Diremos que la demagogia es, según una definición clásica, la “estrategia utilizada para conseguir el poder político que consiste en apelar a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular”. Dicha maniobra es practicada mediante “el uso de la retórica, la desinformación, la agnotología (el estudio de actos deliberados para sembrar la confusión y el engaño, normalmente para vender un producto o ganar un favor) y la propaganda política”.
La demagogia no es una formulación nueva ni exclusiva de nuestro tiempo o de quienes protagonizan actualmente la acción política. Es un comportamiento inherente al género humano.
Aristóteles ya la definió como la “forma corrupta o degenerada de la democracia”, considerando a sus practicantes como “aduladores del pueblo”. Aduladores, embaucadores, manipuladores del lenguaje, proclamadores de falsos dilemas, de estadísticas fuera de contexto, pescadores de río revuelto, quienes practican la demagogia no tienen el menor escrúpulo en presentar como cierta una “verdad” cuestionable porque su pretensión, siempre es la de arrimar el ascua a su sardina.
Hay demagogias groseras como las utilizadas por las formaciones ultras para hacer calar sus mensajes racistas, homófonos o antidemocráticos. Otras formas son más sutiles, menos evidentes, pero, igualmente, pretenden sembrar la duda o la controversia en la opinión pública. Normalmente, los demagogos defienden soluciones fáciles a problemas complejos. Hacen creer que los problemas se solucionan por simple voluntad. Que todo es blanco o negro y que quien no asume resolver las dificultades lo hace por componendas particulares, o en beneficio propio.
Un ejemplo de nuestros días; el incremento de precio de la energía eléctrica. Resulta evidente el alza del costo de la factura energética. Y siendo la “luz”un bien de primera necesidad que afecta al conjunto de la ciudadanía, el encarecimiento de su disfrute y las medidas que mitiguen ese impacto se prestan a una demagogia desbordante.
A nadie parece importar que no haya un único factor determinante en ese encarecimiento de los precios. Ni que el fenómeno resulte global y no particular de nuestro ámbito. Sin embargo, basta un mensaje de alarma social y una predisposición de varios medios de comunicación en hacerse eco del mismo para crear un caldo de cultivo adecuado para la intervención demagógica.
Solamente con remarcar el hecho de que el importe del kilovatio ha alcanzado una cifra récord en la factura energética (cantidad que se batirá sucesivamente en el tiempo lo que provocará la apelación a “nuevos records”) para hacer circular sin problema cualquier tesis de carácter intencionado. Y si a eso le adjuntamos un ejemplo gráfico del grado de afección particular – habrá que poner a funcionar la lavadora durante la noche para abaratar costes- para que todo el mundo se sienta interpelado ante un acontecimiento de tal gravedad.
No niego que la carestía de la factura eléctrica sea muy importante –que lo es-. Lo que reniego es del maniqueísmo de quienes, aprovechando tal circunstancia, pretenden sacar partido infantilizando el problema y su solución. Y al albur de todo ello satanizan a quienes no se pliegan a su esquema.
Me parece de justicia impedir beneficios ilegítimos de las empresas productoras de energía. Pero también he de rechazar que se articule de cualquier modo las medidas que lo imposibilite. Sobre todo si las sociedades afectadas por esa corrección legal imputan esa minoración de ganancias a sus clientes, especialmente industrias, cuya actividad, negocio y empleo, puede verse cuestionado por esa transferencia de costes.
No es de recibo que una pugna entre un gobierno y unas compañías eléctricas lo terminen pagando las industrias cementeras, las acerías, la siderurgia y todas aquellas electrointensivas. No, no es admisible que un desencuentro entre un ministerio y unas compañías eléctricas lo paguen, a modo de ERTE, miles de trabajadoras y trabajadores. Algo habrá que procurar para evitar tal situación. Algo más que la simple protesta o el discurso demagógico de quienes solo saben alzar el puño para defender el empleo, demonizando a quienes no comparten su impostada progresía de conjunto vacío.
