sábado, 13 de enero de 2024

LOS IMPRESCINDIBLES

Toda organización que pretenda influir en la sociedad en la que habita  necesita  elementos humanos que la representen  modélicamente. Mujeres y hombres  que sirvan como espejo a una mayoría que se sienta identificada  por los valores que aquellos representan.

Estos recursos humanos  son las piezas más valiosas, las más influyentes y necesarias en cualquier colectividad  cuya ambición sea  la de mejorar  el bienestar  y la calidad de vida de la gente. Ejemplos  y modelos  personales  gracias a los cuales las entidades por ellos representados obtienen el reconocimiento público, a modo de confianza  y apoyo.

Los partidos políticos  no son nada sin su militancia.  La ideología, los programas, los objetivos, son elementos abstractos  sin hombres y mujeres que los desarrollen y los plasmen con su propio compromiso.

Por eso, y aunque parezca un contrasentido, los agentes más valiosos de una organización política no son ni sus dirigentes, ni sus cargos públicos,  ni los líderes que ocupan los principales puestos en el espacio público. Los imprescindibles, los verdaderamente  inestimables son quienes desde la nula notoriedad publicitaria  dan sentido a una creencia, una inquietud o una meta. Los que están siempre, llueve o haga calor. Los que no se arrugan ante nada, los que anteponen el bien común a su comodidad o a sus propios  intereses.

A lo largo de mi dilatada trayectoria en un partido político han sido muchos  los referentes de este tipo que he conocido. Gente sin más ambición que ser propagadores de un modo de entender la vida  construyendo país. Haciendo sociedad. Fortaleciendo la idea de una nación creada por la suma de voluntades de su ciudadanía.

Gente corriente con aportaciones extraordinarias. Con un mérito inmenso que rara vez  se destaca.

Uno de esos peones inestimables que yo he conocido se fue esta semana. Tenía 87 años  y se llamaba Alfonso Bravo, aunque en su pueblo y en el mío –en Basauri- todos le conocíamos  como “Fon”-

En mis ocurrencias escritas le he sacado a “pasear” más de una vez, publicidad que él me  recriminaba pues no le gustaba ser centro de atención. Ahora bien, sus quejas estaban cargadas de humor  y de ironía, lo que daba cuenta de su carácter alegre y casi tan saludable como su despechugada presencia, fuera primavera o invierno.

Fon fue un hombre involucrado en el mundo asociativo. En la política  -en el batzoki- y también en el deporte. Su pasión era el fútbol y, fundamentalmente, su práctica deportiva  por cuantos jóvenes quisieran participar  en él. Gracias a sus desvelos  y al de  otros  que le acompañaron, clubes modestos, pegados a la realidad de los barrios  dieron a centenares de chavales  la oportunidad de disfrutar del deporte  federado en sus ratos de ocio.

El coraje de Fon me demostró que pese a vivir en una sociedad cada vez más individualista, más egoísta, más exigente , seguía habiendo gente comprometida  en estamentos y organizaciones populares donde  su única  recompensa era  disfrutar sintiendo  cómo unos niños y niñas  se juntaban para jugar al fútbol.  Aunque para hacer posible ese sueño tuviera que tocar mil puertas para obtener  un pequeño respaldo económico que lo hiciera posible. Ahí, en ese papel  de “recolector”  de ayudas le conocí durante años.  Llegado el mes de enero de cada  nuevo año aparecía por mi despacho  para presentar , por carta, la petición habitual de una modesta subvención para que sus chicos pudieran seguir jugando al fútbol.

 

“Todos quieren ser directivos del Athletic –me decía con resignación - pero nadie quiere aparecer en un club modesto como el “BEA”(Basauri Escuela de Aprendices).  Aquí  hay que pelear  para sacar una perrillas para comprar las botas a los chavales. Si supieras lo que me ha costado que alguien financie un balón…”

 

Pero Fon no se desanimaba ante nada, ni tan siquiera cuando la envidia humana y la estupidez  persiguieron también a su acción desinteresada.  Era inasequible al desaliento. Le recuerdo, junto a otros “directivos” en los descansos  de los partidos. Rifaban un jamón  y aunque siempre aparecía alguien que decía que le había tocado, yo dudaba  de aquel afortunado  y creía  que el pernil, domingo tras domingo, era el mismo. 

 

Fon era un hombre comprometido. Abertzale, jeltzale, basauritarra, vasco. Hombre de bien, de paz. Ingenioso como pocos. Dispuesto a todo. Miembro de honor de la infantería social de la que cualquiera se sentiría orgulloso.

 

En unas elecciones municipales  y tras un complicado proceso interno, el PNV optó, en el último momento, por Andoni Busquet  para que fuera su candidato a la alcaldía. Las cosas estaban difíciles pero Fon lo tuvo claro.  “Andoni;  tienes todo mi apoyo –le dijo-. Vas a ser alcalde  y, cuando eso pase, te visitaré en tu despacho municipal y te pediré una cosa”. Dicho y hecho. ¿Pedir qué?

