No
podemos estar satisfechos nunca. Si llueve mucho, porque nos sale musgo en la
piel. Si hace calor, porque se nos derrite la sesera. Pasamos de un extremo al
otro sin solución de continuidad. Somos contradictorios patológicos. Ahora es
el bochorno el que se lleva todos los
reproches. Y yo me pregunto, ¿en verano qué temperatura va a hacer? ¡Calor! Por
supuesto. Lo anómalo sería lo
contrario.
De
altas temperaturas y de tormentas
hablaba el pasado fin de semana
con un amigo. El encuadre era maravilloso.
Perfecto. A la sombra. Junto a una piscina. En una terracita. Con dos cervezas
y unas olivas. El paraíso. Hasta que ocurrió. Un pinchazo en el brazo. “Un tábano” –pensé- e inmediatamente lancé un
manotazo. No. No era un tábano. Era otro tipo de insecto que el muy cabrón
seguía allí pegado a la carne como si nada. No era una garrapata pero se aferraba como tal a mi extremidad. Me
costó desprenderla de la presa y
comprobé entonces cual era mi ignorancia. “Es una mosca” –señaló mi amigo-. ¿Una
mosca tan voraz y picajosa?
“Si, es
una mosca perrera” sentenció mi acompañante. Él es un hombre curtido en el
campo, con grandes conocimientos
naturalísticos, propios de quienes
han desarrollado una notable sabiduría gracias a su experiencia vital. “Se trata –continuó su explicación- de un
bicho que parasita en los caballos o en
los grandes mamíferos. No vuela permanentemente y se alimenta de sangre y
prolifera en tiempo de calor, como ahora”.
¿Mosca
perrera? Nunca había oído el nombre de
tal especie pero, después del picotazo, no se me olvidará fácilmente aquella
clasificación. A buen seguro el animalito volador es pariente cercano de otro
que prácticamente todos conocemos; la “mosca cojonera”.
Este
insecto se prodiga tanto en invierno como en verano y si bien no muerde, su impertinente presencia hace estragos en la
paciencia del personal. Un híbrido entre la “mosca perrera” y la “cojonera”
sería una amenaza para la humanidad.
Desconozco
a qué especie representa Pablo Casado
pero su comportamiento reciente
me hace sospechar que él es más
bien tábano, por no decir “vespa velutina”
o avispón. Es decir, que se hace sentir. Su zumbido es fácil de seguir.
Cree que con el dogmatismo ha encontrado
la llave que le hará ganar la carrera a la presidencia del PP y está explotando
al máximo el papel de derecha radical.
Como Aznar pero sin bigote.
Casado
quiere hacerse con la simpatía de una militancia que pide “caña”. De ahí
su opción de “leña al mono”. El riesgo
que corre es recalentarse y eso, con
estas temperaturas estivales, le puede desfondar. Pasarse de rosca.
Vino
hasta Iruña, en plenos sanfermines, a buscarse abucheos. Y a punto estuvo, en
su arriesgada estrategia de provocación, de llevarse algo más de la capital
navarra. Afortunadamente su bravata
terminó sin pasar a mayores, aunque el “master” en convalidación pretendiera sacar provecho en los platós
televisivos de su “hazaña” pamplonesa de
donde “salió vivo de milagro”. Maquiavelo.
Ser víctima siempre arrastra apoyos. Los necesitaba para ganarse la
simpatía de los más ultras. Para ello
recuperó a María San Gil. Le ha faltado Mayor Oreja pero aún le queda
tiempo para escorarse aún más hacia la derecha.
En ese
revoloteo “tocapelotas” rescató algo más. Su amenaza pasada de “ilegalizar con
la ley de partidos a los independentistas”.