El Gobierno vasco ha planteado al ministerio de industria más de una veintena de medidas tendentes a posibilitar la rebaja del precio de la electricidad. Propuestas en la buena dirección que ya han generado una modificación del decreto inicial que encendió el conflicto con las eléctricas reconduciendo la crispación a una senda más proclive a la colaboración y al acuerdo.
El pasado miércoles asistí a uno de esos ejercicios demagógicos que, a menudo, protagoniza el principal partido de la oposición en Bizkaia y en Euskadi. Su portavoz interpelaba al Diputado General, Unai Rementeria, por el incremento del precio de la electricidad censurándole aparecer en una foto reciente junto al presidente de la empresa Iberdrola, con quien intercambiaba un saludo. Aquel apretón de manos fue interpretado por la representante de EH Bildu como un gesto inequívoco del respaldo que el PNV había prestado a los intereses económicos de las corporaciones eléctricas, un “oligopolio” en el que según los representantes de la oposición, los jeltzales encuentran las “puertas giratorias” de sus dirigentes.
Una acusación tan poco contrastada ni cierta como de notable impacto en las redes sociales.
Rementeria no perdió la compostura ante la demagogia de la portavoz de la “izquierda independentista”. Y centró la “foto de la discordia”. La instantánea fue capturada el día 5 de octubre durante la inauguración del “Global Smart Grids Innovation Hub”, un proyecto colaborativo internacional que servirá para definir y desarrollar las redes eléctricas del futuro, así como a dar respuesta a los retos de la transición energética.
El acto en cuestión nada tenía que ver ni con el precio de la electricidad ni con la controversia suscitada alrededor de las medidas adoptadas para limitar dicho impacto. Eh Bildu lo sabía, pero le daba igual. Como le importaba un bledo el dato de que en el sector industrial de la energía, vinculado al proyecto puesto en marcha en Bizkaia, operasen en Euskadi un total de 238 empresas con un empleo cercano a los 15000 trabajadores y con un impacto, solo en el pago de impuestos, de 3000 millones de euros, lo que supone un tercio de la recaudación global vizcaína y el 15% de la bolsa de los recursos económicos de la Comunidad Autónoma Vasca. El 15% de los fondos económicos de los que, posteriormente Euskadi utiliza para invertir en educación, en Osakidetza o en la RGI, por poner tres ejemplos.
A la oposición solo le importaba mermar la reputación y la imagen del partido en el gobierno y de sus representantes públicos. Lo demás, forma parte de del atrezzo de su estrategia. Lo relevante no es la carencia de energía, ni su desorbitado precio. Tampoco el encontrar soluciones reales a coyunturas complicadas. Ni defender a la industria vasca y a los trabajadores que en ella forjan nuestro futuro. Lo que les importa de verdad es “pegar una patada al hormiguero (sic)” para poder estar “en la pomada” desplazando al PNV del centro gravitatorio del país. Cálculo político en grado sumo.
Asistiremos estas semanas a una nueva escenificación cosmética de la “izquierda independentista”. Volverán a escena el Doctor Jekyll y mister Hyde. Uno será capaz de acordar y consensuar presupuestos en Madrid o en Iruña, ofreciendo una imagen tuneada de diálogo y compromiso público, y el otro pondrá en evidencia su papel desabrido de implacable oposición en la comunidad autónoma vasca. Acuerdos de sonrisa “profiden” con Pedro Sánchez y Chivite y dentelladas con el lehendakari Urkullu.
Blanqueamiento fuera y bloqueo dentro. Kalean uso eta etxean otso.Estos
pasados días, el partido político de Otegi y de Arkaitz Rodríguez –Sortu- ha
conmemorado el aniversario de la muerte del militante de ETA Jabi Goitia “Kabi”
a quien le explotó en sus manos una
bomba que manipulaba antes de ser colocada. En su recuerdo, Sortu, ha
calificado aquel trágico suceso como un
“accidente de la lucha” –“borroka iztripuz hil zen”-, concluyendo su homenaje
con la cita “bere borrokak eta ametsek gure artean irauten dute” (su lucha y
sueños permanecen entre nosotros).
Cada vez me sonrío más ante la “solemnidad” de la declaración de Aiete. Demagogia de garrafón.
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