La adquisición del 30% de las acciones de la empresa TALGO por parte del consorcio vasco integrado por SIDENOR, el Gobierno vasco y las fundaciones bancarias BBK y Vital , fue la pasada semana la noticia económica positiva que todo el mundo en Euskadi ha querido celebrar.
TALGO, (acrónico de Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol)
es una compañía tractora en la fabricación de trenes y servicios ferroviarios,
con una tecnología puntera en el sector y de gran futuro en el mercado
internacional. En ella, en su principal factoría de Ribabellosa (Araba) , trabajan actualmente de forma directa más de
700 personas, traccionando a unos 400 proveedores vascos en industria auxiliar,
lo que supone la generación de un empleo indirecto de en torno a las 5.000 personas. En este momento la cartera de
pedidos de la empresa supera los 4.000 millones de euros.
TALGO, cuyo principal accionista era un fondo de inversión
dispuesto a vender y rentabilizar su participación, había concitado la atención
de inversores internacionales. Un grupo húngaro, próximo a su presidente Víctor
Urban, fue el primero en interesarse por la adquisición de acciones de la
empresa ferroviaria. El riesgo de la deslocalización y la posible influencia de
intereses rusos en aquella operación movilizó al gobierno español para intentar
frenar la tentativa de compra de TALGO. Para garantizar el arraigo futuro de la
empresa, el ejecutivo de Pedro Sánchez (el ministro Puente) se propuso
encontrar socios estatales que pudieran participar en la adquisición
mayoritaria de acciones. Y bajo ese interés solicitó la ayuda y colaboración
del PNV en tal labor.
TALGO era (y es) un proyecto empresarial de primer orden
para Araba. Por su pujanza industrial y, también por la aportación de recursos
económicos mediante la tributación de su factoría en Ribera Alta
(Ribabellosa). El PNV hizo gestiones. En
el mismo sector ferroviario y en ámbitos industriales complementarios. Ahí es
donde surgió SIDENOR y su empresario de referencia, Jose Antonio Jainaga, un
hombre del país curtido en proyectos productivos.
A partir de ese momento, el Gobierno vasco del Lehendakari
Pradales, se puso el buzo de trabajo y articuló una fórmula de colaboración
público-privada que permitiera finalizar
con éxito la operación, garantizando el futuro de TALGO en Euskadi. En dicha
fórmula, dos consejeros, el de Industria, Mikel Jauregi, y el de Hacienda y
Finanzas, Noël D´Anjou, tuvieron un
papel destacable para articular el
apoyo financiero a la propuesta de SIDENOR con la participación del propio Gobierno
vasco y de las fundaciones bancarias de la BBK y la Vital.
Finalmente, la oferta vasca consorciada se hizo con el 30%
de las acciones de TALGO, empresa que, a partir de la nueva propiedad
trasladará su sede social de Madrid a Euskadi.
TALGO, la empresa fabricante de trenes nacida en 1942 de la
mano del financiero José Luis Oriol Urigüen y el ingeniero Alejandro Goicoechea,
quien años antes había traicionado al Gobierno vasco pasándose al bando
sublevado del general Franco con los planos e información necesaria para romper
el llamado “cinturón de hierro de Bilbao”, baluarte defensivo de Bizkaia, quedaba
firmemente arraigada y comprometida con Euskadi. Paradojas de la historia.
Se atribuye a Napoleón la cita de que “la victoria tiene
cien padres y la derrota es huérfana”. El ejemplo de TALGO y su arraigo como
empresa vasca lo testifica.
El primero en apuntarse la medalla de la operación
empresarial de país fue el secretario general de los socialistas vascos. Eneko
Andueza, en el discurso triunfal de su toma de posesión, no tuvo dudas en
adjudicarse la autoría en la permanencia de la empresa ferroviaria en Euskadi. "Que
nadie se arrogue ese mérito, porque el mérito de que Talgo siga en Euskadi es
de los socialistas" -dijo un Andueza visionario-.
No negaré el derecho del secretario general de los
socialistas vascos en reivindicarse o a ponerse medallas honoríficas. Pero el
olor a incienso me ha hecho recordar al “magic Andreu”, aquel ilusionista que
amenizaba los programas televisivos a principios de los 90, siempre se ponía
dos galardones para resaltar sus logros; uno porque sí y, otro, por si perdía
el primero.
