sábado, 22 de febrero de 2025

VIAJEROS AL TREN

 La adquisición del 30% de las acciones de la empresa TALGO por parte del consorcio vasco  integrado por SIDENOR, el Gobierno vasco y las fundaciones bancarias BBK y Vital ,  fue la pasada semana la noticia económica positiva  que todo el mundo en Euskadi ha querido celebrar.

TALGO, (acrónico de Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol) es una compañía tractora en la fabricación de trenes y servicios ferroviarios, con una tecnología puntera en el sector y de gran futuro en el mercado internacional. En ella, en su principal factoría de Ribabellosa (Araba) ,  trabajan actualmente de forma directa más de 700 personas, traccionando a unos 400 proveedores vascos en industria auxiliar, lo que supone la generación de un empleo indirecto de en torno a las  5.000 personas. En este momento la cartera de pedidos de la empresa supera los 4.000 millones de euros.

TALGO, cuyo principal accionista era un fondo de inversión dispuesto a vender y rentabilizar su participación, había concitado la atención de inversores internacionales. Un grupo húngaro, próximo a su presidente Víctor Urban, fue el primero en interesarse por la adquisición de acciones de la empresa ferroviaria. El riesgo de la deslocalización y la posible influencia de intereses rusos en aquella operación movilizó al gobierno español para intentar frenar la tentativa de compra de TALGO. Para garantizar el arraigo futuro de la empresa, el ejecutivo de Pedro Sánchez (el ministro Puente) se propuso encontrar socios estatales que pudieran participar en la adquisición mayoritaria de acciones. Y bajo ese interés solicitó la ayuda y colaboración del PNV en tal labor.

TALGO era (y es) un proyecto empresarial de primer orden para Araba. Por su pujanza industrial y, también por la aportación de recursos económicos mediante la tributación de su factoría en Ribera Alta (Ribabellosa).  El PNV hizo gestiones. En el mismo sector ferroviario y en ámbitos industriales complementarios. Ahí es donde surgió SIDENOR y su empresario de referencia, Jose Antonio Jainaga, un hombre del país curtido en proyectos productivos.

A partir de ese momento, el Gobierno vasco del Lehendakari Pradales, se puso el buzo de trabajo y articuló una fórmula de colaboración público-privada  que permitiera finalizar con éxito la operación, garantizando el futuro de TALGO en Euskadi. En dicha fórmula, dos consejeros, el de Industria, Mikel Jauregi, y el de Hacienda y Finanzas, Noël D´Anjou, tuvieron  un papel destacable para articular  el apoyo  financiero  a la propuesta de SIDENOR  con la participación del propio Gobierno vasco y de las fundaciones bancarias de la BBK y la Vital.  

Finalmente, la oferta vasca consorciada se hizo con el 30% de las acciones de TALGO, empresa que, a partir de la nueva propiedad trasladará su sede social de Madrid a Euskadi.

TALGO, la empresa fabricante de trenes nacida en 1942 de la mano del financiero José Luis Oriol Urigüen y el ingeniero Alejandro Goicoechea, quien años antes había traicionado al Gobierno vasco pasándose al bando sublevado del general Franco con los planos e información necesaria para romper el llamado “cinturón de hierro de Bilbao”, baluarte defensivo de Bizkaia, quedaba firmemente arraigada y comprometida con Euskadi. Paradojas de la historia.

Se atribuye a Napoleón la cita de que “la victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”. El ejemplo de TALGO y su arraigo como empresa vasca lo testifica.

El primero en apuntarse la medalla de la operación empresarial de país fue el secretario general de los socialistas vascos. Eneko Andueza, en el discurso triunfal de su toma de posesión, no tuvo dudas en adjudicarse la autoría en la permanencia de la empresa ferroviaria en Euskadi. "Que nadie se arrogue ese mérito, porque el mérito de que Talgo siga en Euskadi es de los socialistas" -dijo un Andueza visionario-.

No negaré el derecho del secretario general de los socialistas vascos en reivindicarse o a ponerse medallas honoríficas. Pero el olor a incienso me ha hecho recordar al “magic Andreu”, aquel ilusionista que amenizaba los programas televisivos a principios de los 90, siempre se ponía dos galardones para resaltar sus logros; uno porque sí y, otro, por si perdía el primero.  

