sábado, 10 de junio de 2023

TRICORNIO POR TXAPELA

Hay elementos simbólicos  que parecen estar sustentados en sobredosis de testoterona. Se producen, fundamentalmente, para poner en evidencia la superioridad, la dependencia o el carácter “patriótico” del ámbito representado.  Es como demostrar a los ojos ajenos quien “la tiene más larga” o “quien manda” de verdad en un territorio. En ese aspecto, las banderas juegan un papel icónico.  Cual es la más grande o la que se sitúa en el mástil más alto. Así. La enseña  que preside la Comandancia de Marina en Bilbao, con metros cuadrados de tela rojigualda, destaca en el paisaje urbano neutro del ensanche de la villa.

 

En ese imaginario  de totemizar  la presencia del “poder español” en Euskadi están igualmente los edificios públicos. Aunque de escasa utilidad  porque  las competencias y los quehaceres  reservados al Estado en la Comunidad Autónoma son escasos y limitados,  las sedes de sus delegaciones (gobiernos civil y militar, acuartelamientos, etc) se erigen como baluartes de españolidad.  El Estado no abandonaría tales emplazamientos en ningún caso. Son antenas icónicas de la españolidad en Euskadi.

 

Idéntico interés por “hacer valer” a la ciudadanía vasca  el carácter  “español” de Euskal Herria fue la “cruzada” llevada antaño por el ex delegado del gobierno, Carlos Urquijo y su por entonces “brazo derecho ejecutor”,  la abogada del Estado Macarena Olona, contra los ayuntamientos e instituciones  vascas y la colocación  oficial  en sus sedes del pendón rojigualdo. Expediente tras expediente, hasta la amenaza de la inhabilitación de los cargos públicos a cambio de una bandera el la balconada.

 

Algo similar ocurre  con las Fuerzas y Cuerpos de  Seguridad del Estado. Pese a que sus funciones aquí están  restringidas a actividades extracomunitarias, y  su ámbito de acción  es reducido (artículo 17 del Estatuto),  la dotación de policías y guardias civiles en Euskadi es numerosa. Es difícil conocer a ciencia cierta el número de  efectivos desplegados en Euskadi. Pese a que la Delegación del Gobierno  aporte datos “oficiales”, nunca hemos llegado a saber de verdad  cuantos funcionarios policiales españoles actúan en la Comunidad Autónoma Vasca.

 

Es más, de un tiempo a esta parte, la percepción indica  una expansión en la actuación practicada  particularmente por la “benemérita”. Hemos conocido a través de los medios de comunicación actuaciones de la Guardia Civil  contra el tráfico de estupefacientes, contra la trata de personas, falsificación y espionaje industrial, o las mafias en la práctica de circulación de personas migrantes. Actuaciones de lucha contra  la delincuencia organizada que debieran ser  abordadas por la Ertzaintza, o que, cuando menos  debieran haberse llevado a cabo en colaboración  policial. 

 

Pero aún hay más. Estirando como un chicle  los supuestos explicitados en el mencionado artículo 17,  cada día es más notoria la presencia  de patrulleras de la Guardia Civil no solo en la costa, sino en los cauces fluviales navegables en acontecimiento lúdico-festivos (en Bilbao en Aste Nagusia , en las regatas de la Concha o en los puertos  pesqueros en festividades  tradicionales  como El Carmen,  las Madalenas, etc).

 

Por si fuera poca la incursión “benemérita”, ahora le toca el turno al medio natural, pese a que  su gestión sea competencia exclusiva de los territorios vascos. Pese a ello, la SEPRONA a patrulla por nuestros montes y ríos. ¿Con qué función?

 

A este despliegue se suman determinados magistrados que bajo su criterio y sin ningún otro argumento que lo justifique solicitan la presencia de policías nacionales y guardias civiles en labores de  “policía judicial”, relegando a la Ertzaintza a un segundo plano. Poco a poco, gota a gota, lo simbólico, lo icónico español va ganando espacio. Con normalidad y sin sobresaltos.

 

El Estado y quienes lo dirigen siempre han estado tentados  de hacer valer  esa presencia de “dominio colonial”. A ese afán  correspondía el reiterado interés por traer a Euskadi a la Unidad Militar de Emergencia (la UME). Primero en Zaldibar  con el derribo del vertedero y después, con la pandemia, para instalar hospitales de campaña en diversos puntos de Euskadi. La negativa del Gobierno vasco a esa presencia la costó no pocas críticas de quienes  exigían  aceptar la “solidaridad” de los cuerpos militares. Aunque se demostrara que no hacía falta su intervención  o que su pretendida labor resultaba inútil.

