sábado, 30 de marzo de 2019

“TORRENTE” DE CAMPAÑA


Muchas de las bravuconadas que estoy escuchando estos días me recuerdan  la imagen de King-Kong golpeándose el pecho con sus puños en una representación genuina de arrogancia, provocación y testosterona.  La escena, repetida  por diversos actores es como si  “Torrente” hubiera entrado en campaña. El mejor “cameo” que en tal sentido se ha prodigado lo protagonizó un Aznar sin bigote  pero con la misma altanería  con la que le recordamos durante su pasado mandato. "A mí, mirándome a la cara, nadie me habla de 'derechita cobarde' porque no me aguantan la mirada". Macarra total.

Esta es la nueva política “sin complejos”  instalada  en el Estado. Una tendencia  de brocha gorda,  descrédito absoluto o de hipérbole de garrafón. La antítesis de lo que en cualquier país avanzado se entiende como actividad democrática.  

La petición del presidente  Manuel López Obrador al rey de España de una disculpa por los agravios de la conquista y colonización de México puede que resulte extemporánea y poco ajustada a las actuales  circunstancias. Siendo así, tampoco estaría de más reconocer que como en cualquier proceso de  asimilación y colonización,  quienes impusieron  su cultura y su forma de vida,  cometieron atrocidades  condenables y reprobables. No pasaría nada por hacer un análisis crítico del pasado y asumir  las consecuencias  de aquella ocupación que diezmó a la población indígena con nuevas enfermedades y por la acción  violenta de la espada evangelizadora.  No creo que sea para llevarse las manos a la cabeza  admitir errores pasados que cualquiera, con dos dedos de frente, es capaz de advertir  y lamentar. Pero  cuando la anécdota se convierte en categoría se impone la insensatez y la prepotencia insultante.

En esa permanente caricatura  en la que se ha convertido Pablo Casado (a quien, al parecer, la lengua le trabaja a mayor velocidad que el pensamiento), el dirigente popular no dudó ni un instante en contestar al presidente mexicano mediante un reto. Así, sacando pecho, anunció  que si gana las próximas elecciones  “celebrará  el próximo año el quinto centenario  de la llegada de Hernán Cortés a México”. “No nos vamos a arrepentir  de una historia magnífica  y que todo el mundo puede admirar”.

Su hasta ahora portavoz en el Congreso, Rafael Hernando, quiso ir más lejos. “Los españoles fuimos allí y acabamos con el poder de tribus que asesinaban con crueldad y saña a sus vecinos, y que por eso unos pocos ayudados por los que eran perseguidos y esclavizados, se conquistó y civilizó esa tierra. Q estudie un poco. ¡Anda ya!”.  En resumen, que gracias a los “españoles”  se “domesticó” a los “salvajes”  autóctonos.

Rivera, el líder de los “naranjas” fue más parco en palabras. Se quedó en calificar de “mentiroso” al presidente mexicano a quien instó a “ocuparse de los problemas de su país”.  Y Abascal se quedó en señalar en Twitter que “contagiado de socialismo indigenista, (López Obrador) no entiende que al pedir reparaciones a España en realidad está insultando a Méjico”.

La política española, al menos en lo que respecta a la practicada por la derecha invertebrada  y confrontada,  se está  convirtiendo en una competición  en la que  se pugna por decir mayor barbaridad.  En esa carrera Pablo Casado se está convirtiendo en serio aspirante a llevarse  el estrellato del disparate.  No hay día que pase sin ocurrencia. Aunque superar al lugarteniente de Abascal, la ex boina verde Ortega Smith, va a ser complicado. Ya en su arenga-conferencia pronunciada hace unas semanas en Bruselas  se permitió decir a las mujeres presentes en el acto que “sin las Navas de Tolosa, la batalla de Lepanto y sin Carlos V las señoras de esta sala vestirían el burka”.

Suárez y Casado la pareja de moda
La evidente apelación al odio no se quedó ahí, ya que recientemente, en un mitin en Valencia, ha redondeado su majadería al decir que “nuestro enemigo común, el enemigo de Europa, el enemigo del progreso, el enemigo de la democracia, el enemigo de la familia, el enemigo de la vida, el enemigo del futuro se llama la invasión islamista”.

Aún nos quedan muchos días de campaña (todavía ésta no ha empezado) para seguir escuchando estupideces. Cada jornada que transcurre se suman  nuevos voluntarios al concurso de irreverencias. El último, Suárez Illana y su vomitiva mezcla entre el aborto y los neandertales. Está claro  que la sensatez no se hereda ni va en los genes.

