sábado, 18 de marzo de 2023

PIRUETAS Y SALTOS MORTALES EN CAMPAÑA

Lo hemos visto casi todo. Pero no descartemos  sorpresas de aquí a finales de mayo. La capacidad humana por hacer el ridículo no tiene límites y las ocurrencias de todo tipo que algunos plantean para tener impacto social, nos pueden dar momentos  impagables.  Siempre hay un avezado candidato  que pretendiendo ser más original que la media se inventa situaciones cómicas e inimaginables. En busca de la notoriedad algunos encontrarán el esperpento. 

Hasta ahora, el momento más chusco protagonizado por un personaje público que pretendía  trascender por la simpatía de sus actos, ha sido el protagonizado por el actual alcalde de Madrid y candidato del PP a la reelección en la muy noble y muy leal capital del Estado. Martínez Almeida  procedía a reinaugurar unas instalaciones deportivas  y  lo pretendía hacer  con un ejercicio gimnástico  desarrollado en una remozada  cama elástica. La imagen, en verdad, resultaba patética. El alcalde, en mangas de camisa,  comenzaba a botar  en aquel elemento flexible como si fuera un artista circense. 

Pero, lo hacía con la impericia  de quien no tenía idea  de la técnica que comenzaba a practicar. Sus saltitos resultaban patéticos, exentos de control y sin pizca de ritmo o de medida. El máximo edil, empeñado en darespectáculo, no se amilanaba  y acompañado por dos  monitores que preservaban su seguridad en la cama elástica, terminaba su actuación  emulando un giro mortal que ni fue giro, pero sí “mortal”  por el despropósito  resultante. El brinco del alcalde hizo que sus huesos dieran en una “piscina” rebosante de goma- espuma donde Martínez Almeida pareció ahogarse.  El numerito, repetido hasta la arcada en las redes sociales,  fue a juicio del candidato saltarín, todo un éxito ya que “los niños se lo pasaron muy bien”. Afortunadamente, Almeida  no inauguró el polideportivo  practicando fútbol, ya que las tres veces anteriores  que había  culminado un acto público jugando con una pelota, propinó tres balonazos en la cabeza a distintos asistentes que terminaron mareados y lesionados por la mala pata del máximo edil.  Un peligro esférico.

 

La actitud del alcalde de Madrid no es exclusiva del Partido Popular. Todos hemos tenido intrépidos aspirantes  que se han sometido  a prácticas insólitas a la búsqueda de un minuto de gloria.

 

 Recuerdo a un candidato a la alcaldía de Bilbao que desfiló por la Gran Vía con los elefantes de un circo establecido en la villa como si fuera el domador del “espectáculo más grande del mundo”. Fue un “golpe de efecto” muy recordado y su vinculación con el circo fue premonitorio de lo que posteriormente  fuera su mandato. Un carnaval político  difícilmente igualable que como  su desfile de campaña dejó en la villa montones de boñiga paquidérmicas. 

 

A todos nos ha costado aprender  de la experiencia. Y es que el electorado, la gente, no es tonta y no se deja engañar por quienes, en el último momento les promete “pan y circo”. Pretender convertirse en la alternativa más moderna del mercado, a escasos quince días de la cita con las urnas, cuando durante todo el año se ha abonado una imagen tradicional, es un error  de manual, pues  la “transformación” ni es creíble  ni es asumida por el electorado. De ahí que resulte más útil presentarse a las elecciones con naturalidad, con la imagen  reconocible, sin artificios ni giros estrafalarios.

 

 La innovación en las campañas electorales ha tenido episodios inenarrables. Cuentan en mi casa que en los primeros episodios democráticos todo el mundo buscaba “inventos” que atrajeran la atención de los votantes. Y así, los entonces responsables de campaña buscaban ingenios hasta entonces desconocidos.  En dicha búsqueda apareció  un individuo que aseguraba haber desarrollado una técnica capaz  de  iluminar  los alrededores de Bilbao con las siglas brillantes del nacionalismo vasco.  Una noche se pretendió hacer una prueba de aquella técnica “novedosa” y secreta. En las inmediaciones del Peñascal capitalino  el “inventor” proceloso había situado su “creativa” propuesta con una furgoneta y un generador eléctrico. De repente, quienes testaban la apuesta observaron la aparición de un minúsculo punto luminoso  en la pared de una cantera.  Apenas  se distinguía su mensaje. El “ingenio” no era otra cosa que una composición de  tubos fluorescentes de cocina ensamblados en una caja modo de cartel donde, a corta distancia y a duras penas, se leía “Vota PNV”. De premio nobel.

