sábado, 16 de diciembre de 2023

ACTO DE CONTRICIÓN

Hoy  me he levantado recordando un viejo chiste que contaba un buen amigo. Era el relato del “trihuevo”.  Y es que un día, mientras paseaba por la calle vio cómo la gente  corría despavorida en dirección contraria a su marcha. Uno de los viandantes que, al parecer , huía frente a él, se paró y alteradamente le dijo: “¡Corra usted también, que viene ya  hacia aquí!”. -.- ¿Viene? ¿Quién? –Preguntó extrañado mi amigo-.

.-“El trihuevo. ¡Que viene el “trihuevo”!.

.- ¿Y qué  de peligroso o de perverso tiene ese “trivuevo”? –insistió-

.- -El "trihuevo" es una bestia que a todo el mundo que tiene tres huevos se los corta.
- ¡Uff!  -exclamó mi amigo-.  Entonces, nada he de temer, ya que, en mi caso,  solo tengo dos.
.- Sí, sí, respondió  el asustado que escapaba. Lo que pasa es que primero los corta y luego los cuenta. 

 

Hay mucho “capador” compulsivo entre nosotros. Demasiadas bestias sin escrúpulos capaces de hacer daño gratuitamente y sin parpadear. Al albur de esta especie de carroñeros profesionales  me ha venido a la cabeza el nombre de una de sus víctimas; Manu Aierdi, el compañero de ejecutiva que fue presidente del Napar Buru Batzar y llegó a ser el consejero mejor valorado del Gobierno de Navarra hasta que el juego sucio  de la oposición de UPN le forzó a dejar su cargo.

 

Un día pregunté por la causa  que había obligado a Manu Aierdi  a dimitir como consejero del Gobierno de Navarra.  Unos lo intentaron inscribir en el denominado “caso Davalor”, una empresa a la que desde el ejecutivo navarro se incentivó económicamente en la puesta en marcha de un proyecto “innovador” y tecnológicamente avanzado que fracasó estrepitosamente. Un apoyo institucional  arriesgado que concluyó en fallido y que las formaciones políticas de la oposición utilizaron torticeramente  para cargar y derribar a Manu Aierdi, uno de los consejeros  más solventes  de los ejecutivos presididos por Uxue Barkos y posteriormente Chivite.

 

Una querella presentada por UPN en junio de 2020 acusaba a Aierdi de “prevaricación” y “malversación” por las ayudas económicas públicas concedidas al proyecto empresarial de Davalor. El Tribunal Supremo  (45 días después de presentada la demanda) abría procedimiento penal  incluyendo a Aierdi como “investigado”. En coherencia con la ley  de transparencia e incompatibilidades impulsada por Geroa Bai en 2018 por la que “ningún imputado/investigado podría ostentar cargo público en el gobierno”, Manu Aierdi dimitía de su puesto, víctima  de una operación  político-judicial insostenible.

 

Desde entonces, ni UPN –impulsora de la denuncia- ni el juez instructor de  la causa han sido capaces de demostrar la existencia de ilegalidades ni de evidencias probatorias que sostuvieran la querella. Pero el efecto buscado por el partido de la derecha navarrista había causado su efecto. Lo que se buscaba no era  ni perseguir un presunto enriquecimiento ilícito o sancionar  actitudes de una supuesta corrupción. El objetivo era acabar políticamente  con un adversario notable  y para ello bastaba una imputación  en un procedimiento judicial.

 


Hoy el Tribunal Supremo ha archivado la causa  por haberse superado todos lo plazos legales de la instrucción sin hallar causa alguna probatoria de presuntos delitos.  Manu Aierdi y otros seis colaboradores  que se vieron envueltos en la denuncia judicial han quedado libres de toda acusación.  Pero el daño infringido ya estaba hecho  y nadie  lo puede remediar.

 

Nadie ha entonado un “mea culpa” ni se ha excusado por participar en un “linchamiento” tan injusto  y miserable. Es más, ha habido quienes como Juan Ignacio Del Burgo han pretendido ampliar  aquella imputación  a la consejera vasca Arantxa Tapia solicitando a la Fiscalía ampliar la investigación a la Comunidad Autónoma Vasca.  ¡Vaya esperpento!

 

La acción política destinada a la destrucción del rival parece imponerse en los tiempos que vivimos. No hay respeto ni  consideración. Los “sacaojos” y los “cortahuevos”  proliferan en todas partes. Ahora, se afanan en encontrar perfiles ocultos a las nuevas candidaturas que ven la luz  como alternativa futura a la “cosa pública”. Y en ese afán  por “descubrir” los “secretos” encerrados  -inexistentes la gran mayoría- convierten la disputa política en un estercolero donde quien más ensucia más notoriedad entre los suyos tiene.

