viernes, 7 de abril de 2023

LA EUSKADI DE TODOS Y DE TODAS

La historia de mis ancestros  -de una parte de ellos- no es nada excepcional. Es como las de miles de mujeres y hombres  que finalizada la guerra se vieron obligados a emigrar para encontrar  un lugar donde trabajar, y vivir. Familias enteras que salieron  de sus tierras de origen con la esperanza de saciar el hambre y las necesidades  que la miseria de la “victoria” del “alzamiento” había dejado en un territorio empobrecido y sometido a un régimen  feroz.

 

Así, hasta una  Bizkaia populosa en ciernes, cuya industria básica había dejado en pie el gobierno de los perdedores como garantía  de supervivencia  de su población, llagaron miles y miles  de desesperadas almas para encontrar un trabajo y una opción en la que establecer  un hogar.

 

A Basauri, entonces  nudo de comunicaciones –Dos Caminos- y confluencia de los principales ríos del territorio (Nervión e Ibaizabal)  llegó en los primeros años de la postguerra la prole de los “cachuchos”.  Así los denominaron  sus vecinos  serranos por el sombrero  que el cabeza de familia portaba tras un infausto viaje  por América. Fue a la Argentina a tutelar el negocio de un hermano –un colmado- y volvió a la península  con las manos vacías. En el viaje de vuelta  su maleta llena de dinero “se perdió en el mar”.  Así que de su estancia en Buenos Aires solo  reportó una “cachucha”, típica gorra  de paño  con visera. Y tal atuendo, inusual entre sus vecinos  le dejó el sobrenombre en el pueblo. El mote  personal y, posteriormente, el de  toda su descendencia.

 

Los “cachuchos”  lo conformaban el matrimonio  de  Donato y Eulalia –casada con este en segundas nupcias-  y  ocho hijos (el último, Jesús -con el tiempo Josu- nacido ya en Euskadi).

 

La familia  no llegaría completa  a la localidad vizcaína. El hijo mayor de la saga, José, y el quinto en edad, Miguel, habían tomado los hábitos de fraile y desarrollaban  su noviciado por diversos colegios  en el Estado y luego fuera de él.

 

Donato y Eulalia con una parte de su prole. 


Los Mediavilla-Ayuso/Gil  (José, Esteban, Cirila, Luis, Miguel, Benito, Donato y Jesús) habían dejado atrás su origen en los pinares burgaleses  donde el padre de familia –Donato- trabajaría  en una empresa maderera.  Con ella,  con la actividad del aserrío,  trasladaría al conjunto familiar por parajes de Soria y Burgos, para recalar, finalmente, en Basauri donde  se asentaron definitivamente.

 

En el cuarto piso de un viejo inmueble, en la calle de la Estación,  establecieron su campamento. Y allí, en aquella  lúgubre casa de madera en la que las ratas  hacían carreras por el falso techo, fueron arraigando sus vidas. Vivieron-como la mayoría- años duros. De hambre y necesidad. De los recuerdos de entonces  contaban cómo todos comían de una cazuela. El guiso era unas patatas. Arremolinados en torno al puchero  todos metían baza y aunque las papas estuvieran hirviendo,  se introducían  en la boca con riesgo cierto de abrasarse. No hacerlo significaba quedarse sin comer.

 

Eulalia cosía pantalones. Los más jóvenes  se escolarizaban y los adultos  comenzaban a trabajar  donde pudieron. Poco a poco se fueron insertando en la vida del barrio, en el municipio. La familia echó raíces. Se fue asentando, relacionando con el entorno, con los vecinos. Surgieron amistades, lazos humanos, laborales.  Emancipaciones, noviazgos, nuevos enlaces.