Rivera
ya había pedido elevar el porcentaje de voto para ostentar representación
parlamentaria en Madrid o, lo que es lo mismo, borrar del mapa político a los
nacionalistas vascos y catalanes. Ahora es el candidato “refundador” del PP quien hace votos
por ilegalizarlos directamente. Si Casado gana en el PP, el tándem de la
derechona estará completo; Roberto Alcázar y Pablín.
No sé
si será el calor, si el climatizador se ha estropeado o hay otra razón, pero
tras un inconfundible hedor han comenzado a aparecer moscas de todo tipo. Moscas verdes, negras o
marrones que auguran la presencia en el ambiente de una gran porquería. El
indicio más claro de la existencia de basura en descomposición ha sido la
publicación en dos medios digitales –los dirigidos por los inefables Pedrojota
e Inda- de unas conversaciones grabadas
a la “amiga entrañable del rey emérito”, Corinna zu Sayn-Wittgenstein.
En las
informaciones filtradas a ambos medios digitales se afirma que el monarca
español había escondido una parte de su patrimonio (propiedades en Marruecos) utilizando
el nombre de su amiga. Señalan asimismo que Juan Carlos I cobró comisiones
millonarias de la construcción de una línea del AVE a la Meca y que además posee
cuentas bancarias en Suiza con fondos que
figuran a nombre de Álvaro de Orleans-Borbón, familiar del monarca.
Estas
gravísimas acusaciones que certificarían la inveterada sospecha de corrupción
que siempre ha acompañado al ex jefe del Estado español, han visto la luz no por un afán de investigación periodística,
sino por la venganza de un oscuro agente policial, el ex comisario Villarejo,
en prisión desde noviembre del pasado año acusado de cohecho, blanqueo de
capitales y pertenencia a organización criminal.
Villarejo
es fiel guardián de las cloacas del Estado. Su nombre se ha asociado a una
supuesta “brigada policial patriótica”, una “policía política” involucrada en múltiples aspectos negros de
la actualidad española. Responsabilidad
de estas “moscas de la inmundicia” fue,
entre otros casos, el llevado contra el procés catalán. El seguimiento, escucha y fabricación de
pruebas que posteriormente eran blanqueadas contra dirigentes
independentistas. La acusación gratuita de cohecho contra representantes
institucionales (Mas, Trias…). Secretos inconfesables urdidos desde la impunidad de unos aparatos del
estado corruptos e incontrolados. Capaces de enfrentarse al propio CNI o de grabar subrepticiamente al mismísimo ministro de
interior.
Ahora,
al sentirse amenazados, estos moscones
infectos han decidido soltar lastre a modo de amenaza defensiva. Y así han surgido los relatos de Corinna y los
chanchullos del rey “emérito”.
Todo
este efecto de suciedad precipitada en estos días deberá tener su tratamiento específico. Los
“intrépidos periodistas”, receptores y propagadores compulsivos de la basura, tienen que ser desenmascarados por una
profesión -la periodística- que se
merece mayor respeto y reconocimiento a
sus principios deontológicos. Las “moscas
fecales”, los “agentes de la ilegalidad”
que prostituyen el estado de derecho, deberán ser neutralizados por un
insecticida depurativo. Democracia y justicia contra los manipuladores, conspiradores y agentes “político-sociales”.
Y, finalmente, el “primero”
de los Juan Carlos deberá demostrar que aquella afirmación hecha por él mismo -“la
justicia es igual para todos”- no es un sofisma. Que las autoridades
democráticas articulen una investigación creíble y transparente para determinar
si los indicios hoy apuntados tienen base o no para ser juzgados. Y desde la
presunción de inocencia, principio aplicable a cualquier persona, determinar si el comportamiento de Juan
Carlos de Borbón se ha mantenido en ámbitos de legalidad o si por el contrario
ha respondido a un funcionamiento sátrapa.
Es lo
que tiene “la calor”. Que proliferan las
moscas de todo tipo. Moscas de la basura,
“perreras”, “cojoneras” y
tábanos. Vaya veranito nos espera.
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