Siempre he creído que utilizar el euskera como un
elemento de disputa política hacía un flaco favor al prestigio y a la madurez
de nuestro idioma y , además , pervertía
la reivindicación ideológica por tratar
de convertir un bien general y universal
-la lengua- en una cuestión privativa de unos (muchos o pocos).
El euskera, como cualquier otro idioma, es un patrimonio
común de todos los vascos, nacionalistas o no. Es, como significara Miguel de
Unamuno, “el alma del Pueblo Vasco”, y
en tanto en cuanto lengua minorizada ; es decir, históricamente marginada, perseguida e
incluso prohibida, lo que provocó una restricción significativa de su uso en la vida pública, necesita de un importante consenso social en aras a su recuperación, normalización y proyección.
Dicho consenso se ha mantenido firme durante décadas
de reconstrucción institucional, con
acuerdos fructíferos en el mundo de las
políticas públicas y de manera especial en el campo educativo, donde el
progreso de la reeuskaldunización del
país resulta evidentemente exitosa.
El euskera, la políticas públicas de impulso como
consecuencia de su oficialidad en Euskad, no han significado ni agravio ni problema determinante para la sociedad vasca en los últimos
decenios.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte estamos asistiendo
a una quiebra de ese clima de respeto
instalado en Euskadi. Observamos con
preocupación cómo se ha convertido en
costumbre que desde determinados ámbitos jurisdiccionales se impida o se coarte la necesidad de que las administraciones
puedan determinar medidas tendentes dar respuesta a la mayor demanda de
asistencia de la ciudadanía en euskera. Se indica que no existe por parte de la
judicatura ningún tipo de “euskarafobia” pero , lo cierto, es que sentencias y autos emitidos últimamente están limitando notablemente las
posibilidades de que una de las lenguas oficiales de nuestra comunidad tenga
los recursos necesarios para atender debidamente a los derechos lingüísticos de todos y todas.
Se han suspendido ofertas públicas de empleo, dotaciones
de personal y normativa básica bajo el supuesto de la discriminación, con el
socorrido argumento de la “igualdad” de derechos de la ciudadanía. Se ha llegado a decir en
una sentencia que “el euskera es quinto
idioma más difícil del mundo” o que “no
comparte ninguna conexión con otro idioma” lo que multiplica la dificultad para su conocimiento.
Se han echado abajo previsiones de cubrir puestos de trabajo bajo peregrinos
argumentos -lo de la discriminación es recurrente- tales como considerar que al
existir en la plantilla funcionarios
euskaldunes se “garantiza” la prestación
de servicios en euskera, atendiendo a no se sabe bien qué porcentajes de vascoparlantes/habitantes,
siendo el magistrado en su caso, el órgano validador de lo que es suficiente y de lo que no.
Se están cometiendo tropelías atendiendo a argumentos
genéricos sin tan siquiera atender las características de las plazas
públicas ofertadas, de su incidencia en la
plantilla, ni tan siquiera del efecto de
la turnicidad o de las bajas existentes. Y así, el análisis de lo que se juzga no
se atiende a hechos objetivos sino a prejuicios.
Por ir un paso más allá, según datos consultados , solo
una veintena de los jueces en Euskadi están capacitados para celebrar juicios
orales en euskera , lo que representa aproximadamente al 8% de la
judicatura de la Comunidad Autónoma
Vasca .
No nos olvidemos que el euskera es un idioma oficial en
Euskadi y que en la actualidad , según
datos del EUSTAT, el 62,4% de la población (aproximadamente 1,35 millones
de personas) tiene algún conocimiento de euskera, si bien la cifra de
vascoparlantes habituales es menor, situándose en torno al 43,3% según estudios
recientes. El conocimiento del euskera es notablemente mayor entre los
jóvenes (90,5% en el grupo de 10-14 años) que entre los adultos mayores (22,1%
en el grupo de 70-74 años y más).
No olvidemos tampoco que las Administraciones
Públicas Vascas tienen la obligación por ley de preservar los derechos lingüísticos de la
ciudadanía , lo que implica dotarse de los medios y los recursos humanos
necesarios para abordar dicho cometido, utilizando para ello coberturas legales
(normalización del uso del euskera, perfiles lingüísticos, etc) que hagan
posible tal función. Durante años , la
aplicación de estos criterios no ha
generado el más mínimo conflicto, a pesar de la pretendida “discriminación”.
Sin embargo tal situación se ha roto últimamente con la proliferación
de recursos presentados desde
determinados ámbitos sindicales a las ofertas públicas de empleo y con las
ulteriores sentencias y autos suspensorios de plazas con perfil lingüístico preceptivo o
incluso por la baremación del
conocimiento del idioma como mérito a las mismas.
Esta nueva costumbre de cuestionar lo cuestionable coincide en el
tiempo también con profundas sentencias que
cercenan gravemente el uso normalizado del euskera en las instituciones (ahora
que se pretende garantizar la oficialidad en los ámbitos europeos).
