sábado, 14 de marzo de 2020

DEMASIADO TARDE

Llevo un tiempo siendo  especialmente quisquilloso con el comportamiento inadecuado que, a mi juicio, vengo observando  en la praxis de determinados  medios de comunicación. Me molesta, y mucho, la pérdida de los valores deontológicos  que las denominadas empresas periodísticas serias están evidenciando  desde que la globalización de unas redes sociales sin filtros contaminaran  todo el espacio comunicativo. A menudo, tengo la impresión de que los medios de comunicación tradicionales se ven en la obligación de competir  con el impacto, la inmediatez  y el efectismo de quienes libremente, sin controles de ningún tipo, desarrollan  un efecto propagador de la información –la real, la contaminada y hasta la inventada- en un escenario  líquido, sin responsabilidad  ni sentido de servicio público.  Y en esa disputa, la opinión publicada  ha admitido con total naturalidad la venta de mercancía defectuosa. 

Cada persona, sea periodista o no,  tiene derecho a expresarse individualmente y bajo  la autenticidad de su firma como desee. Normalmente, los periódicos –aquí me ciño a la prensa escrita-  presentan  sus posiciones en apuntes editoriales o en cartas del editor o de la dirección correspondiente. Los editoriales son  como  la expresión genuina  de lo que el periódico representa, su pensamiento, sus querencias  y preocupaciones. 

Dicho esto, me gustaría  reproducir  aquí –ya sé que no algo habitual- un editorial  publicado por la competencia, por “El Correo” el pasado lunes  día 9.  Se titulaba “Nacionalismo 'conseguidor'” y en él se deja constancia la distancia y el grado de contrariedad de dicha cabecera profesa con el nacionalismo vasco gobernante.  Una “enemistad” que  se exterioriza  de manera  expresa en muy contadas ocasiones en los espacios de “opinión” pero que  alimenta el prejuicio de quienes pensamos  que también en el espacio puramente informativo  existe un poso de intencionalidad crítica. 

El editorial publicado por “El Correo” –no por el “Diario Vasco”- decía lo siguiente: 

“Los dos grandes partidos que, junto a la extinta UCD, se han alternado en la gobernación de España desde el inicio de la Transición han visto reducido de forma notable su peso político en Euskadi en las últimas décadas en favor del nacionalismo, que hoy controla con holgura feudos históricos socialistas y ha ensanchado su base de votantes también en bastiones del PP. Detrás de ese proceso existen múltiples causas, que abarcan desde profundos cambios en el tejido social a los efectos del terrorismo de ETA, sin olvidar los errores acumulados por el PSOE y los populares ni la habilidad del nacionalismo para crecer a su costa con el viento a favor.

No convendría despreciar entre ellas la falta de entusiasmo y el nulo éxito con los que los sucesivos gobiernos centrales han publicitado sus actuaciones en favor del progreso y bienestar de los vascos, cuando no han cedido su rentabilización al PNV a cambio de sus votos en Madrid. Esa actitud, unida a la amplísima autonomía de Euskadi y a su inteligente explotación por parte de los jeltzales, ha limitado al máximo la presencia en Euskadi del Estado, del que el nacionalismo ha labrado durante décadas una imagen ajena a los intereses de los ciudadanos que se ha impuesto en amplios sectores de la sociedad.

No es inocuo en términos políticos que el Ministerio de Transportes delegue en el Gobierno vasco las obras de los accesos del TAV a Bilbao y Vitoria, como antes hizo con el tramo guipuzcoano. El proyecto será financiado por la Administración central y el dinero que adelante Lakua descontado del Cupo. La medida es inobjetable y bienvenida, ya que beneficia a Euskadi al acercar la llegada de la alta velocidad, que acumula un injustificable retraso. Pero no cabe obviar que con ella el PNV se apropia ante la opinión pública de la mayor inversión del Estado en Euskadi en las últimas décadas. Y, de paso, refuerza su imagen de defensor exclusivo de los vascos, que en este caso, además, corrige la «inacción» de Madrid en una obra estratégica. 

En definitiva, el mismo papel de 'conseguidor' que tantos réditos le aporta y que ha escenificado con el acuerdo para completar el Estatuto tras su apoyo a la investidura de Pedro Sánchez. Una imagen que, junto a la del desarraigo de los poderes del Estado, forma parte de una persistente lluvia fina que ha calado en Euskadi, con consecuencias ya visibles en las urnas y posibles efectos futuros que merecen una reflexión antes de que sea demasiado tarde.”