 

Donato, el patriarca “cachucho”, fue, hasta su longeva muerte, modelo de un recio castellano, de tradiciones firmes y costumbres propias de un meapilas.  Eulalia, mi abuela, fue una mujer paciente, sufridora  y sostén  de aquella prole. Sus hijos –todos los fueron a pesar de que solo los tres últimos   resultaran biológicamente propios– se forjaron en el trabajo y en el sacrificio aprendido en casa. Y con el tiempo se convirtieron  en basauritarras de toda la vida. Sin olvidar su origen, al que volvían en vacaciones.

 

La saga estableció sus nuevos lazos familiares, la prolongación de sus vidas, en este país, en Euskadi. Aquí  vivieron sin que nadie les preguntara de donde habían venido. Aquí trabajaron, bajo el mismo sol y la misma lluvia  que mojaba a todos por igual. Y aquí soñaron, sin que nadie les obligara a renunciar a sus ilusiones.

 

La tercera generación  de los Mediavilla – la mía-  ya formaba parte del paisaje  de esta sociedad. No entendía otro porvenir que no pasara  por el solar por donde habían nacido y crecido. Una buena parte de sus componentes asumieron el euskera como lengua propia  y se convirtieron  en esos “nuevos vascos”  que forjaron una colectividad multicultural pero con voluntad política propia. La cuarta y la quinta generación nacida de aquella fuente familiar,  ignoran el origen  de esta estirpe y, a lo sumo, lo contemplan como una anécdota en una historia que les pilla bastante lejos.

 

Este proceso evolutivo  fue un fenómeno general.  Tras la crisis  económica de primeros de los ochenta y la caída de los sectores industriales estratégicos que habían dado trabajo a miles de personas llegadas  de todo el Estado, se produjo un fenómeno social  que ha tenido enormes consecuencias.

 

Una buena parte de  los excedentes  humanos de la reconversión –trabajadores que en su día llegaron de  todas partes de la península- aceptaron las indemnizaciones que el sector público empleador  les ofreció  para su baja laboral. Con esos fondos económicos a modo de jubilación, muchos  financiaron  la vuelta a sus pueblos de origen. 

Allí, gracias esos ahorrillos pudieron rehabilitar  sus antiguas casas y retomar su vida  donde la dejaron  tiempo atrás.  Fueron miles los que cumplieron con su sueño de volver. Pero sus hijos no. Sus hijos e hijas no les siguieron porque  sus raíces estaban ya aquí. Sus hijos e hijas creyeron que era aquí donde  querían labrar su proyecto de vida. Porque identificaron a este país como el suyo, como el país en el que querían vivir, progresar  y hacer crecer su progenie.   

Andaluces, gallegos, castellanos, riojanos o extremeños de origen  se sintieron vascos de nueva generación. Y con ese cambio de mentalidad, el mapa sociopolítico del país también evolucionó. El cuento de las “dos comunidades”, la teoría de las “maletas” o el miedo  a ser “expulsados” por  los ocho apellidos vascos, se desvaneció.  Hasta el sentido de voto, que hasta entonces había mantenido una cierta disciplina  en formaciones estatales, fue virando a alternativas más elásticas  y de centralidad vasquista.

 

Hablar hoy  de “los de aquí” y “los de allí” no tiene ya ningún sentido. Entre otras razones porque  hace años ya que no hay flujos migratorios  que sustenten teorías  disgregadoras como las que hemos conocido en el pasado.  Hoy todos somos vascos y vascas con o sin apellidos euskaldunes.

 

Un Mediavilla como yo decidió militar en una organización nacionalista vasca con  dieciséis años –hace ya más de cuarenta y seis-. En mi determinación confluyeron varias circunstancias y he de reconocer  que si bien la parte patriarcal de mi linaje  no tenía vínculos tradicionales con dicha ideología sí mi otra rama familiar (la materna)  que sin haber tenido una tradición  acentuada  por esta vocación política sí  se identificaba con la misma.

