La misma noche electoral del domingo 26 de mayo del pasado año, el cabeza de lista de “Podemos - Ahal dugu” en Irun, David Soto, se acercaba hasta el batzoki del PNV en dicha localidad guipuzcoana, para poner sus votos a disposición de los jeltzales de cara a descabalgar al socialista Jose Antonio Santano del sillón de la alcaldía. Había que “echar” del poder a “los de siempre” para procurar un “cambio” democrático en el municipio. La pasada semana, apenas un año y medio después de aquella propuesta para desalojar al PSE de la presidencia consistorial, el jefe local de los “morados” rubricaba, con el mismo dirigente socialista al que quiso defenestrar, su primer acuerdo de coalición en Euskadi. En tan poco tiempo, “Podemos” había pasado, de ser instigador de una operación de “alternancia política” a constituirse en “socio” protector del singular alcalde de Irun. Como te digo una cosa, te digo la otra. Cuestión de “principios”.
El zigzagueante rumbo de los “morados” ha sido aplaudido y estimulado por la nueva dirección , encabezada por la diputada Pilar Garrido que con la reciente alianza en la localidad “fronteriza” ha visto rehabilitado su discurso de construir un tripartito de “izquierdas” en Euskadi.
El establecimiento de un ejecutivo alternativo al PNV compuesto supuestamente por la “izquierda” vasca y española actuante en Euskadi, ha sido el “mantra” que los seguidores de Iglesias y Monedero han repetido desde que Garrido, Uriarte y compañía arrumbaron a la ejecutiva de “Podemos-Euskadi” tras la última crisis interna y el descabezamiento de Lander Martínez. Tal apuesta, desatendida originalmente por quienes deberían ser colaboradores necesarios en su plasmación –EH Bildu y PSE-, fue llevada a modo de programa a los últimos comicios autonómicos. Pero la entusiasta alternativa de “cambio” por la izquierda no encontró el respaldo en las urnas que sus mentores esperaban. Con esta opción, convertida casi en plebiscito, “Podemos” perdió casi la mitad de su representación en la Cámara de Gasteiz, pasando de los 11 parlamentarios en la legislatura anterior a los 6 escaños obtenidos en el actual mandato y cayendo siete puntos porcentuales y más de ochenta mil en el número de votos recibidos.
El fracaso de la propuesta tripartita dejó un “Podemos” en horas bajas en Euskadi. Una fuerza que perdía fuelle. No olvidemos que hasta en dos ocasiones, el partido de los círculos, llegó a ser el que más votos recabó en la Comunidad Autónoma Vasca (dos elecciones generales). Por delante incluso que el Partido Nacionalista Vasco y con una importante afección al votante sociológico de EH Bildu que notó en carne propia como los “morados” pescaban en sus caladeros tradicionales. Pero, su afición cainita por las purgas internas y la desacertada elección de sus candidaturas (enternece la imagen de ingenuidad y adanismo que transmite su portavoz Miren Gorrotxategi), unida a un mensaje político alejado de la realidad, les hizo caer en la depresión.
La inesperada maniobra de Santano -un “verso libre” que incomoda a su propio partido pero que es sostenido por su “tirón” electoral en un territorio estratégico para el PSE- dio oxígeno a un “Podemos” en decadencia. El pacto municipal, celebrado por Vocento como acontecimiento de categoría en lugar de anécdota, hizo recobrar el ímpetu en la organización de los “círculos”. Resucitó el sueño de las izquierdas, un tripartito anhelado pero imposible, para el que Irun se convirtió en un milagro, el “primer paso que abriría el camino” y que secundaría alianzas como las ya fraguadas en Durango, Renteria o Galdakao , municipios en los que Podemos gobierna junto a EH Bildu.
El sueño confesado de la “arcadia de izquierdas” tuvo una verbalización indecorosa; había que “acabar con la hegemonía casposa” del PNV. Apuntar que la “hegemonía” del PNV viene dada por el apoyo popular que elección tras elección le convierte en el partido líder y referencia en Euskadi. “Hegemonía” por los votos, por el apoyo de la gente.
