sábado, 17 de junio de 2023

CAMBIO DE CICLO

No había concluido el escrutinio oficial de los resultados electorales  celebrados en pasado 28 de mayo cuando Pedro Sánchez, acosado por sus propias baronías que le responsabilizaban del batacazo municipal y autonómico, se sacó un nuevo conejo de la chistera. El truco del almendruco.  Disolvía las Cortes y convocaba oficialmente  nuevamente a las urnas el día 23 de julio. 

 

El prestidigitador de Moncloa evitaba el fustigamiento de  Ferraz y echando por tierra la presidencia española  en la Unión Europea pretendía pillar a contrapié a  Núñez Feijóo, resacoso aún  de una noche victoriana pero al que aguardaba el toro de coaligarse con VOX para  encarnar el éxito en ayuntamientos y gobiernos territoriales.

 

Otro regate en corto de Sánchez para poder sobrevivir.  Quiebro tras quiebro para intentar eludir la realidad o, cuando menos,  confundirla con decisiones, como la adoptada,  de extremo riesgo y de incierto desenlace.

 

Peligro para él y su partido de no movilizar al electorado en plena vorágine vacacional. Dificultad para, en poco tiempo, recuperar el terreno perdido por su sigla. Alarma por tener como socio de aventura a una cainita izquierda  que en lugar de “Sumar” debería denominarse “dividir”.

 

Sea como fuere, el reloj -tic-tac que diría  Pablo Iglesias- está en marcha y nadie puede detener ya una alocada dinámica  que nos va a presentar en una nueva pantalla de la actualidad política.

 

Sánchez, el “resistente”, ha jugado su última baza. Y no hay más.

Sabía que los núcleos conspiradores  de siempre; los barones, guerristas, susanistas y la legión de damnificados de su soberbia, amolaban sus cuchillos a la espera del momento para asestarle un golpe de gracia que acabara con su delirio de poder.

 

Su inteligencia de superviviente le indicaba que si el azar le concedía una sola oportunidad para seguir adelante él  se la tenía que jugar aunque la confluencia astral necesaria  para continuara al frente  del ejecutivo español resultara remota. Requería  no perder más en los porcentajes “provinciales”. Retener  los resultados anteriores y que la ley D´Hont le premiara en el reparto de escaños. Necesitaba, igualmente, que el PP no continuara su expansión. Que negociara abiertamente con los de Abascal. Alianzas inequívocas  para poderlas convertir a ojos de su electorado, en un “peligro para la democracia”. Necesitaba, igualmente  que las formaciones “amigas”  situadas a su izquierda, se aliaran  y ofrecieran un nivel suficiente de escaños que le complementaría  en una mayoría que  superase al tándem PP/VOX.  Necesitaba, también, no “espantar” ni a vascos ni a catalanes  de cara a ayudas complementarias. Precisaba…un milagro.  Y aún así apostó. Se la jugó.

 

Previsiblemente, el resultado de esta ecuación no dará. No le saldrá bien. Las razones serán diversas pero, sociológicamente hay un dato poderoso que avala el posible desenlace: nunca antes que ahora ha habido en el Estado una percepción social tan marcadamente negativa hacia un presidente o un candidato.  Existe un sentir muy mayoritario en todo el Estado que reclama ansiosamente la caída o el relevo de Pedro Sánchez. Sánchez resulta antipático. Su figura personal provoca rechazo (como nunca se había producido en el Estado). Su altivez, soberbia,  no genera empatía. Al contrario. Y esa sensación primaria  hará que Núñez Feijóo, sin necesidad de exhibir músculo  y programa,  obtenga unos resultados magníficos . Por encima de 150 escaños le permitirá  gobernar en solitario –como lo hizo Aznar- , si bien, en todo caso, tendrá a la extrema derecha  como muleta a la que aferrarse “sin complejos”.

 

Los acuerdos  alcanzados con los de Abascal en Valencia o en diversas capitales del Estado , acuerdos en los que  los conservadores de Feijóo han “comprado” la filosofía y literatura populista de los ultras, advierten de cual es devenir político que nos espera  en breve. Un panorama sombrío  para el que deberemos preparar ya.

