sábado, 28 de enero de 2023

EL MOVIMIENTO TERRESTRE Y LOS TANQUES LEOPARD

Me ha saltado una alerta en el móvil. Cada vez que el celular  suena con ese timbre singular me sobresalto. Antes era mucho peor.  En el pasado, yo era el contacto informativo de la institución vizcaína en la que trabajaba  ante el departamento de interior del Gobierno vasco. Y cada vez  que se producía un hecho luctuoso recibía un mensaje. En una época, aquel sonido  era el anuncio anticipado  de la muerte. De los atentados. De las bombas. De la sangre. Y odiaba mirar a la pantalla para conocer el motivo de la advertencia. Fueron muchos timbrazos desoladores.

 

Posteriormente,  las alarmas anunciaban sucesos, accidentes, incendios. Ahora lo siguen haciendo. Por alguna extraña razón, mi número debió quedarse en una base de datos de emergencias y aún hoy  me siguen llegando comunicaciones de hechos trágicos. No es agradable  pero son noticias de primera mano.

 

La alerta del pasado día no tenía que ver con esa fuente  oficial de notificaciones. Era otra cosa. “El núcleo de la tierra se estaba parando”.  Según un estudio  elaborado por  el instituto de Geofísica de la Universidad de Pekín y publicado en una prestigiosa revista científica, el núcleo conformado básicamente por hierro y níquel que genera el campo magnético  que nos protege de las radiaciones provocadas por las tormentas solares, había detenido su movimiento y probablemente, comenzaría a girar en sentido contrario.

 

En un primer momento me acordé de Julio Verne, de su asombrosa capacidad por adelantarse  a los acontecimientos. En mi  subconsciente  estaba el “viaje al centro de la tierra” o las producciones cinematográficas  de “ciencia ficción” en las que los cataclismos formaban el nudo fundamental de películas  de escaso rigor y menor calidad  artística.  Por un instante pensé en Iker Jiménez y, yendo años atrás,  en otro Jiménez –Fernando Jiménez del Oso- que presentaba  un espacio televisivo mítico; “La puerta del misterio”.

¿Sería posible la revelación? ¿El motor de la tierra se paraba?  ¿Nos estaríamos encaminando  hacia el fin del planeta? 

 

El eventual “parón” gravitatorio tendría, según las primeras reacciones observadas,  una afección de difícil catalogación  pues, según los expertos, la principal consecuencia de este fenómeno sería que la duración del día se acortaría en centésimas de segundo. También  podría  influir en el campo magnético y alterar el gravitatorio, lo que traería consigo un incremento de la temperatura de global del planeta, unas deformaciones  de la superficie terrestre y esto, a su vez,  influir en el nivel del mar. Consecuencias “inquietantes” pero nada dramáticas  que hicieran pensar en un apocalipsis.

 

Lo insólito, lo inverosímil  nos atrae. Como la curiosidad  que terminó matando al gato. Los campos del misterio, de la especulación  y la calentura mental siempre son más seductores  que el raciocinio. Pero pronto, el delirio  expresado con una alerta informativa  se “templó”. Científicos refutados, que no periodistas –yo siempre echando piedras sobre mi tejado- puntualizaban  que en ningún caso la revista “Nature Geoscience” había indicado que el núcleo terrestre se hubiera detenido. Tal publicación  hablaba de un estudio  titulado “Variación multidecadal  de la rotación del núcleo interno de la tierra”. En realidad, según  expresan los eruditos, el núcleo terrestre no se ha detenido. Sigue girando en la misma dirección del planeta pero ha reducido su velocidad con respecto al manto –la capa superficial-  . Ese cambio en la velocidad es lo que puede dar la sensación  que la rotación se haya detenido  y que a partir de un momento el núcleo incandescente se comience a desplazar en sentido contrario.

 

Rebajada la expectativa científica a ámbitos  menos  catastróficos, he de decir que la noticia apuntada por  la alarma telefónica me dejó, por un lado más tranquilo y, al mismo tiempo, defraudado por no fantasear un poco más con la revelación.

 

Sin embargo hay a quienes  el cambio de velocidad en la rotación del planeta les ha dejado en evidencia.  Es como si la fuerza centrífuga de los acontecimientos les hiciera derrapar por doquier  dejando en evidencia sus carencias, sesgos y su sectarismo. Por experiencia  sé –me gané un golpe de campeonato intentando bajar en marcha de un tren del que  salí, inconscientemente, en contra del sentido de la marcha-  que pretender enfrentarse al movimiento como si la fuerza de inercia no existiera,  aventura  un desposicionamiento cuando no  un aterrizaje  accidentado.  Y a los “pacifistas”  de consigna y postureo el movimiento terrenal les ha dejado fuera de juego.