 

Pese al chasco, la búsqueda de la solución mágica continuó. Y claro está, aquello fue a peor. La culpa, un rayo laser. No escarmentados  con aquello, los responsables de  encontrar nuevos soportes de comunicación política  en la batalla electoral dieron con un fenómeno que , según  su mentor, garantizaba, en una noche sin nubes,  el trazado de un dibujo en el cielo de Euskadi llamando al voto jeltzale.  Aquel prodigio en el firmamento vasco sería posible mediante la proyección de un rayo láser diestramente manejado. El “rayo luminoso”  lo representaba  un belga  que para su contrato exigió por adelantado  un millón de las antiguas pesetas  en florines holandeses. Aquella apuesta arriesgada y costosa dejó a más de uno con tortícolis y con cara de bobo.  Llegado el día convenido para iluminar el cielo de Donostia, allí   no apareció ni el rayo láser, ni el  belga y mucho menos los florines.  A partir de entonces, el PNV tomó la decisión de  dedicarse a la “campaña de la alpargata” , una fórmula de identificar  su trabajo publicitario básico con por patear la calle  gracias al trabajo ímprobo de su militancia.

 

Las ocurrencias o las acciones estrambóticas  siempre han acompañado a los procesos electorales, pero lo que de verdad resulta consustancial a las campañas políticas  de propaganda son las promesas. De los 800.000 empleos de Felipe González  a la bajada de impuestos de Rajoy. Palabras  y compromisos que, la mayoría de las veces, se los ha llevado el viento.

 

Hoy, todo el mundo trata de cuidar la manera de cómo se presenta ante la opinión pública. La imagen, la comunicación no verbal , resultan  fundamentales para causar una sensación de empatía  en el universo votante.  Aspectos tan aleatorios como la indumentaria, se cuidan  concienzudamente. Así, veremos  que las candidaturas de la Izquierda Abertzale, por ejemplo, han evolucionado  una barbaridad. 

Desde el color  corporativo de los fondos de sus apariciones, que se aproxima al verde tradicional utilizado por el PNV,  hasta  el porte de sus mujeres y hombres , se advierte de un aggiornamento  de la marca que representa a EH Bildu.  Ya resulta difícil encontrar candidatos  de ternua , botas o aspecto silvicultor. Hoy, los nuevos gurús de la coalición, quizá por influencia del republicanismo catalán,  han impuesto  el servicio de un estilista para el grupo. 

Estilista que ha impulsado la utilización de la americana sobre camisas oscuras en los hombres  y los vestidos luminosos  entre  las mujeres.

 

Para algunos puede que estos aspectos resulten insignificantes. Pero no lo son tanto. El “blanqueamiento de la imagen”  es una consecuencia más  de la intención  global por “moderar” el perfil de una formación que trata, a pasos agigantados, de homologarse al nacionalismo gobernante que pretende sustituir.  Sin embargo en cuanto EH Bildu se descuida, con ramalazos  como los llevados a cabo en el rechazo a la modificación de la Ley Mordaza,  se sigue mostrando  con los viejos ropajes heredados de Batasuna.

 

Los que continuan aferrados a una imagen contundente y a una dinámica efectista cien por cien son los ultramontanos de VOX. Su segunda  moción de censura al gobierno de Pedro Sánchez  no es sino su apuesta electoral  para el escenario inmediato. Apuesta para, otra vez, arañar votos  sociológicamente al PP, a quien ha vuelto a cazar en su estrategia de oposición  “sin complejos”.

 

La elección de Ramón Tamames, un nonagenario ex comunista y ex muchas cosas, como cabeza de lista de la operación de censura es una cabriola  mucho más atrevida y ridícula que la de Martínez Almeida en la cama elástica.  Sólo un ególatra irrefrenable podría admitir una utilización hartera como la que Abascal y los suyos han diseñado para que el economista interprete en los próximos días.  El mensaje es lo de menos. Hasta han filtrado  su discurso una semana antes de su presentación en las Cortes.  Será  el  ya conocido de  “mucha España”, “unidad”, “bandera”, “patriotismo” y poco más. 

Tópicos de un populismo ultra que engorda  de la ya habitual  indefinición de la derecha.

Es la hora del esperpento. Piruetas y saltos mortales  para una campaña electoral sin filtro.  

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario