En el
denominado “salón de plenos” del Palacio Foral vizcaino, en plena Gran Vía, hay
una pintura que siempre que la he visto me ha alimentado la curiosidad por
conocer determinados pasajes de nuestra
historia realmente apasionantes.
Lo cierto es que en la sede de la Diputación,
hay verdaderas joyas de la pintura, de la escultura o de las artes, que atesoran
un edificio singular, emblema de la expansión que experimentó Bilbao a comienzos del pasado siglo XX. Hay piezas majestuosas como los jarrones de
Sevres que Napoleón III y Eugenia de
Montijo regalaron a la Diputación; vidrieras
luminosas como la alegoría de Bizkaia, de Anselmo Guinea o
estancias versallescas –salón de los
espejos- e históricas, como la denominada “Vizcainos ilustres” en la que el
Gobierno del Lehendakari Agirre se reunió por primera vez tras su juramento en Gernika.
El
Palacio foral es un tesoro de nuestro patrimonio cultural e histórico que invito
vivamente a visitar y conocer.
Entre
las obras de arte allí situadas se encuentra un enigmático cuadro titulado “Catad ahí al vuestro señor
que os lo demandaba”
Reproducción en blanco y negro del cuadro de Marcoartu |
El cuadro elaborado por Macario Marcoartu representa el
momento en que el cuerpo del Infante don
Juan, muerto a manos de los maceros de Pedro el Cruel, es arrojado a la calle
por una de las ventanas de la torre de Zubialdea, en la plaza originaria
de naciente villa de Bilbao.
La escena relata un acontecimiento histórico. Durante la
visita de Pedro I a Bilbao en 1358, ocurrió un sangriento suceso en la torre de
Zubialdea, situada como su nombre indica
junto al puente del vado de la ría. Como
consecuencia de las luchas que el rey mantenía con sus hermanastros, los
Trastámaras, Pedro I mandó arrestar
al infante don Tello, a la sazón, Señor de Bizkaia por su
matrimonio con doña Juana de Lara. El
infante escapó de la orden regia y llegado a Bilbao desde Castilla embarcó al
extranjero. En su persecución, Pedro I llegó
hasta la hoy capital de Bizkaia y ante la imposibilidad de apresar a don Tello propuso que las Juntas Generales reconocieran como nuevo señor a Juan de Aragón. Los vizcaínos rechazaron tal
propuesta, circunstancia que aprovechó “el cruel” para saldar otras cuentas con el infante a quien ordenó matar. Juan de Aragón fue
muerto en la mencionada torre bilbaína a golpes de maza y después arrojado a la calle donde gran número de personas se había concentrado
al escuchar las escaramuzas acontecidas
en la noble casa. La defenestración –lanzamiento por la ventana- del
heredero Trastámara fue vociferada,
según cuentas las crónicas por los servidores de Pedro I al grito de
“ahí tenéis, catad a vuestro señor”.
Aquella pintura situada en uno de los laterales del salón
plenario de la Diputación vizcaína, me ha traído a la memoria una situación
similar vista en una producción
cinematográfica de éxito. Se trataba de la película “Breveheart” y la
escena es difícil de olvidar. A su
regreso de Francia, el rey Eduardo I de Inglaterra volvía a su castillo y, mosqueado, preguntaba a su hijo por un rumor que apuntaba a la destrucción de
su ejército del norte. El príncipe negaba tener noticias al respecto pero en
ese momento llegaba un mensaje (la
cabeza de su sobrino) que anunciaba el
saqueo de York por parte de las tropas escocesas que lideraba William
Wallace. El rey inglés, encolerizado, temía
por la seguridad de su territorio recelo
que trataba de disipar el joven acompañante
de su hijo. Era el nuevo “consejero supremo” y amigo del príncipe, un “asesor
especializado” en tácticas militares y en el arte de la guerra. Eduardo I, en
el final de la escena acompañaba
amigablemente al nuevo “asesor” por la estancia palaciega y aproximándose a la
ventana lo arrojó por ella al patio. El consultor inventó el vuelo sin motor.
Es lo que tiene un mal consejo, un mal diagnóstico o una
mala receta aportada por un “experto” o un “spin doctor”. Que si su
vaticinio fracasa, las consecuencias
podrán ser drásticas.
Según el diccionario de la Real Academia, “defenestrar”
contempla dos significaciones. La primera dice;
“Arrojar a alguien por una ventana” y la segunda, “Destituir o expulsar
a alguien de un puesto, cargo, situación”.
