sábado, 13 de noviembre de 2021

APAGA Y VÁMONOS!

Eso de ser alcalde o alcaldesa  de un pequeño pueblo  tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Entre las primeras está la de la cercanía. Es como ser el cabeza de familia  de un grupo humano  en el que todos se conocen. Se saben las grandezas y las miserias de cada cual, sus expectativas e ilusiones. Sus limitaciones y hasta de “que pata cojea”.  Ser la “jefatura”del ayuntamiento es  ser un vecino útil a la comunidad, el “conseguidor” que todo lo puede, el que  resuelve sus problemas de convivencia, una especie de “Superman-superwoman” al que  invocan cada vez que una adversidad se cruza en su camino.

 

Y entre los inconvenientes se encuentra que tal condición exige una dedicación plena. Alcalde/alcaldesa se es las veinticuatro horas del día y sus conciudadanos no distinguen  si los  apuros llegan en una jornada festiva o a altas hora de la madrugada. Los problemas hay que abordarlos y solventarlos ya. Cuanto antes. Sean de competencia o no del munícipe en cuestión.

 

Eusebito fue elegido alcalde de uno de estos pequeños pueblos en dos mandatos diferentes y las anécdotas que cuenta de su  gestión municipal  revelan el pulso  cotidiano de un núcleo rural  de la Bizkaia nuclear. Desde el episodio de un cerdo a la huida que despistó a sus matarifes en los prolegómenos de una txarriboda en San Martín provocando escenas de persecución como en una película , hasta las controversias y los enfados por la clarificación de lindes  o las dificultades para ejecutar las obras de saneamiento o asfaltado. 

 

“Todos terminaban acudiendo a ti. Con razón y sin ella.  Y tú, alcalde, tenías que darles una respuesta”. De las peores experiencias que recuerda fue la incapacidad que se tenía ante fenómenos globales. Los vientos huracanados de una ciclogénesis provocó averías en la red eléctrica y la corriente se fue  durante largas horas. 

“La gente llamaba preguntando cuando vendría la luz. Cuestionabas en Iberdrola y te decían que  estaban localizando  el problema, que aún tardarían pero si  aclarar cuanto tiempo duraría el apagón. Y la gente se impacientaba. Que si los congeladores,  que si la leche, la comida de los animales…Apremiaban a que el alcalde hiciera algo. 

Como si en su mano estuviera  arreglar la caída de un cable de alta tensión”. Esas situaciones resultan frustrantes. “Todo el mundo exige aunque  muchas veces no puedas hacer nada para solucionar los problemas”. “Los alcaldes –solía decir Eusebito con ironía- deberían tener, cuando menos, dos botones mágicos que nadie conociera. Uno para controlar  el flujo de agua corriente. Y otro para el tema de la luz. Así, un día, cuando solo él lo supiera, apretaba un botón y el pueblo se quedaba sin agua.  Comenzarían enseguida las llamadas. “¿Cuánto tiempo estaremos  sin agua corriente?”. Y él podría decir; “En media hora lo solucionamos”. Dicho y hecho. En treinta minutos volvía a dar al botón y el suministro volvía a los grifos. Lo mismo con la luz. En un momento forzaba un apagón y cuando las protestas  comenzaran a acumularse, llegaba el compromiso  de solución  y la luz “se hacía”.  “Con un poder semejante, el alcalde sería capitán-general entre los vecinos”.

 

No sé yo si la ministra austriaca de defensa tiene o no un botón similar al que pretendía Eusebito.  Klaudia Tanner, que así se llama la plenipotenciaria centroeuropea, vaticinó el otro día, para espanto  de sus gobernados  que “la cuestión  no es si un gran apagón se producirá o no, sino cuando  ocurrirá”. A las amenazas  recurrentes de cataclismos planetarios, se le une ahora el rumor soterrado de que, en breve,  seremos testigos de un gran apagón eléctrico, bien como consecuencia  de una falta de abastecimiento de gas, por un ataque cibernético o por un acto terrorista.

 

La murmuración  se ha oficializado en alerta en Austria donde su gobierno ha advertido a la población del “peligro real” de un colapso de grandes dimensiones. Y, por ello ha comenzado a realizar una campaña de información y sensibilización en la que  militares  indican a la población qué es lo que debe hacer  para sobrevivir  en una situación sin agua y sin luz. En tal iniciativa publicitaria las autoridades austríacas recomiendan a la población hacerse en sus domicilios con reservas de combustible, velas, baterías, agua potable o alimentos en conserva. Aprovisionamientos para poder estar dos semanas desconectados. Además, más allá de los problemas de abastecimiento, ya de por sí importantes, el gobierno del país centroeuropeo  ha alertado de la crisis social que pudiera derivarse por el apagón, con posibles saqueos y riesgos para las infraestructuras más sensibles.