La intriga se resolvió el primer día que Busquet llegó al ayuntamiento. Una secretaria  le anunció que en la antesala había un hombre que pedía estar con él. Era Fon.  “Alfonso! –saludó el recién elegido alcalde-. “Sólo te quitaré dos minutos” – respondió Fon-. La visita fue aún más breve. El alcalde invitó al visitante a entrar en su despacho  dispuesto a escuchar  su demanda. Pero Fon ni tan siquiera se sentó. Se dirigió a la ventana , apartó la cortina y señalando las casas y el entorno  le dijo; “¿Lo ves?. ¡Es tu pueblo!.” “Una  cosa te dije que te pediría y es la siguiente. Es tu pueblo. Quiérelo y cuida de él”. Nada más. Y como llegó, se fue. Andoni Busquet no olvidará jamás aquella petición. La exigencia  de un militante  imprescindible. Lo más valioso del cuerpo social del PNV.

Ahora que vienen tiempos  en los que se atisban nuevos liderazgos  no olvidemos la importancia que tiene  fortalecer  la base social para hacer posible que toda la edificación construida se apoye en una sociedad con cimientos sólidos. Participar, como siempre lo hicimos,  en las iniciativas  que vertebran el país. Tomar parte, simplemente, con espíritu colaborativo  para ayudar al bienestar comunitario. Como lo hizo Fon y como él  centenares de mujeres y hombres  que han sido y son las actrices y actores más  valiosas/os de este país.

La política solo cobra sentido cuando se piensa en las personas. Por eso, cuando asistimos a bochornosos episodios de encarnizados enfrentamientos verbales donde lo que se busca es  el descrédito del adversario y no la mejora del bien común, entendemos la sensación de desapego y desasosiego que esa modalidad de “politiqueo” genera. El “ruido” nunca es bueno para hacer prosperar ámbitos de entendimiento  y acuerdo. Y fue eso precisamente, el ruido , lo que vino a inaugurar  el nuevo periodo de sesiones en el Parlamento español.

El PNV había advertido de que el abuso de la figura del decreto ley y, sobre todo,  la ausencia de negociación previa de sus contenidos  unida a  la mezcolanza de medidas en una única iniciativa,  dificultaban severamente  el éxito  parlamentario de cualquier proyecto que pretendiera  ratificarse. Máxime si se tenía en cuenta que para salir adelante se necesitaría el respaldo de, al menos ocho formaciones políticas distintas . Demasiada macedonia legislativa  para ser asimilado  a granel por un orfeón de voces tan diferentes.

El resultado  de tal desbarajuste está a la vista. Dos decretos aprobados por la mínima y al borde de la bocina y uno de ellos  rechazado por ajuste de cuentas internas entre los “morados” y Yolanda Díaz.  Por cierto, la izquierda  de la “gauche” retorna al canibalismo y entre unos y otros terminarán por  conseguir su extinción.

Pedro Sánchez debe tomar buena nota del apuro pasado. Deberá asumir que no puede gobernar  más como lo ha venido haciendo hasta ahora. Que tendrá que  negociar más y mejor  previamente con sus socios de mayoría. Que si quiere acuerdos, deberá  concretar  más sus propuestas. Eso y abandonar la soberbia  como  fórmula de imponer de su criterio.

 De esa actitud soberbia y displicente se ha contagiado  la nueva ministra de Sanidad, Mónica García, al imponer la utilización obligatoria de la mascarilla en los centros sanitarios.  Al margen de lo beneficioso o no de la medida (mi opinión es que  ponerse una mascarilla en momentos de brote epidemiológico es cuestión de sentido común), la “estrella” de “Sumar”   se ha saltado  los ámbitos competenciales  autonómicos para imponer un criterio  que , cuando menos, debería haber sido respetuoso  con las especificidades de cada comunidad.

Mal comienzo para una ministra “progresista”  cuya primera medida ha sido echar mano  del “ordeno y mando” y del “centralismo democrático”.  Así, con esas formas, el acuerdo será imposible.

4 comentarios:

  1. Y en esto, la progresía guai, Denis Itxaso, homenajeando a Melitón Manzanas. Marlaska ascendiendo a uno de los torturadores de Zabalza y ambos nos dicen que llueve mientras nos mean en la cara y el memorial de Vitoria recordando solo a sus muertos mientras soslayan sus torturas, asesinatos y el terrorismo de estado bajo el manto del PSOE.
    O sea que Txapote es un indeseable, para mí lo es, y los "ongi etorris" una bajeza ética y moral, para mí lo son, y homenajear a Manzanas es una oda a la libertad y a la democracia?. No es todo esto supremacismo nacionalista español?, valen más sus víctimas que las demás?. Mediavilla, no os hierve la sangre?.

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  2. Pero, ¿qué esta pasando en el PNV? Urkullu dice A y Atutxa dice B, y la dipu de bizkaia y pradales.....y Sagarduy. Parece una jaula de grillos. Urdaibai y su Guggenheim está sacando a flote la realidad de un partido muy pico cohesionado. Game over

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  3. El anonimo lo ha leido en el correo español, ilustre de Bilbao, que ha entrado ya en campaña.
    Xabier Intza

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    1. Intza, estás muy equivocado. Aquí, en Gipuzkoa, como alli en bizkaia, vocento es el diario de referencia. No ed mi caso

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