Los tauro solemos tener reacciones de difícil
comprensión más allá de una dosis elevada de testarudez. No quiero decir que
todos los nacidos bajo ese signo zodiacal obremos de manera idéntica, pero sí
he de reconocer -por experiencia propia lo digo- que algunos de nuestras formas
de actuar o de manifestarnos tiene poco de racional y mucho de cabezonería.
Por lo general, y sigo hablando desde mi
autoobservación, los tauro solemos tener mucho aguante. Soportamos con
paciencia las críticas y las opiniones que nos llevan la contraria o,
abiertamente nos son beligerantes. Cargamos reposadamente nuestros tanques
mentales de tolerancia, pero, llegado el momento en el que la caldera no admite
más presión, explotamos y corneamos -como buenos morlacos – a todo lo que nos
pasa por delante. Tenga que ver con
nuestro hartazgo o no. Y en ese estado de enajenamiento temporal, junto
a las embestidas arrolladoras, dejamos de procesar racionalmente. El efecto es
temporal, pero muy “heavy”.
Mi hija no tiene para olvidar un episodio que protagonicé
hace ya unos años, cuando ella era aún adolescente y con total naturalidad y
normalidad, pretendía disfrutar de la compañía de su cuadrilla de amigas-os en
una plácida noche veraniega vacacional. No recuerdo bien qué había toreado mi
“ego tauro” aquella tarde-noche, pero, lo cierto es que quien esto cuenta
estaba engorilado por una razón tan banal que ni la encuentro en mi memoria.
“¿Salir a la calle hoy?” -contesté a mi joven hija -. Por contextualizar diré
que el “hoy” era una jornada del mes de agosto (verano en la Castilla española).
Además, las salidas vespertinas eran habituales en ese periodo estival (la
chavala había compartido ocio con sus amigos todos los días pasados), por lo
que su pretensión no era para nada extraña. Pero yo en aquel momento estaba
“cruzado”. Y por eso sentencié: “¡Hoy no
sales!”.
Como era de esperar, mi negativa, por extraña, tuvo
respuesta inmediata. “¿Por qué no voy a salir hoy? -preguntó con lógica mi adolescente hija-. Y
entonces, el tauro que llevo dentro respondió como si la interrogación hubiera
sido un par de banderillas clavadas en el mismísimo lomo: “¡Porque hace frío!”. Habría sido más convincente decir aquello de
“porque lo digo yo”, pero no. ¡Frío! en agosto. Es cierto que el ambiente había
refrescado un tanto -afortunadamente- pero nada que impidiera , con un simple
jersey, disfrutar de una maravillosa
noche de juegos juveniles.
Mi empecinamiento duró un rato. Una escena totalmente
surrealista para incredulidad y asombro de los de alrededor. Una muchacha
intentando adivinar el porqué de aquel
sinsentido y un adulto subido en la
grupa de Bucéfalo musitando
incoherencias propias de la época
cavernaria. Al final, la cordura cónyuge, solventó la papeleta. “Anda hija,
vete tranquila con tus amigos. Ya sabes; cosas de tu padre. Coge un jersey y no
vuelvas tarde” -sentenció la sensatez allí presente-. La entonces chiquilla cada
vez que recuerda el episodio se descongoja de risa. Y no es para menos. “Cosas
de mi padre”.
Yo pensaba que el nuevo coordinador general de Podemos
Euskadi, Richar Vaquero, era también tauro. Vi que en su biografía constaba que
había nacido el mes de mayo y di por hecho que el buen hombre era de los míos.
Por eso achaqué su respuesta negativa
inicial al acuerdo de fiscalidad con PNV y PSE a una de las “salidas de tono”
que los tauro solemos protagonizar de
vez en cuando.
No entendía como, si el contenido del posible acuerdo
no estaba siendo cuestionado por
la formación morada -a sabiendas de que no colmaba todas sus expectativa-, se
anunciara públicamente que no se apoyaría. Máxime cuando, al mismo
tiempo, se decía que en la consulta
interna a sus bases estas habían apoyado
el acuerdo (46%) frente a quienes lo rechazaban (43%). Votación, al parecer
exigua, pero solventada por un estrecho margen
de los posibilistas del pacto. Pese a ello, el resultado era un portazo,
algo solo entendible por razones
ocultas que , a todas luces se nos
escapaban, pero que en cualquier caso deberíamos respetar aunque nos produjeran un sentimiento de total
desconfianza hacia quienes habían
decidido no respaldar un texto que
previamente habían avalado y consensuado.
