Pero hay más. La repetición de elecciones, lejos de desinflar la situación política ha exacerbado los extremos recrudeciendo los posibles focos de conflicto. Y los números necesarios para una estabilidad se hacen cada vez más difíciles. A esto hay que unir que la extrema derecha , espoleada por los errores cometidos en la exhumación de Franco y por la falta de valentía del gobierno socialista a la hora de abordar la crisis territorial, campa a sus anchas en las nuevas instituciones. La ya tercera fuerza política española, amenaza el liderazgo del PP en el bando conservador y dificulta un aggiornamento de sus posiciones.
En Catalunya, la errática política del inquilino a la Moncloa ha traído un incremento de la representación de JxCat y la aparición de las CUP en el paseo de San jerónimo. Y por el contrario, un estancamiento de las posiciones de ERC, lo que puede hacer a la fuerza republicana replantearse su estrategia de pragmatismo y moderación. El efecto Sánchez ha provocado más radicalidad.
Y, por si fuera poco, en Euskadi, la regresión política alentada desde la Moncloa ha posibilitado el alza del PNV, con un parlamentario más, y la fuerte consolidación de EH Bildu, que tendrá grupo propio en el Congreso de los diputados. Ambas noticias auguran una polarización entre organizaciones soberanistas en Euskadi y Catalunya. Una polarización que tampoco estará exenta de tensiones. Todo lo que no mejora, empeora.
Carmen Calvo ni tan siquiera ha hecho mención a estos “contratiempos”. Solamente ha expresado que los socialistas, “ahora sí” se han visto penalizados por los efectos de la ley D´Hont, y por la desmovilización de sus votantes, ya que la “izquierda” sufre más –según su criterio- a la hora de llevar su voto a las urnas.
Lo demás ha sido responsabilizar a los demás de la situación. Ellos –el PSOE- no convocaron las elecciones. Se convocaron ellas solas automáticamente por culpa de los demás que ejercieron un bloqueo. La irrupción de la extrema derecha fue provocado, según la vicepresidenta, por la permisividad de las opciones conservadoras. Los nacionalistas, y en especial los catalanes, no han resultado victoriosos y por ello deben renunciar a sus planteamientos soberanistas. Y, preguntada sobre si la solución a la parálisis es un gobierno de coalición, ha repetido el mantra de que eso “ya lo propusimos antes y Podemos no lo aceptó”, culpando a los “morados” por habernos conducido al callejón sin salida en el que , al parecer nos hallamos inmersos.
Calvo culpó a todos, responsabilizó a los demás del desastre político y volvió a la tesis de que las fuerzas políticas deberían permitir gobernar a Pedro Sánchez, en un esquema cesarista que los electores ya han rechazado de manera palpable y notoria.
Eludir las responsabilidades propias, atribuir a los demás las deudas pendientes, enrocarse en defender una “verdad única” son defectos que la mayor parte de los políticos españoles padecen con notoriedad.
Las palabras de Carmen Calvo son un dislate, un despropósito y evidencian que el pecado de soberbia que ha llevado a los socialistas a leer mal la realidad sigue instalado en el partido de Ferraz, o al menos en su núcleo dirigente gubernamental. Es como si la palabra “humildad” no existiera en su vocabulario y pese a que la obstinada ciudadanía haya vuelto a expresarse nítidamente, reclamando soluciones, el PSOE siguiera instalado en clave electoral y partidista. Lo dijo Andoni Ortuzar ayer noche tras conocerse el escrutinio; es tiempo de soluciones, no de elecciones. Soluciones. Decisiones. Respeto.
Pedro Sánchez, el equivocado, había anunciado que transcurridas cuarenta y ocho horas haría una propuesta al resto de formaciones para romper el actual bloqueo y caminar hacia una estabilidad instituciones. Aguardamos la promesa. Pero si su alternativa sigue los pasos trazados por su vicepresidenta demostrará que no ha entendido nada de nada. Ahora sí. No tiene más opción. O encuentra la llave para abrir un nuevo tiempo o se marcha a casa con sus asesores áulicos de cabecera. Porque peor, no se puede hacer.
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