Otro que se apuntó al final feliz del proceso de TALGO fue
el portavoz de EH Bildu, Pello Otxandiano. La cara institucional de Otegi se
había pasado las últimas semanas
acusando al Gobierno vasco de inacción en materia industrial y llegó a decir en rueda de prensa celebrada
en el Parlamento que “en el caso de TALGO, cruzamos los dedos y esperamos a que
llegue un milagro. Llegamos tarde -el Gobierno vasco-” y no se actúa “con antelación y proactividad”
señalando por ello que la “capacidad reactiva”
del ejecutivo de Gasteiz era “prácticamente
nula”. “Tarde”, “sin previsión”, sin proactividad” y con capacidad “nula”.
La realidad desmentía a Otxandiano quien, cuando la operación
consorciada consiguió el objetivo de fincar la empresa ferroviaria en Euskadi,
se olvidaba de sus palabras. Mejor dicho, se las comía para subirse al tren del
éxito. “Desde el principio hemos visto con buenos ojos la iniciativa de SIDENOR
para la compra del 30% de TALGO. Creemos que es una buena noticia que el
Gobierno vasco respalde esta operación junto con BBk y Vital. Valoramos
especialmente el uso del sistema financiero vasco para el arraigo de una
empresa estratégica en el territorio.”
Por una vez, y esperemos que cause precedente, todo el mundo
parece aprobar positivamente la acción coordinada entre el Gobierno vasco y la iniciativa privada -en este caso SIDENOR
– para posibilitar que una empresa estratégica
en el ámbito del transporte se
mantenga radicada entre nosotros y desarrolle
su actividad con certidumbre. Si, es la primera vez que contemplamos un estado
de opinión unánime en tal sentido. Pero, tal criterio, que debiera primar en un momento de incertidumbre mundial
como el presente, se desdibuja en cuanto la actividad política e institucional
vuelve a los cauces habituales y rutinarios.
Todos recordamos la promesa que Bildu y Otxandiano hicieron
con cierta solemnidad meses atrás por la que “sacarían a Osakidetza del debate
partidista cortoplacista”. Pues bien: las palabras se las ha llevado el viento.
Mejor dicho, ellos mismos las han sepultado.
Cuando la mesa que aborda un Pacto por la Salud de Euskadi,
en la que están representados
formaciones políticas (también ellos), sindicales, colegios
profesionales, asociaciones de pacientes, universidades y patronales, está a punto de abordar su tercera y
definitiva fase buscando las estrategias que desarrollar en el
futuro inmediato de Osakidetza, Bildu, por medio de su desconcertante
portavoz se apartaba del consenso y buscaba
el cuerpo a cuerpo con el lehendakari Pradales el pasado viernes en el pleno
parlamentario de control con una
pregunta directa sobre los cambios estructurales necesarios para garantizar el
sistema público de salud. Es decir, que en lugar de continuar con el
trabajo en común para buscar soluciones a los problemas de Osakidetza
prefirió interpelar al lehendakari con
cámaras y altavoces encendidos para intentar que el debate público sobre esta
materia -ahora que la preocupación
social ha descendido en más de diez puntos en el sociómetro- se reavive. Es decir, seguir pescando en
aguas revueltas.
El retorno de la Izquierda Abertzale a la senda de la
oposición reivindicativa es ya
generalizada. No es solo Osakidetza o la política industrial. Los reproches a
la acción gubernamental resultan permanentes. La reforma fiscal, donde una vez
más Bildu se ha puesto de perfil, las críticas de “clientelismo” al proyecto
“Euskorpus” que pretende impulsar el euskera a la revolución de la inteligencia
artificial (“clientelar” porque en el mismo no están organismos “populares” próximos a la formación de Otxandiano que
siempre han pretendido monopolizar las
acciones vinculadas al euskera), o la última polémica provocada por sus alcaldes pretendiendo sacar de la normativa en
vigor la contratación de policías municipales so pretexto de impulsar “otro modelo policial”. Todo responde a la decisión asumida por el partido
que dirige Arnaldo Otegi de plantar
cara al nacionalismo gobernante
impulsando su desgaste y la implementación de
una agenda oculta.
Por si alguien tenía duda de la intención última de EH Bildu
cuando invitaba al PNV a “compartir listas electorales” en los comicios
españoles y europeos, en la actividad de
Otxandiano y los suyos podemos comprobar
la “prueba del algodón” de la “sinceridad” del ofrecimiento táctico.
Cantos de sirena de quienes no quieren subirse al tren sino sustituir al
maquinista. Vamos, lo de siempre.
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