sábado, 4 de marzo de 2023

MENOS VINAGRE

No hagan caso de los consejos  de quienes proponen  consumir “alimentos milagro”  para bajar peso, mejorar la salud o mantenerse joven. Esos remedios “populares” no funcionan y, a menudo, son contraproducentes. Lo último que he conocido es  lo de beber  dos sorbitos de vinagre de manzana en ayunas. Sus supuestas propiedades  eran la de adelgazar,  mejorar el tránsito intestinal o  controlar los niveles de azúcar en sangre. Como diría Édith Piaf, “rien de rien”.  Bueno, algo sí, el vinagre agria el carácter y encabrona al personal. 

 

Esa sensación la debe estar protagonizando estos días Pedro Sánchez. Él, que como buen ilusionista, había pretendido empaquetar  todos aquellos ámbitos legislativos polémicos  que podían  producirle incomodidad (sedición, malversación, bienestar animal, trans,  elección constitucional…) para, una vez  ventilados en el primer trimestre del año, poder dedicarse  a administrar la agenda  de viaje por Europa, ha visto  desbaratado su  sueño por factores incontrolados.  El primero, la inflación que se resiste a bajar  pese a las promesas del ministro Planas. El segundo, el desconcierto  interno  de sus ministras tras la chapuza normativa del “sólo sí es sí”, y por si esto fuera poco,  le aparece una foto “estilo  años 90” con un diputado canario a lo Roldán, en calzoncillos y acompañado de  señoritas. Y, con él, un general de la Guardia civil, ex mando antiterrorista en el Sahel ,  con sesenta mil euros en una caja de zapatos en casa “porque pensaba que se acababa el mundo”.

 

En la hiel del almanaque solo faltaba  una empresa del IBEX –Ferrovial- presidida según la revista Forbes, por la tercera persona más rica del Estado, deslocalizándose social y fiscalmente a los Países Bajos.  Bajos, muy bajos, los golpes del capitalista apátrida.

 

Veremos cómo evoluciona el trance  pero en Moncloa deberían alterar la dieta. Y evitar las recetas populares.

 

Mi problema no es el ácido acético en el desayuno. Es, probablemente,  iniciar el día  con los periódicos encima de la mesa.  En concreto, alguno de ellos, lleva días  (semanas) publicando en portada informaciones  con titulares negativos o cuando menos generadores de controversia.  Y eso, siento reconocerlo,  me altera para mal.

 

Estoy un poco harto  de escuchar o leer  acusaciones sin fundamento que ahondan en el desprestigio de la actividad política. Me refiero a  la sempiterna imputación que desde determinados ámbitos se hace  de lo que se considera “puertas giratorias”.

 

Harto de quienes  a bombo y platillo  denuncian presuntas  irregularidades  y que  lo hacen sin acudir a los estamentos judiciales que, son, si se demostrara la ilegalidad de las actuaciones mencionadas, donde se  debiera  investigar y sancionar en su caso  sobre las mismas.

 

Pero no. Y aunque se acredite  que tales irregularidades no hayan existido, se siguen repitiendo como un mantra.

Estoy saturado  de estos inquisidores  que abonan el terreno para el descrédito  de los responsables públicos, esparciendo porquería por doquier  en detrimento  de la noble vocación del servicio público.

 

Me gustaría saber qué administración les gustaría  formar  a quienes contribuyen a este desprestigio insostenible.

La gente corriente debería conocer que, pese a que se diga lo contrario, cuesta Dios y ayuda encontrar a personas que acepten puestos de responsabilidad públicos. Cuesta y mucho porque asumir responsabilidades no es fácil. Ni está bien pagado –en el mercado privado  el talento se paga más- , se exponen a la crítica  (la constructiva  y también la corrosiva), su nombre está expuesto  permanentemente a los medios de comunicación, y además, para más escarnio, cuando abandonan la administración, no pueden  volver a trabajar durante dos años en el sector de donde habían salido profesionalmente.

 

¿Puertas giratorias?. ¿Qué es lo que se pretende, que sólo puedan dedicarse a la política  docentes, funcionarios y periodistas?. ¿A dónde volverá profesionalmente la señora Miren Gorrotxategi  cuando deje  de ser parlamentaria? ¿O el señor Roberto Uriarte?. Seguramente a la Universidad. ¿Acaso en sus actuales puestos  no han tenido que decidir con su voto respecto al presupuesto de la Universidad de la que provienen y a la que volverán? ¿Se han abstenido? Que el ex responsable de Podemos , Eduardo Maura, haya sido nombrado director de una sede del Instituto Cervantes –en Brasil-   (dependiente del gobierno del que su partido forma parte)  ¿es o no una “puerta giratoria”? ¿un nombramiento “clientelar”?