Lo cierto es que el “efecto miedo” pronosticado en relación a la suma de las tres derechas, empieza a perder fuelle. Por un lado porque  alguien no había tenido en cuenta  la realidad de las  circunscripciones provinciales y el efecto  que la ley D´Hont puede tener  en una fragmentación de las propuestas. Los expertos auguran  un descalabro  de la derecha en su conjunto en el Senado y una significativa pérdida de escaños en el Congreso  debido a la dispersión del voto. Quien no sea  segunda fuerza en muchas provincias se quedará sin representación parlamentaria y eso puede debilitar, y mucho, al PP de Casado que de fracasar en su apuesta “renovadora” –ha borrado del mapa electoral cualquier vestigio del “marianismo”-  puede enfrentarse al fin de su carrera política.

La presumible atomización y la pérdida de escaños por la ley D´Hont   ha aportado el nerviosismo extremo en las derechas. Al menos en el PP y Ciudadanos que se enzarzaron  en un cruce de propuestas y reproches  estériles sobre la necesidad de listas conjuntas sin que fructificara  nada sustancial (salvo en Navarra). Los llamamientos de Casado al partido de Abascal para que no se presentara a los comicios en el Senado no fueron tenidos en cuenta por “Leónidas y los espartanos”. Los de Vox se sienten fuertes. Han conseguido cerrar candidaturas en muchas partes y, probablemente, el resultado que obtengan en las elecciones del 28-A será  la gran  sorpresa de estos comicios. El nerviosismo del PP, y de sus primos de Rivera, evidencia  que se “huele” en el ambiente  que Vox tiene mucho más voto oculto que el que aparece en las encuestas. La aparente vergüenza de una parte del electorado por expresar su preferencia por la propuesta extrema, hace que la estimación directa de posibles votantes  sea muy menor a la que  finalmente coseche el último domingo de abril. Una previsión  que, según  mi propio olfato, pudiera estar cercana al 15% de los sufragios. Eso supondría un “susto” mayúsculo para los populares, y en segunda derivada, para los ciudadanos, que, una vez más, no terminarán por encontrar  su “ventana de oportunidad”.

De todas maneras, la suma de las tres formaciones parece no acercarse a la mayoría absoluta necesaria para gobernar. De ahí la percepción de que el “efecto miedo” comience a desvanecerse. Y con esta certidumbre, vuelve el temor a los socialistas de una desmovilización de sus seguidores.  Sánchez había conseguido, apenas sin esfuerzo,  fortalecer su base social en la centralidad y en la izquierda. Pero la falta de pulsión de la derecha, la reaparición de Pablo Iglesias en Podemos –que lo sigue teniendo  verdaderamente complicado para salir a flote-  y los errores propios de los socialistas (Ábalos dando carta de naturaleza a un posible pacto con Ciudadanos) parecen limitar la capacidad de crecimiento del PSOE. De todas maneras,  el PSOE, más por errores de sus adversarios que por sus propios aciertos, sigue despuntando  como posible ganador indiscutible de los próximos comicios. Cosa distinta será  saber si su representación podrá sumar, junto a otras fuerzas, los 176 diputados necesarios para poder investir a Sánchez.

Todavía queda mucho partido que jugarse  y no hay nada decidido (hasta un 16% de los indecisos que todavía son muchos determinarán su voto en el último momento).

El concurso de los nacionalistas del PNV volverá a ser trascendente para hacer bascular  la mayoría necesaria en el Congreso. Las derechas han cometido el grave error de rechazar cualquier posibilidad de acuerdo con el PNV. La “zanja” abierta  con los jeltzales resulta infranqueable aunque el partido de Sabin Etxea haya mantenido viva su tesis de “hablar con todos”. Para defender los intereses vascos, aquí, en Madrid o en Bruselas, el PNV  seguirá practicando el diálogo democrático. También con quienes se prodigan en el exceso  y la barbaridad.  Cosa diferente será llegar a acuerdos.  Y para  que eso suceda, la contrapartida es conocida; la agenda vasca. La defensa del autogobierno y la calidad de vida de la ciudadanía vasca y el respeto a la singularidad  de Euskadi. El voto del PNV volverá a tener doble valor. El valor protector del espacio vasco, y la capacidad de influencia decisoria  que su representación ostente. Eficacia frente a ruido . Siempre diferentes.

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