Así, por ejemplo, los jueces del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco
(TSJPV) y el Tribunal Supremo han anulado varios artículos de la normativa
vasca que promovía el uso del euskera en los municipios, al considerar que
priorizar el euskera en detrimento del castellano era inconstitucional y
vulneraba la libertad lingüística de los ciudadanos.
Estas sentencias implican que los
ayuntamientos no pueden determinar la exigencia del euskera ni priorizarlo de
forma que se vulnere el derecho de los ciudadanos a recibir comunicaciones en
castellano o en ambas lenguas. Los tribunales consideran que obligar al uso
exclusivo del euskera en la comunicación con la ciudadanía supone una
imposición a la libertad lingüística de quien no conoce o prefiere el
castellano.
Al parecer,
que los municipios vascos pudieran tomar sus decisiones en euskera rompía España, y atentaba contra la igualdad de la ciudadanía. El artículo 6.2 de
instituciones locales anulado decía que “las
convocatorias, órdenes del día, mociones, votos particulares, propuestas de
acuerdo, dictámenes de las comisiones informativas, acuerdos y actas de los
órganos de las entidades locales podrán ser redactados en
euskera. Esta facultad podrá ejercerse , en los
supuestos anteriormente mencionados, siempre que no se lesionen los derechos de
ningún miembro de la entidad local que pueda alegar válidamente el
desconocimiento del euskera …”
Curiosa la “interpretación” judicial. Y mucho más si miramos alrededor y contemplamos que normativa como la que se
encuentra en vigor en Galicia desde julio de 1997 -gobernaba Manuel Fraga- no
haya sido ni recurrida ni anulada. Ni
tan siquiera cuestionada.
La Ley de Administración Local de Galicia (la equiparable
a la ley municipal de Euskadi) dice en su artículo 7 que “ 1.
El gallego, como lengua propia de Galicia, lo es también de su Administración
Local. Las convocatorias de sesiones, órdenes del día, mociones, votos
particulares, propuestas de acuerdo, dictámenes de las comisiones informativas,
actas, notificaciones, recursos, escrituras públicas, comparecencias judiciales
y todos los actos de carácter público o administrativo que se realicen por
escrito en nombre de las corporaciones locales se redactarán en lengua gallega.”
Y continúa , con un punto 2 que dice ; “Sin perjuicio de lo dispuesto en el
apartado anterior, tales entidades pueden hacerlo, además, en la otra lengua
oficial, el castellano”.
Es
decir, el idioma vehicular de los
municipios de Galicia es el gallego y , “en su caso” , si así se estima, estos
utilizarán el castellano. Esto es así, afortunadamente, desde 1997 sin
cuestionamiento, ni recurso. Lo que en
Galicia es posible, en Euskadi no. Y es que, al parecer , el gallego no rompe
España y el euskera sí.
Ante todo este cúmulo de “coincidencias” judiciales, el debate para blindar la
protección de la oficialidad del euskera se ha trasladado al ámbito político y
por desgracia, el consenso que durante años se ha generado en torno a esta
cuestión , parece haber desaparecido. El
acuerdo que se busca no es , como desde
algún ámbito se ha dicho, una modificación de los criterios de política
lingüística. Es una garantía de certidumbre, de seguridad jurídica.
De ahí, no se entiende muy
bien determinadas posiciones que hablan de acuerdo imposible. Esperemos que tal
disenso solo sea una estrategia para buscar notoriedad o protagonismo, porque lo importante en este
momento de incertidumbre abierto por la judicialización del euskera es blindar mayoritariamente su oficialidad
plena.
Aprovechando la oportunidad que me brinda este espacio y consciente de que mi opinion no tiene nada que ver con el tema propuesto por Mediavilla, me lanzo a hacer la siguiente reflexion aun a sabiendas que nadie la va a leer. Asi, practico un poco.
ResponderEliminarViene a cuento de las recurrentes pintadas contra Zupiria que vayab
usted a saber quien las hace. Lo cierto, es que aparecen en un momento en el que Zupiria y su segundo de abordo estan cuestionados por la "gestion" de las concentraciones fachas que cada x tiempo se producen con la mas que evidente complacencia policial vasca. Ante las criticas por lo dicho y hecho Zupiria responde como sabe hacerlo: insultando y faltando a la verdad. Una pena. Como las evidencias son tan claras y las sospechas de que lo ocurrido responde a una utilizacion partidista de la ertzantza van cogiendo forma, ale hop!!, aparecen unas pintadas contra el consejero. No es la primera vez.
Tras las pintadas, las condenas, que no valen mas que para que se ponga en marcha el engranaje mediatico en el que todos los medios que participan de la misma estrategia apunten a ehBildu al que siempre tratan de enchufar el muerto. De esta manera, Zupiria desaparece y con el sus responsabilidades politicas. Ahora, el foco mediatico esta donde a ellos les gusta: en la matraka de la condena inutil. Esa pintada solo le favorece al PNV, en este caso a Zupiria y al Dpto. de Seguridad. Por lo tanto cabria hacerse la pregunta de quien o quienes hacen esas pintadas