 

Manu Aierdi es una víctima más de esa podredumbre. Y nuestra obligación es rehabilitar su buen nombre  y su prestigio.

 

Quienes tuvimos una educación influenciada por los preceptos de la religión católica, mantenemos  presente –aunque hoy estemos alejados de dichas creencias- algunos de los principios de aquellas enseñanzas. Tal es el caso  del denominado “acto de contrición”. 

No tengo inconveniente en reconocer  que como humano muchas veces me equivoco. Asumido el error creo que lo mejor es pedir excusas por el mismo y rectificarlo.

Hombre, si alguien espera verme dándome golpes en el pecho con aquello de “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”, que espere sentado.  Simplemente reconozco mis errores  porque está bien hacerlo. En tal sentido quisiera enmendar dos de los deslices que  he deslizado en estos mis escritos periódicos.

 

El primero de ellos  se producía  en el comentario titulado “Una nueva fase”  publicado el 21 de octubre pasado. En dicho artículo  señalaba a Jon Idigoras como el “instaurador”  de la fórmula de acatamiento de la legalidad española  que incluía la coletilla “por imperativo legal”  y que según decía  “certeramente interpreta el hecho de que la inteligencia no debe estar reñida con la voluntad sino al servicio de ésta”.

Según se me ha dado a conocer, no fue Jon Idigoras el autor de dicho pronunciamiento.  El “jatorra”  activista de Amorebieta tuvo muchas virtudes pero entre ellas no estuvo la señalada por mí. La perspicaz  matización  salió, como no podía ser de otra manera, de una brillante mente jurídica. La de Txema Montero, europarlamentario por Herri Batasuna en los años 1987 y 1989. Aclarado queda y mis disculpas por la inexactitud.

 

La segunda penitencia que debo asumir  hace referencia a un imperdonable olvido  cometido en el artículo publicado la pasada semana –“Mirarse en el espejo”-  y que omitía el nombre del lehendakari Ardanza  entre los ejemplos  reconocibles en la imagen del PNV  que hoy pretende continuar con su renovación.

 

Ardanza es una referencia obligada para entender la trascendencia con la  que el PNV vive sus procesos de renovación. Fui testigo  personal de como, una noche del diciembre de 1984 – la del 21- , el Euzkadi Buru Batzar presidio por Román Sudupe  (Menéndez, Eizmendi y X.Agirre por ABB; Sudupe, Bujanda e Illarramendi  por GBB y Uzturre, Ortuondo y M.Unzueta por BBB) le proponía en la sede bilbaína de la Gran Vía (Edificio Granada) ser el relevo que sustituiría a Carlos Garaikoetxea  tras la crisis que llevó al navarro a salir de Ajuria Enea.  Ardanza, entonces Diputado General de Gipuzkoa,  acudía a Bilbao ante una llamada telefónica inquietante de la ejecutiva de su partido. La cita intempestiva le había roto la previsión de celebrar junto a su esposa el aniversario de su matrimonio. Pronto descubrió el misterio pero, amparado por la presión familiar –combatida por un insigne gernikarra , estrecho amigo de la cónyuge- fue inflexible rechazando el encargo. 

Ardanza se volvió de madrugada a Donostia con un “no” tan frío como la gélida nevada que cubría las carreteras de Euskadi. El bueno de Román Sudupe, agotado y para evitar el tránsito  de ida y vuelta con su viejo seat 131 verde, durmió lo que pudo en el sofá de su despacho. Al día siguiente persistiría en su intento, y ahí, Jose Antonio Ardanza  no se pudo resistir más  cuando la asamblea -con el voto en contra de algunos representantes- le nominó en Artea.

 

El PNV estaba empezando a fraccionarse. La elección de Ardanza provocó la reprobación de Sudupe en Gipuzkoa, su salida en la presidencia del EBB, …y en cascada la crisis se agudizó  hasta la escisión.

 


En uno de los peores momentos de la historia reciente del PNV, Ardanza  dio un paso adelante y se comprometió con el mandato de su partido. En cuerpo y alma. De su mano llegó la filosofía del consenso, las coaliciones. El traspaso de la sanidad, la creación de Osakidetza, el despliegue de la Ertzaintza, la reconversión industrial, la Renta Básica, el Pacto de Ajuria Enea…

 

Mi olvido en la cita de la pasada semana  fue imperdonable. Espero redimirme ahora.  Es mi propósito de enmienda. Confío en que los tiempos que vienen sean tan fructíferos como estos últimos. Los de ahora, los anteriores y hasta los primeros en los que recuperamos el autogobierno.  Tengamos fe en ello.

 

1 comentario:

  1. Y el pacto de Ajuria enea, y el chalecito en Urdaiguay......Casi mejor el olvido

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