No sé si su negativa era porque ”hacía frío”. O porque
sintieron el vértigo de tener que
optar frente a quienes dogmáticamente les
criticaban, sin más argumento que el reproche ideológico, por una posible
sintonía en materia tributaria que
afectaría notablemente -para mejor- a
miles de vascos y vascas.
Vértigo al encontrar “una ventana de oportunidad” para
poner en valor su fortaleza menguante,
les llevó, no a abrirla para consolidar
su posición, sino para arrojar por ella al vacío su fiabilidad y credibilidad frente a los demás. Inexplicable sí, y decepcionante para quienes
entendemos la acción política como la actividad en la que quienes participamos
en ella asumimos la voluntad de dialogar, negociar y acordar con los diferentes
en beneficio de la colectividad que nos ha elegido.
Me equivoqué con Richar Vaquero. No es tauro como
pensaba, sino géminis, pues su cumpleaños se celebra más allá del 20 de mayo
que marca el límite zodiacal de los
bóvidos.
Y, probablemente me haya equivocado igualmente a la
hora de interpretar la respuesta pública de los suyos a la voluntad de acordar
un nuevo espacio tributario. La decepción lleva, en ocasiones, a la
visceralidad y en ella tendemos a tratar
a los demás con excesiva rigidez.
No negaré que
su “no” al acuerdo y su desafortunada explicación me haya desagradado. Admito
que, en contra de mi ánimo optimista, he tenido que aceptar las
advertencias de quienes se me acercaron
para decirme que no fuera iluso “porque estos no son de fiar”, que “ya nos la
jugaron en el pasado y que ahora nos la volverán a jugar”. La experiencia
desanima.
Pero, no debemos imputar a los actuales responsables
de Podemos Euskadi, ni a su nuevo coordinador, acciones que cometieron sus
antecesores. Por ello, sin caer en la ingenuidad, ni en la candidez, me resisto a pensar en que si la voluntad de
acuerdo es sincera, si el problema no es el contenido sino los umbrales de satisfacción de unos y
otros, si la afirmación de “no querer cerrar puertas” es real, merezca la pena dar una última
oportunidad al entendimiento. Sin falsas esperanzas, con realismo y
responsabilidad. Sin tacticismos. Ni buscando fines imposibles que incidan en abrir
más la brecha de la desconfianza instalada entre nosotros.
Haber participado en múltiples iniciativas de diálogo
entre diferentes me ha enseñado que para
los acuerdos fructifiquen es necesario respeto, saber atender las necesidades
del adversario y tener voluntad de acordar. Ponerse en sus zapatos y estar
dispuestos a perder una parte de tu zona de confort para alcanzar un bien común
superior que satisfaga a las partes. Y en esa aplicación estamos ahora
nuevamente.
La búsqueda de un punto medio que permita aprobar un
nuevo marco fiscal y tributario en Euskadi puede parecer una disputa económica
árida en la que contrastar modelos y sensibilidades diferentes. Efectivamente
esto es así. Pero en nuestro caso es algo más. Es también una cuestión política.
Es buscar la fórmula que tienen las
administraciones para atender varias necesidades. La de proteger a quien más
necesitan el respaldo de los poderes públicos. La de atender eficazmente a
quienes tienen problemas para
emanciparse, llevar adelante una expectativa de vida con calidad y dignidad. La
necesidad de nutrir de fondos a sus arcas para desarrollar los servicios
públicos. Y la de incentivar la actividad generadora de empleo y riqueza para
todos.
Cada cual puede tener su modelo para satisfacer todas estas demandas pero solo desde el
realismo y el consenso se podrán
hallar marcos estables que garanticen temporalmente la consecución de esos
objetivos. Es la hora de la inteligencia , de saber discernir lo importante de lo que no lo es. Lo efectivo
de lo efectista.
Los tauro y los géminis, según reza el horóscopo,
formamos una unión complementaria. En general las relaciones de ambos signos
suelen resultar beneficiosas ya que aunque representen a personas diferentes,
suelen coincidir en sus planteamientos vitales. Si tienen que trabajar codo con
codo o si deciden emprender un proyecto de colaboración, los efectos suelen ser
bastante buenos en general. A Tauro le falta ese punto de inventiva que a
Géminis le sobra. También a Géminis le falta ese toque de reflexión y de
seguridad que Tauro posee.
No soy nada dado a creer en la astrología ni en los
designios zodiacales. Pero, por si acaso, cruzo los dedos.
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