Otro que se apuntó al final feliz del proceso de TALGO fue el portavoz de EH Bildu, Pello Otxandiano. La cara institucional de Otegi se había pasado  las últimas semanas acusando al Gobierno vasco de inacción en materia industrial  y llegó a decir en rueda de prensa celebrada en el Parlamento que “en el caso de TALGO, cruzamos los dedos y esperamos a que llegue un milagro. Llegamos tarde -el Gobierno vasco-”  y no se actúa “con antelación y proactividad” señalando por ello que la “capacidad reactiva”  del ejecutivo de Gasteiz  era “prácticamente nula”. “Tarde”, “sin previsión”, sin proactividad” y con capacidad “nula”.

La realidad desmentía a Otxandiano quien, cuando la operación consorciada consiguió el objetivo de fincar la empresa ferroviaria en Euskadi, se olvidaba de sus palabras. Mejor dicho, se las comía para subirse al tren del éxito. “Desde el principio hemos visto con buenos ojos la iniciativa de SIDENOR para la compra del 30% de TALGO. Creemos que es una buena noticia que el Gobierno vasco respalde esta operación junto con BBk y Vital. Valoramos especialmente el uso del sistema financiero vasco para el arraigo de una empresa estratégica en el territorio.”

Por una vez, y esperemos que cause precedente, todo el mundo parece aprobar positivamente la acción coordinada entre el Gobierno vasco  y la iniciativa privada -en este caso SIDENOR – para posibilitar que una empresa estratégica  en el ámbito del transporte  se mantenga radicada entre nosotros  y desarrolle su actividad con certidumbre. Si, es la primera vez que contemplamos un estado de opinión unánime en tal sentido. Pero, tal criterio, que debiera  primar en un momento de incertidumbre mundial como el presente, se desdibuja en cuanto la actividad política e institucional vuelve a los cauces habituales y rutinarios.

Todos recordamos la promesa que Bildu y Otxandiano hicieron con cierta solemnidad meses atrás por la que “sacarían a Osakidetza del debate partidista cortoplacista”. Pues bien: las palabras se las ha llevado el viento. Mejor dicho, ellos mismos las han sepultado.

Cuando la mesa que aborda un Pacto por la Salud de Euskadi, en la que están representados  formaciones políticas (también ellos), sindicales, colegios profesionales, asociaciones de pacientes, universidades y patronales,  está a punto de abordar su tercera y definitiva  fase  buscando las estrategias que desarrollar en el futuro inmediato de Osakidetza, Bildu, por medio de su desconcertante portavoz  se apartaba del consenso y buscaba el cuerpo a cuerpo con el lehendakari Pradales el pasado viernes en el pleno parlamentario de control  con una pregunta directa sobre los cambios estructurales necesarios para garantizar el sistema público de salud. Es decir, que en lugar de continuar con el trabajo  en común para buscar  soluciones a los problemas de Osakidetza prefirió interpelar al lehendakari  con cámaras y altavoces encendidos para intentar que el debate público sobre esta materia  -ahora que la preocupación social ha descendido en más de diez puntos en el sociómetro-  se reavive. Es decir, seguir pescando en aguas revueltas.  

El retorno de la Izquierda Abertzale a la senda de la oposición reivindicativa  es ya generalizada. No es solo Osakidetza o la política industrial. Los reproches a la acción gubernamental resultan permanentes. La reforma fiscal, donde una vez más  Bildu se ha puesto de perfil,  las críticas de “clientelismo” al proyecto “Euskorpus” que pretende impulsar el euskera a la revolución de la inteligencia artificial (“clientelar” porque en el mismo no están  organismos “populares”  próximos a la formación de Otxandiano que siempre han pretendido monopolizar  las acciones vinculadas al euskera), o la última polémica provocada por sus  alcaldes pretendiendo sacar de la normativa en vigor la contratación de policías municipales so pretexto de  impulsar “otro modelo policial”.  Todo responde a la decisión asumida por el partido que dirige Arnaldo Otegi  de plantar cara  al nacionalismo gobernante impulsando su desgaste y la implementación de  una agenda oculta.

Por si alguien tenía duda de la intención última de EH Bildu cuando invitaba al PNV a “compartir listas electorales” en los comicios españoles  y europeos, en la actividad de Otxandiano y los suyos podemos comprobar  la “prueba del algodón” de la “sinceridad” del ofrecimiento táctico. Cantos de sirena de quienes no quieren subirse al tren sino sustituir al maquinista. Vamos, lo de siempre.

 

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