Voy a evitar hacer comentarios a un texto tan clarificador. Lo publicado por la cabecera de “Vocento” lo dice todo. Se asocia “autogobierno” con la “desaparición del Estado” y se identifica al PNV  como el rentista  que extorsiona con sus votos  al gobierno de turno a cambio de presentarse ante el electorado vasco como  el único  garante de su bienestar. Una sensación social  de amplio calado y comprensión social que es preciso “remediar” “antes de que sea demasiado tarde”, es decir  de que la ciudadanía se haya expresado y, supuestamente, haya revalidado el liderazgo del PNV en las urnas.

Ahí lo dejo. Para que cuando compramos o  leamos dicho tabloide seamos conscientes de cual es su  intencionalidad íntima respecto al PNV. Y para no perder de perspectiva el hecho de que en este país,  hay muchos agentes  activos que desearían  la derrota del naciobnalismo gobernante. 

La significativa advertencia sólo se podía entender en clave electoral. Pero hoy, el país no está para hablar de elecciones  ni para alimentar  una confrontación ideológica que desemboque en las urnas.  

Lo importante es lo que nos debe centrar  a todos; la seguridad y la salud de las personas. La crisis sanitaria  provocada por el coronavirus nos ha  reportado una  nueva situación inédita en Euskadi.  La pandemia se ha extendido sin  posibilidad de evitar su paso. Sin vacuna y en un mundo globalizado en el que  personas  y mercancías  circulan libremente por todo  el planeta, la propagación de una enfermedad contagiosa como la del COVID-19 nos ha vuelto a situar en un desafío insospechado. 

Una amenaza  que incide en la salud de millones de personas y cuyas consecuencias económicas  se dejarán notar  en todas las sociedades desarrolladas a modo de caída del empleo y  recesión productiva. 

Fue la canciller Merkel quien se atrevió el otro día a poner cifras a la afección previsible de la enfermedad. Habló de  que  el contagio llegaría hasta un sesenta o setenta por ciento de la población alemana se vería afectada.  

En la Comunidad Autónoma Vasca, si se aplicara tal porcentaje hablaríamos de  un millón trescientos mil los vascos potencialmente contagiados.  Euskadi dispone de un servicio público de salud  de reconocido prestigio y solvencia.  Pese a ello, si el período cumbre de contagio   se concentrase en unas pocas fechas, el número de pacientes a ser atendidos en  hospitales  sería disparatado y no habría  solución mágica que dispusiera de recursos humanos y materiales suficientes  para hacer frente a una situación descontrolada. De ahí las medidas de “contención reforzada”  recomendadas por las autoridades sanitarias. Normas  incómodas, gravosas, que interrumpen el ritmo  cotidiano de las personas. Pero, al mismo tiempo, acciones  indispensables para  hacer frente a lo que se nos viene encima. 

Lo peor no ha pasado aún, y  previsiblemente, la población vasca deberá asumir  pruebas  de estrés social aún más duras. Nadie lo ha ocultado.

Lo único que importa en estos días es esto; afrontar  eficazmente  esta prueba. Y en su acertada gestión  todos deberemos apoyar a las autoridades  que hacen frente  a la alarma que nos aflige. 

Superarla dependerá  de una gestión rigurosa pero, fundamentalmente, del comportamiento individual  e intransferible de cada persona ante la responsabilidad que debe acometer en esta situación.  En este sentido, cada ciudadano, cada persona es una vacuna en potencia. De nuestro comportamiento depende la evolución  de un panorama  cuyas consecuencias no alcanzamos aún a conocer. 

Que las elecciones autonómicas, previstas para el 5 de abril, se celebren o, si se encuentra  vía legal, se aplacen,  es cuestión de segundo orden. Importante, sí, pero de un nivel de relevancia  de distinto plano.  Estoy convencido de que el lehendakari Urkullu, tras escuchar a las formaciones políticas  el próximo lunes,  sabrá  determinar cual es la mejor decisión para todos. Aunque  a algunos  penalice la decisión definitiva.  Otros, como los del editorial de marras, no dudarán en instrumentalizar  la nueva coyuntura. Su objetivo es claro;  socavar  el respaldo social del nacionalismo  antes de que sea “demasiado tarde”.

1 comentario:

  1. Hoy que se evidencia, por si alguien tenía dudas, cual es la "bilateralidad" a la que está dispuesta la progresía guai Española
    a la que apoyáis (vosotros y los pata negra de Bildu), parece que
    os enteráis, también, de por donde y para qué, trabaja la linea editorial del correo Español.......

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