viernes, 20 de mayo de 2011

KANT Y LA ARAZÓN PRÁCTICA

Mi aita no era de muchas palabras. Tenía su propia cosmogonía; qué hacer para salir adelante. Estar, simplemente estar, sin hacer algo productivo, le consumía. Comer la “sopa boba” no era lo suyo. Tampoco digo que fuera un hiperactivo. No. Pero la vida contemplativa no iba con él.

En días como el de hoy, la jornada de reflexión, me acuerdo de un dicho que solía repetirme cuando mi mente transitaba por Babia; “Sí, tu piensa. Medita. Recapacita. Que ya lo joderás luego con las patas de atrás”.

¿Qué quería decir con aquello de “las patas de atrás”?. Los neandertales como yo llevamos erguidos miles de años, luego lo de cuadrúpedo me resultaba un tanto inadecuado. Así que ante tan críptica advertencia, me volvía a concentrar en la luna de Valencia.

¿Qué era mejor?. ¿Estudiar ahora o luego, en víspera del examen?. Esa era la cuestión. Si comenzaba “ahora”, era probable que llegado el momento tuviera un poso global de la materia. Si lo dejaba para más tarde, el efecto “recuerdo” estaría más fresco en el día del ejercicio escrito.

Mis neuronas –pocas- debatían la cuestión. “No seas vago, empieza ahora, que es mejor”. “Vete a jugar al futbolín, que ya hay tiempo de leer lo que dijo el pesado este de Kant”. “Echa un vistazo rápido y sal corriendo”.


Como siempre, opté por la opción intermedia. Ni pa ti ni pa mi. Cauce central.

Immanuel Kant fue el primero y el más importante filósofo alemán de la ilustración. Nació en Königsberg, Prusia, ciudad que más tarde sería Alemania, y que desde el final de la segunda guerra mundial, bajo la denominación de Kaliningrado, formó parte de la Unión Soviética. Hoy pertenece a la República de Rusia.

Si la ciudad donde uno nace, sin moverse, ha cambiado de país cuatro veces en tres siglos y medio, prepárate para entender el pensamiento filosófico del susodicho individuo.

Efecto práctico. Hice caso a mi padre. Menos pensar, meditar y recapacitar y más actuar. Cerré el libro y hacer deporte en el salón de billares.


Magnífica elección. Un vaso de jariguay y encuentro cultural urbano con la intelectualidad de la calle. ¿Kant?. ¿A quien le interesaba Kant?. Si fuera Paul Breitner, Stielike o Beckenbauer, todavía.

Aquel ejercicio reflexivo de sopesar, “¿ahora? o ¿mañana?”, se repetía frecuentemente. Y para no ser irresponsable, siempre optaba por la centralidad. “un poco ahora y mañana más”.
Las dosis de Kant eran “droga dura”. Empirismo y racionalismo. Fichte, Schelling, Hegel, Schopenhauer…Socorro. Así que, cuando el disco duro de mi mollera se atascaba, reiniciaba el circuito. Apagaba y salía a la calle. A la universidad de la vida.

Hasta que llegó la fecha del examen. La víspera amanecí con la “crítica de la razón pura”. Con ella y con otro dicho paternal; “a buenas horas mangas verdes”. ¿Mangas verdes?. Aquella sentencia terminó por desorientarme. Y mi rendimiento en la prueba escrita quedó completamente deslucido.

Cuando salió la puntuación de aquella asignatura juré redimirme de Kant con Feuerbach, Kierkegaard, Marx y Engels. No eran jugadores de futbol de la selección alemana sino los siguientes autores que aparecían en el libro de filosofía. Finalmente lo conseguí. Y lo hice al descubrir la parte oculta que el dicho de mi padre tenía; “…que ya lo joderás con las patas de atrás”.

Hoy, sábado 21 de mayo, toca reflexionar. Yo no tengo dudas. De Kant me quedo con la “razón práctica”. Seguro que no fallo.

1 comentario:

  1. ¡Que reflexión tan oportuna para un día como hoy! Basagoti, Lopez, Pastor y el conjunto de la liga unionista (“una grande y libre”) que centran su acción política en la “lucha por la libertad” deberían leer, al menos, el tercer capítulo de la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” del bueno de Inmanuel Kant, en el que afirma que todos los hombres se piensan libres en cuanto a la voluntad, por lo que los juicios recaen sobre las acciones consideradas como hubieran debido ocurrir aun cuando no hayan ocurrido. Precisamente uno de los postulados de la razón práctica es la existencia de la libertad, proposición indemostrable desde la razón teórica, pero sí desde un peculiar modo de asentimiento o creencia que Kant denomina fe racional. Claro que ellos ni leen, ni creen: solo hablan por hablar de lo que no saben. Así les va a ir en Euskadi el próximo domingo…

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