 

Por lo tanto, menos demagogia y más responsabilidad. 

 

No es la primera vez  que expreso mi desaprobación a una manera de hacer política de campanario. Ni nueva ni vieja política sino mala  y tóxica.  Es la política  discursiva, la que no pretende influir positivamente en la vida de la gente sino la que  dirige su acción  a la pugna  ideológica,  a repartir carnets de “buenos” y “malos”, de “progresistas” y “carcas”, de “feministas” y “machirulos”. Política  de debate  de la sopa boba,  extemporáneo, intrascendente. Política de brocha gorda que pretende convertir el Parlamento Vasco en referencia de debates  como el que Elkarrekin Podemos  (una vez más los mismos) quiere provocar  en las cercanías del 14 de abril para que se inste “a las Cortes Generales a iniciar
el proceso de reforma constitucional que desemboque en un referéndum sobre la continuación de la Monarquía en España  o el establecimiento de una república”. ¿No sería mejor  que la señora Gorrotxategi, portavoz de los morados en Vitoria-Gasteiz  cediera  su iniciativa a sus compañeros  del Congreso de los diputados, o mejor, a las ministras que comparten gobierno en la capital del reino para que allí –donde toca- se impulse tal debate  y tal reforma? ¿Por qué  hacerlo aquí si su efecto  no irá más allá de un simple calentón dialéctico? Pues, por simple impostura.  La farsa de unas élites que se creen la quintaesencia de la progresía popular.  Políticos evanescentes  de tuit,  titular  y eslogan. Políticos líquidos, cuando no gaseosos.

 

De igual manera me siento contrariado por la diferente vara de medir que demuestran otros, implacables para los demás pero con una piel muy fina en carne propia. No salgo de mi asombro al contemplar el cabreo  que demostró el secretario general del principal sindicato del país al ser preguntado en una entrevista de una radio pública por el montante de su salario. Cuando  días antes todo el mundo había criticado  el sueldo del presidente de los empresarios (quien por cierto dio una explicación  de lo más extraterrestre), y ante la interpelación  de un periodista de Radio Euskadi  por su nómina,  Mitxel Lakuntza  digirió mal  la pregunta. Y, a regañadientes, tras dar un rodeo, contestó con una respuesta para entendidos, pues  señaló que su sueldo era el equivalente “al de un médico” o un funcionario  de nivel 28 en  la administración –“por debajo de lo que los jefes de informativos de esta casa pueden cobrar”-.

 

Sería bueno  que quien  libremente ejercita su derecho a la opinión y critica a boca llena a los “poderosos” o a los “neoliberales”, tuviera a bien  demostrar la misma  exigencia de transparencia que reclama de los demás, sin escudarse en  el por qué del interés informativo  de la demanda o reclamando que  a otros entrevistados  se les someta al mismo cuestionamiento. Recordar además, que   las retribuciones económicas  de los cargos públicos aparecen divulgadas, por mandato de la ley de transparencia, en las páginas webs de las respectivas instituciones. ¿Unos sí y otros no? 

 

Por lo general, estamos mal acostumbrados. Escuchamos poco y solo tenemos filtro para aquellas opiniones que son coincidentes con las propias. Las demás, las desacreditamos sin matices. No hay más razón que la de uno mismo.  O se hace lo que nosotros decimos o nada.  Como en el conflicto planteado por los sindicatos en relación a Osakidetza. “Instamos al Gobierno vasco a negociar” –decían en manifestación los representantes laborales-. Y a las primeras de cambio,  cuando se convocaba la mesa sectorial, con las materias  que los propios sindicatos habían propuesto en el orden del día,   estos daban plantón al ejecutivo y no acudía a la cita. ¿Quieren o no quieren negociar? ¿No será que, aprovechando la coyuntura y la “alarma social” social  generada por la permanente imagen de conflicto,  solo negociarán  si se cumplen y se aceptan sus previsiones? Eso parece.

 

Lo dicho,  no hagamos caso a quien anuncie pretender soluciones enquistado en el conflicto. O a quien  sólo entiende su verdad y no la de los demás. Los remedios milagrosos no existen.  Menos vinagre  y más empatía.

 

 

1 comentario:

  1. Por lo general estamos mal acostumbrados. escuchamos poco y solo tenemos filtro......Es difícil no estar de acuerdo con el mennsaje. A ver si os lo aplicais

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