 

Militares, policías…servicio de información, inteligencia. Cuando la Ertzaintza comenzaba su andadura,  el departamento de interior del Gobierno vasco contrató a especialistas  israelíes  y británicos para formar a agentes vascos  en la lucha contra el terrorismo  y el crimen organizado. Cuerpos especializados para una policía integral.  De aquellos cursos surgieron  los grupos de intervención, análisis, información, etc. Los israelíes y los británicos  estudiaron la realidad de Euskadi  con sus ojos  especializados en seguridad. Su diagnóstico encontró una realidad desconocida  por el nivel de vigilancia  y escucha que existía en los tejados de Euskadi. Solo habían conocido otro punto en el mapa internacional con similar grado de control informativo; Irlanda del norte. Algún día sabremos los incalculables medios materiales y humanos utilizados por los aparatos del Estado  para, supuestamente,  combatir el terrorismo.

 

El intento de dominio  y control  de los resortes de poder del autogobierno vasco, su dominación e infiltración no han cesado desde que se conformó el primer poder autonómico hasta nuestros días.

Hoy la principal amenaza sigue estando en la Ertzaintza, un cuerpo policial con ocho mil agentes, pilar fundamental del autogobierno.

 


En medio de la legítima pugna de su colectivo humano por la mejora de sus condiciones laborales,  en  medio de la tensión propia de un proceso de negociación entre la patronal –la Administración-  y la representación de los trabajadores –sindicatos-,  ha irrumpido  un cuerpo extraño desestabilizador. Se trata de una plataforma autodenominada “Ertzainas en lucha” que amenaza con boicotear  la salida del Tour de Francia de Euskadi si con anterioridad a este evento internacional  no se  renueva el convenio colectivo.

 

Este movimiento  fantasma, sin responsables identificables, se declara “a-sindical” y utiliza para comunicar  sus decisiones, convocatorias y consignas, las redes sociales (en Instagram  tienen abierto el canal “ertzaintza.es”) en las que cuelan mensajes “anonimus”. Esta plataforma, con acceso , vía WhatsApp y Telegram, a un numeroso grupo de ertzainas en activo, tiene  características similares a otra organización alternativa  infiltrada en los Mossos d´Esquadra  si bien su tipología  y hasta sus reivindicaciones  se asimilan a las  formaciones “Jupol” y “Jucil” pertenecientes a la Policía Nacional y a la Guardia Civil y con quienes  algunos activistas  de “Ertzainas en lucha” ya se habían puesto en contacto  para copiar su fórmula de blindaje  frente a posibles castigos disciplinarios.

 

Los cabecillas de las movilizaciones internas que despotrican abiertamente contra los representantes sindicales, exigen del Gobierno vasco  un incremento del salario medio mensual para los agentes policiales de 1.100 euros. Y como medida de fuerzas  para conseguirlo amenazan con  hacer inviable la partida de Bilbao de  la gran carrera ciclista mundial; el  Tour de Francia, seguido por millones de espectadores.

 

Resulta alarmante  que quienes  están llamados a hacer cumplir la legalidad en Euskadi amenacen con sabotear  un evento por el que las instituciones vascas han trabajado  conjuntamente para  demostrar al mundo el prestigio, el atractivo y la potencialidad de nuestro país. No se entiende  que quienes se dicen “cuidadores del pueblo” amenacen con actuar  contra la representación institucional de ese mismo pueblo, y contra la oportunidad  singular que el Tour ofrece a este país.  ¿Acaso su pretendida reivindicación laboral  esconde otros intereses?

 

Esperemos que la sensatez triunfe en este desagradable episodio. Que las reivindicaciones legítimas discurran por el carril de la negociación colectiva y que prospere un acuerdo, por difícil que resulte de antemano. Lo contrario, será abonar la desnaturalización de la Ertzaintza .  Alejarla del servicio público.

 

Amenazar con no garantizar la seguridad en el inicio del Tour puede ser entendido  como el oscuro objeto del deseo de buscar la implicación de la Guardia Civil en dicho evento. Quizá sea eso, cambiar el tricorno por la txapela, lo que algunos  estén buscando. Confiemos  en que ahora tampoco lo consigan.  

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario