacen determinados comentarios y asociaciones de ideas. Ignacio Marco-Gardoqui, reputado comentarista
económico del diario de cabecera de Vocento, publicaba el pasado miércoles un
artículo titulado “El reparto del botín”
en el que analizaba el superávit recaudatorio y su posible destino tras la
próxima reunión del Consejo Vasco de Finanzas.
El simple hecho de utilizar el término “botín” ya
hizo ponerme en guardia. Sobre todo si analizamos el significado que la RAE confiere
a dicho término. Y caben tres opciones;
“Despojo que se concedía a los soldados, como premio de conquista, en el
campo o plazas enemigas”; “conjunto de las armas, provisiones y demás efectos
de una plaza o de un ejército vencido y de los cuales se apodera el vencedor”,
y en tercer lugar; “beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa”.
Estoy convencido de que en la
voluntad del autor del escrito no se tenía en mente ninguna de estas acepciones. Pero buscar un titular “gracioso”, jugar a con
las palabras da lugar, en ocasiones, a confusiones
como la que me ha turbado.
Marco-Gardoqui apunta en su
comentario que existen tres posibilidades a la hora de dar destino al
incremento recaudado. La primera, en una opción de neoliberalismo fácilmente
reconocible y que él apoya al considerarla “bondadosa”. Sería aflojar la
presión fiscal y, habida cuenta del remanente, permitir que los contribuyentes
“se queden con algo más en sus bolsillos”. Es la visión de quien interpreta al
fisco como un elemento intervencionista
dechado de afán confiscatorio.
La segunda opción –la calificada como
“responsable”- consistiría en rebajar la
deuda. Y la tercera –la “populista”- es, según él la “de darle el gusto a la
máquina del gasto” para favorecer “las expectativas electorales de los
gobernantes que riegan el pasto social con el gasto público”.
No creo que la representación
institucional que acoge el Consejo Vasco de Finanzas –Gobierno, diputaciones y
ayuntamientos- postule por una única
solución de las planteadas. A buen seguro, la que más gusta al articulista -la rebaja fiscal- no será. Creo que las instituciones competentes
comenzarán a debatir ya las nuevas
modificaciones tributarias que mejoran
la efectividad recaudatoria en el impuesto de sociedades sin desincentivar la
inversión. Se rebajará el tipo nominal
del impuesto pero se acercará el efectivo
al nominal. Todo ello para garantizar la suficiencia del sistema. Por
pura responsabilidad y por asumir la conciencia de que la justicia social es
más efectiva desde el punto de vista del gasto público que desde el ingreso.
Sólo los que tienen base para deducirse fiscalmente beneficios lo pueden hacer.
Quienes nada o poco tienen poco o nada podrán rebajar.
Pero, dicho esto, tampoco
creo que las Administraciones se lancen
a gastar a lo loco pensando en las elecciones del próximo año. La gestión
pública en este país no obedece, aunque así lo crea el señor Marco- Gardoqui, a
una relación clientelar que
relacione votos y gastos.
Tampoco espero que se destine el
“plus recaudatorio” simplemente a eliminar deuda porque así lo exija la “regla
de gasto”. La responsabilidad política e institucional que yo conozco es mucho más que jugarse un
café en un comentario jocoso hablando de “botines” o “populismos”. Es aplicar el rigor, sentido común
y honestidad a la gestión de los dineros de todos. Y eso,
afortunadamente, en Euskadi está
garantizado.
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