 

Me refiero a quienes  en público alardean de apoyar y solidarizarse con Ucrania  en su defensa  por sobrevivir a la invasión rusa y, luego, impostando  pacifismo y progresía al mismo tiempo, se niegan a apoyar  el abastecimiento  militar del  país agredido.  Ocurrió anteriormente con planteamientos  huecos que  bajo el eslogan de “No a la guerra” hablaban de promocionar “salidas negociadas” al conflicto. Lo que no decían los presuntos “pacifistas” es que  mientras  ellos reclamaban piadosamente la apertura de cauces de diálogo, Putin les  respondía – a ellos y a todos- con ofensivas  violentas  atacando a la población civil y a las infraestructuras básicas de supervivencia ucraniana.

 

Ahora, los “pacifistas”  de pose y postureo lo han vuelto a hacer, desvinculándose  del acuerdo  básico alcanzado por el  conjunto europeo de apoyo logístico al gobierno de Kiev. En su supuesta neutralidad de “apaciguadores”  de superioridad moral  se han aliado –consciente o inconscientemente-  con Putin  porque en una invasión  o en una agresión  con fuerza descompensada a favor del atacante , no se puede ser imparcial y como Pilatos, lavarse las manos. Bien lo sabemos los vascos  o los republicanos españoles   que ante  la sublevación franquista – de un ejército regular  apoyado militarmente por las fuerzas del eje italo-alemanas-,  solo encontramos en las democracias occidentales buenas palabras  y neutralidad, mientras  la tropa regular, apoyada por la legión Cóndor  o las CTV fascistas, aplastaban a la población civil y acababan con la democracia en la península.

 

Hago mías unas reflexiones  publicadas  recientemente por Xavier Vidal-Folch. En una guerra de invasión no es posible la neutralidad, la equidistancia, el pacifismo abstracto, pues quien no apoye con todas sus fuerzas  al invadido, al resistente, a la víctima; está, de facto, favoreciendo al invasor, al agresor, al verdugo.

 

A nadie le gusta la guerra, ni la dialéctica de las armas (al menos a mí no me gusta  y la rechazo), pero negarse a la entrega de tanques “ Leopards”  a los resistentes ucranianos como gesto de solidaridad  para que no sean masacrados por la fuerza del ejército más poderoso del continente, es tanto como permitir a Putin  que continúe aplastando la vida y los derechos humanos  del pueblo ucraniano.

 

La aportación  de tanques a Ucrania no tiene por fin acabar con Rusia y desequilibrar la balanza en la guerra. Se sabe que  tal cosa no pasará. Pero  el aporte occidental en carros de combate  es una garantía de defensa de Ucrania ante la gran ofensiva terrestre rusa  que se prevé para la próxima primavera. Son las “contramedidas”  que harán frente a la arremetida en ciernes y en la que tendrá un papel destacado una fuerza no gubernamental –Grupo Wagner-   conformada por mercenarios y antiguos convictos liberados de sus condenas a cambio de su intervención en la primera fila de combate.  

 Tanques occidentales para advertir a Putin que la “operación especial” de Ucrania no será el “paseo militar” que él quería, y que prolongado el conflicto con su coste en vidas humanas  y en pérdidas económica, será bueno que el Kremlin comience  a pensar  en un final dialogado sin victorias o derrotas de por medio.

 

Por el contrario, invocar a la paz, a la negociación  y a la “desescalada” del conflicto como “única” salida al drama que se está viviendo en los límites de nuestras fronteras europeas, puede ser un ejercicio  retórico  de “bienquedismo” o de inocente coartada  de acomplejados   pacifistas. Nadie duda de que el final de la guerra será negociado. Pero no en este momento en el que el agresor se siente fuerte y “dialoga” bombardeando.  Por eso, negarse hoy  colaborar activamente con el gobierno de Kiev, aprovisionando su capacidad de resistencia puede entenderse por algunos como un gesto de paz, pero no lo es.  Es como pedir a la tierra que detenga su movimiento  para podernos bajar a libre voluntad. Algo que de antemano sabemos no ocurrirá. Aunque lo anunciemos  con señales de alerta.

2 comentarios:

  1. Yo siempre he pensado que los partidos politicos son como los equipos de futbol: estan a rebosar de hooligans. Es igual, por poner un ejemplo, si el defensa de nuestro equipo le ha roto la tibia al contrario: ¡que se joda! Dicho esto, tengo la impresión que este artículo intenta apoyar a Aitor Esteban y al entusiasmo mostrado por él al apoyar el envio de tanques a Ucrania. Dejamos para otro momento las ocurrencias de Artolazabal

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  2. Mas claro. Agua pura.

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