La alianza  entre derecha y extrema derecha ya no  da  miedo y como tal  no hace reaccionar  al votante de izquierdas.  Así que la “acción-reacción”, a la que aspiraba Sánchez  puede darse como inexistente. Por lo demás, en España, el concepto democrático no es mismo que en Alemania donde la CDU no duda en condenar  a los extremistas  xenófobos, antieuropeos y antisemitas. En España, los conservadores pactan con ellos sin pudor. Y las izquierdas, en lugar de  ofrecer al PP una oportunidad responsable de gobierno sin tener que echarse  en manos de VOX , promueven tal alianza  pensando en que  la suma de populares y populistas les rentará  por reacción.

 ¡Ingenuos! ¡Insensatos!. ¡Irresponsables!

En esa dinámica, con Sánchez desmelenado  y “al ataque”, nos daremos de bruces con una campaña electoral  en la que se perderán la formas  y se pretenderá polarizar todo como si  los comicios sólo afectaran al bipartidismo.  A Núñez Feijóo le basta con estarse quieto. Sin ruido  ni entrar a las sucesivas provocaciones que le llegarán desde la izquierda gobernante  y los radicales  de Abascal.   

Hacerse el Tancredo es lo que mejor le va. Le fue a Rajoy y ahora  el otro gallego  le imitará. Además, siempre habrá un  “sanchista foribundo”, como el Delegado  gubernamental en Madrid, que saque a relucir a Bildu en precampaña para mayor gloria de la caverna mediática y los ayusistas.

 

Sánchez, por el contrario, no se quedará inmóvil. Aprobará nuevos decretos (estando en funciones)  para prorrogar  ayudas públicas electoralistas. Retará a debates “cara a cara”. Buscará la confrontación por tierra, mar y aire…y se agotará.

 

La próxima legislatura será dura  para quienes estén al margen de la ecuación bipartidista.  Una legislatura  terriblemente adversa para los intereses  de vascos y catalanes. Bien por su pasado inmediato de colaboración con los socialistas o por su característica nacionalista, defensora de los respectivos autogobiernos que, con una derecha española fuerte en el poder sentirán el embate del centralismo y de la “españolidad” con rango de ley.

 

Para los nacionalistas, estas elecciones no son ni las más propicias ni las más cómodas. Su alternativa deberá abrirse paso entre la polarización bipartidista, encontrando un hueco en el difícil mundo de los medios de comunicación para hacer llegar su voz. Y su voz será la que, una vez más, clame por la defensa de singularidad vasca frente a un panorama homogeneizador.

 

Para el PNV, en las Cortes Generales  está su primera línea de defensa. Allí, durante las últimas legislaturas ha situado un equipo, el Grupo Vasco (Congreso y Senado),  que pese a su relativamente exigua representación, ha tenido una notoriedad e influencia  muy significativas.  Especialmente  destacable ha sido el protagonismo desarrollado por su portavoz, Aitor Esteban, convertido,  probablemente, en el más brillante orador y parlamentario de la Carrera de San Jerónimo. 

 

Ese valor y el prestigio acumulado  durante este tiempo de oposición seria, dialogante  y constructiva, serán los rasgos que los nacionalistas  volverán a presentar al electorado como garantía de su alternativa.

Pese a ello, no podemos olvidar que el PNV viene de una situación electoral un tanto complicada con la el refugio de una parte notable de sus votantes  en la abstención en los recientes comicios locales y forales. Tal pérdida de confianza – no olvidemos que sigue siendo el primer partido de la Comunidad Autónoma Vasca-  ha podido ser causada por múltiples factores. Uno de ellos (no el único)  ha sido, sin duda, el desgaste  provocado por años continuados de gobierno y el desapego de sectores con conflictos colectivos abiertos y que inciden  en el bienestar de muchas personas.  Las huelgas, la aparición de reivindicaciones  de difícil solución o la confluencia de  movimientos sociales  de notable exigencia pública han hecho mella en el  respaldo electoral al PNV.

 

Hacer frente a ese ruido en la calle, superar la amenaza de una posible desbandada estival y volver a movilizar a su electorado ante la deriva que se nos viene encima; salirse de Guatemala para entrar en Guatepeor, son las labores pendientes que los jeltzales tienen ante sí.

 

El reto vuelve a ser  constituir un grupo - obtener un mínimo de cinco escaños en la Comunidad Autónoma Vasca-.  Un Grupo parlamentario que permita a Euskadi   establecer el primer muro de contención del autogobierno vasco frente a la involución de un Estado  centralista. Establecer una voz reconocible, con fuerza, con autenticidad  y criterio para defender Euskadi en Madrid.

 Sacos terreros, provisiones y la fuerza de un equipo ante el “cambio de ciclo” que llega.

 

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