 

Mi padre, Donato, de la primera fila de los “cachuchos”, terminó afiliándose también al PNV. Él, probablemente  no entendería  el abertzalismo del mismo modo que yo lo hacía. Pero para él, ser nacionalista vasco  era una forma de sentirse  partícipe  de una colectividad  en la que se encontraba a gusto y en la que quería proyectar su futuro. 

 

Tal vez  Donato no hablaría demasiado de soberanía o de autodeterminación. No necesitaba complicarse la vida. Sabía que Euskadi era su casa y por eso la defendía sin más.

 

Alimentar el fantasma de las dos comunidades, decir como recientemente lo he hecho el señor Andueza, que los nacionalistas "quieren construir un país para ellos solos" y hacer "un país monocolor, solo para nacionalistas" resulta, además de una falsedad  denunciable, una temeridad  en términos políticos que creo necesaria denunciar  aunque algunos  le resten gravedad por circunscribirla en tiempo pre electoral.  Y no. Aquí nunca se ha excluido a nadie, ni se ha gobernado para unos pocos. Desde que el nacionalismo democrático gobierna en este país–en colaboración con otros-, lo ha hecho  pensando  en todos y todas. Para los vascos y vascas de hoy y de mañana. Para las mujeres y para los hombres que trabajan, viven  y esperan proyectar su vida en Euskadi.  Y así va a seguir siendo aunque el señor Andueza diga lo contrario.

 

Esta es la patria que el nacionalismo vasco  reivindica hoy. La Euskadi  en la que creyeron los “cachuchos” de ayer y la que construirán sus descendientes de mañana. La Euskadi de todos y todas.

 

 

 

4 comentarios:

  1. El SR Andueza, ademas de preguntarse por que cada vez les vota menos gente y seguir exigiendo a Sortu que terminen sus deberes, deberia tambien acometer los suyos; podria empezar por pedir perdon a la familia Zabalza, familia a la que su partido revictimiza, humilla, desprecia y daña sin asomo de humanidad desde los años 80 hasta hoy. Podria tambien colaborar a oficializar la verdad de una santa vez, peticion que la familia ha vuelto a hacer estos dias, cierto es que sin mucha esperanza visto lo visto.
    Xabier Intza

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  2. "No cabe promover, directa o indirectamente desde los espacios institucionales de Euskadi, acciones que supongan una revictimización de las víctimas del terrorismo y de vulneraciones de derechos humanos»."
    Me parece correcto. Ahora, acciones desde espacios no ya institucionales, sino GUBERNAMENTALES, Españoles que supongan una revictimización de las víctimas de esa ESMA Española que fue Intxaurrondo, eso ya tal....
    Mediavilla, no os habéis preguntado qué tiene que sentir la familia Zabalza ante tal diferencia de trato entre víctimas de unos y de otros?. No os cuestionáis la falta de humanidad que
    denotan vuestros compañeros de firma con esta y con otras muchas familias?. De verdad no pensáis hacer nada, efectivo, al respecto?.
    Dolor y justicia no debieran distinguirse por barrios, y es lo que está pasando y estáis permitiendo.

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  3. Es que da para mucho que, de repente, no vengas ahora con el cuento de las dos comunidades y lo malo que es Andueza, cuando sois socios en todas y cada una de las oportunidades que se os presentan. La última, el esperpento de lo del ayuntamiento de Galdakao y el trabajo realizado por Aranzadi en torno a las víctimas y los victimarios. Es que no tenéis solución; parecéis buitres en busca de carroña. Es igual que Aranzadi dé las explicaciones pertinentes, porque vuestra coalición, la de las dos comunidades, lo que más desea en estos momentos es gobernar, también, en el ayunta de Galdakao. Si lo que dice Aranzadi es cierto, y yo me lo creo, es muy grave que aparezca el concejal del PSE rasgándose las vestiduras por un hecho con el que estaban de acuerdo. Muy grave

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    1. Zuzenketa. Es que da para mucho que, de repente, nos vengas ahora........

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