Ayer finalizó la campaña electoral más corta de cuantas
hayamos vivido en los últimos tiempos. Corta pero intensa y plagada de hechos destacables. Destacables
no por su carácter innovador ni por relevancia
significativa de contenidos. Destacables, porque, a mi juicio, han
supuesto una suma acumulada de errores y precipitaciones que, probablemente,
tendrán su consecuencia mañana, y serán medibles en el recuento de papeletas .
Errores y precipitaciones que han tenido origen en un fallo
de diagnóstico de la situación. Equívocos que terminan por mal dirigir una
estrategia de persuasión que resultará
fallida.
No creo errar en mi apreciación al significar que los
primeros en “leer mal” el mapa electoral
fueron los de Ciudadanos. Su decisión de
bloquear la configuración de un gobierno
y posición enrocada de escorarse hacia
la derecha y la derecha extrema, en lugar de ampliar su perfil de centro, supondrá un desgaste del que Rivera no puede
quedar indemne y, probablemente, acabe con su liderazgo.
El segundo
desorientado en este proceso ha sido, sin duda alguna, quien más quería ganar y, probablemente no gane sino pierda; Pedro
Sánchez.
Sánchez y sus expertos
se equivocaron al no consentir cerrar la legislatura con un acuerdo de
coalición. Prefirieron, por ambición, ampliar su base electoral. Penalizando a
los morados de Iglesias por la izquierda y, en un afán de expandir su
influencia, echaron las redes de campaña ene le caladero “étnico” de lo
“nacional”, lo “español”, de la “unidad”
frente a Catalunya y el soberanismo, en un afán de tratar de atraer sufragios de la hemorragia naranja.
En lugar, de reforzar su perfil reformista pretendieron
abarcar casi todo el espectro de
votantes. Lo que Iván Redondo denominaría el perfil institucional del
candidato. Y en esa ansia de tocar todos
los palos, Sánchez y su PSOE desdibujaron su propuesta.
Al fracaso de no formar gobierno por las diferencias entre
las izquierdas, y la desmovilización de
sus potenciales votantes, se unió ese continuo cambio de discurso. Ora progre,
luego centrado, más tarde conservador.
Reformista, legalista o penalista según el caso. Desbaratando con esa errática deriva, los pocos aliados que le quedaban ya de aquella victoriosa moción de censura que
le
aupó hasta la Moncloa se han ido esfumando. El resultado lo veremos mañana a la noche, pero los signos de
nerviosismo que en las últimas horas se
han desprendido en Ferraz y en la Moncloa, nerviosismo que provocan graves
tropezones como el cometido con las declaraciones sobre los fiscales y la detención de Puigdemont, auguran datos que
pueden alimentar la frustración. Y los problemas, no ya para formar gobierno,
sino para acallar, una vez más a las voces críticas que se sucederán desde
dentro del socialismo.
Mucho me temo que alguno se arrepentirá ahora de haber
convocado las elecciones.
Casado, disfrazado de moderado ha intentando capturar
electores de Rivera. Seguramente conseguirá parcialmente su objetivo pero no logrará su pretensión de representar el voto útil de
la derecha, ya que Abascal y los suyos han campado a sus anchas en esta campaña
sin que nadie les haga frente en su propuesta extrema. Es que, además, so
pretexto del conflicto con Catalunya, alguien
activó la campaña del patriotismo
español, y en esa clave los neofranquistas se mueven como pez en el agua. Su
ascenso en escaños será el fracaso de
quienes jugaron con fuego, los que resucitaron a Franco y recetaron más “mano
dura” contra los nacionalistas. En la noche de mañana alguno lo lamentará.
En Euskadi, el
nacionalismo gobernante no se ha desposicionado en esta campaña. Al contrario
ha sido el primero en engancharse a la
necesidad de combatir democráticamente a
la extrema derecha, aunque esto le haya costado una amenaza de la ilegalización, una idea que han abrazado
intelectualmente apoyadas los de la foto de Colón. La solidez de Aitor
Esteban y del planteamiento global del
PNV, reportará a este partido un buen
resultado tras el escrutinio. Pero todo
dependerá del nivel de participación y del cabreo de la gente a la hora de
meter la papeleta en la urna.
Me aventuro a pensar
que, en la globalidad, el mapa del bloqueo seguirá intacto y lo que es
peor, sin visos cercanos de despejarse.
Salvo que los dos partidos grandes se pongan de acuerdo para acabar con la parálisis. De ser así,
algunos deberían ser arrojados por la ventana de sus respectivas
organizaciones. Defenestrados.
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