“Podemos” hacía transitar al PNV de la “casta” a la “caspa” en un discurso excesivo e insultante que retrata a las claras la soberbia incontenida de quienes se creen moralmente superiores. Ensoñaciones irreales de sectarios poseedores de la verdad absoluta que se permiten pontificar ideas como la que Pilar Garrido deslizó en una entrevista a un periódico guipuzcoano los pasados días; “Euskadi –decía sin rubor la dirigente podemita- es una sociedad mayoritariamente de izquierdas. Por lo tanto, tarde más o tarde menos, lo lógico, lo normal, lo democrático es que exista ese gobierno por la izquierda “.
“Sensu contrario” debe interpretarse que cualquier otra formación de gobierno que no corresponda a esa supuesta mayoría social de izquierdas sería un hecho ilógico, anormal y no democrático. Luego el actual Gobierno vasco, a su juicio, no obedece a su consideración de “democrático”.
Que tal cosa la diga una profesora de derecho constitucional da mucho que pensar y confirma mi apreciación de que muchos de los cuadros dirigentes de “Podemos”, provenientes de nucleos universitarios de profunda ideologización, desprenden una especie de clasismo de élite. Ilustrados frente a “jebos”. Solo ellos representan al “pueblo” frente a quienes se pliegan –nos plegamos- a los intereses de los poderes económicos. La suya es una “verdad académica” que les hace vivir en una quimera permanente. Un mundo acorde a su forma de pensar pero absolutamente divorciado con la sociedad real en la que transitamos el resto de mortales.
Otra prueba evidente del mundo de ficción en el que viven es, por ejemplo, la insólita invocación de negociar en solitario con el PSE los presupuestos de la Comunidad Autónoma. ¿En serio?
A pesar de la sensación de haber recuperado algo de fuelle como consecuencia del protagonismo mediático de estos días, la fortaleza de Podemos-Euskadi no es sino un espejismo. Ni las magníficas relaciones personales existentes entre Otegi y Pablo posibilitarán, hoy por hoy, acciones conjuntas en Euskadi. Solo aliarán sus fuerzas para atacar al PNV. Nunca para sumar acciones en positivo.
Además, si en algún momento he creído que Otegi no debía fiarse de las intenciones de Iglesias, que le dejará tirado en cuanto su compañía no le rente beneficios, otro tanto, pero a la inversa se le puede decir a Podemos Euskadi. EH Bildu tratará, por todos los medios a su alcance, de fagocitar a los morados. Comerles su espacio y eliminarlos como competidores de un campo electoral reducido y tasado en el que les incomodan y arrebatan electores. Al tiempo.
Los “morados” han vivido estos días su “minuto de gloria”. Pero no se equivoquen en creer que lo ocurrido en Irun ha puesto nervioso al PNV. A los nacionalistas nos puede molestar que se reivindiquen en Euskadi cuestiones que en Madrid, donde gobiernan, ni tan siquiera cuestionan (¿dónde está la compra de las acciones de La Naval que tan vehemente reclamaban a las instituciones vascas? ¿Por qué no lo han aprobado en los presupuestos generales del Estado?). Nos puede no gustar que reclamen aquí un cambio impositivo total y, por el contrario, en el Consejo de ministros no hayan propuesto nada similar. Nos puede exasperar la falta de realismo en la acción política. Pero nunca reprocharemos la existencia de acuerdos. Aunque se hagan contra nosotros. Los acuerdos son elementos básicos de la democracia, del respeto a la pluralidad y al ejercicio de la política como elemento de transformación social. Acuerdos por la gobernabilidad, por la estabilidad, por la mejora, por el cambio, por la convivencia.
Los acuerdos son la mejor manera de afrontar la utilidad en la política. Acuerdos en Irun, en Vitoria, en Euskadi. En Madrid. Por cierto, el “régimen” “tiembla” de miedo ante el voto favorable de EH Bildu al presupuesto, Casa Real y Ministerio de Defensa incluidos. Derribar España con votos de apoyo. Ya podrían haber hecho lo mismo en casa, en Euskadi.
Ironías a un lado, los acuerdos – y éste también- son positivos en todas partes. Entre otras razones, porque los acuerdos son un antídoto contra odio y la intolerancia de quienes creen que la solución a los problemas pasa “por fusilar a 26 millones de hijos de puta”. ¿Alguien entiende hoy que la Constitución española que algunos se obstinan en proteger como marco inmutable, mantenga una tutela de salvaguarda en unas fuerzas armadas de donde provienen los personajes que plantean tal salvajada? ¿Caspa? No hay champú suficiente que regenere tanta podredumbre.
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