 

Esta creciente preocupación gestada en el corazón de Europa  ha terminado por llegar también hasta nuestro ámbito. ¿Nos afectará también a nosotros  ese posible apagón de energía?

 

El gas natural genera algo más de la quinta parte de la electricidad  que se consume en todo el Estado y el reciente corte de uno de los dos tubos  que le conectaban con su principal proveedor, Argelia, en situación pre bélica con Marruecos, ha encendido todas las alarmas. Y con mayor incidencia a las puertas del invierno, cuando el consumo de gas se suele disparar.

 

Argelia, la fuente proveedora de la energía, se ha comprometido con la Administración estatal a enviar gas por otras vías, aumentando la capacidad del otro tubo suministrador  –Medgaz- o transfiriéndolo por medio de buques metaneros que recalarían en los seis puertos del Estado (entre ellos Bilbao)  con capacidad de recibir y regasificar  gas natural licuado.

 

Y, ¿si toda esta previsión también fallara y se suspendiera el suministro por tubo o por mar?  Los expertos creen que las reservas existentes en el Estado español (según ENAGAS los depósitos de gas natural están al 82% de su capacidad) cubrirían la demanda equivalente a 40 días. Tiempo considerado como suficiente para despejar una hipótesis de colapso como la planteada. Por lo tanto y según los especialistas, tengamos cautela. El riesgo de un apagón existe pero es mínimo y no debe alimentar ni a la psicosis colectiva ni al tremendismo.

 

La consejera de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente, Arantxa Tapia,  es de la misma opinión.  Ella no cree probable que haya un «apagón» eléctrico en Euskadi y, en paralelo, ha sostenido que “el País Vasco necesita más renovables, tanto con grandes proyectos de parques eólicos o fotovoltaicos como con iniciativas pequeñas de autoconsumo de empresas y ciudadanos”. Tapia, responsablemente, insiste en la necesidad de ampliar nuestra capacidad de explotar, de manera diversificada, las fuentes de energía que tengamos a mano y se lamenta del portazo que se ha dado al gas natural, una recurso que , tras la cumbre de Glasgow podría ser  calificado de “verde” por la Unión Europea.

 

Otros, están en las antípodas y parecen perseguir el apagón total. Al “NO”  rotundo a la exploración de gas natural en Araba, al rechazo a los proyectos eólicos presentados en dicho territorio y a la movilización  contraria a los proyectos fotovoltaicos en la llanada, han añadido una reivindicación más. La cuadratura del círculo. La pera limonera. La prohibición de instalación de líneas de alta tensión.

 

Su oposición a estos proyectos de transporte eléctrico – EH Bildu ha presentado una iniciativa en tal sentido en las Juntas Generales alavesas- se basa en que , según ellos “resulta surrealista” vincular  tales infraestructuras con “la energía verde” y porque  “lejos de avanzar hacia nuestra soberanía energética” las nuevas redes eléctricas  suponen “un ataque a la ordenación, gestión y protección del territorio”.

 

Todavía nos falta por ver a los “ecologistas” de EH Bildu aplaudir la compra de electricidad  a Francia, aunque los kilovatios provengan de centrales nucleares. O, dar por bueno el suministro de gas licuado  extraído en el norte de África y transportado en barcos, mientras se impide que el gas natural  sea captado  en nuestro propio territorio por técnicas respetuosas con el entorno.  Tampoco nos extrañará observar cómo los “ecologistas” de la Izquierda Independentista  terminan por reclamar, como los verdes europeos, trenes nocturnos que sustituyan la contaminación de los aviones. Aunque, sobre el terreno se hayan opuesto y saboteado las obras del Tren de Alta Velocidad. No tengo duda que lo terminaremos por ver.

 

Conocemos su experiencia. Antaño llamaron a boicotear los productos franceses. Y sus consignas, bombas aparte, nos dejaron una sonrisa cuando en plena campaña de protesta,  el carismático Txomin Iturbe  era entrevistado por los suyos luciendo  una camiseta con el cocodrilo de una conocidísima marca textil gala.

 

Es su coherencia revolucionaria. ¡Apaga y vámonos!


1 comentario:

  1. Lo de Txomin Iturbe es seguir la vieja tradición de sus gentes.
    En cierta ocasión, en plena campaña antifrancesa vi a Tasio Erkizia bajar de un Renault vistiendo un chubasquero de Le Cock Sportive y llevando unas gafas de Christian Dior.Sigen a sus maestros.
    Y con respecto a Arantxa Tapia, ¿para cuando un buen debate sobre energia nuclear?

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