La primera vez que escuché hablar del “Ácido Desoxirribonucleico” me sonó a aquello del “Arzobispo de Constantinopla se quiere desarzobispoconstantinopolizar…”. Sí, un trabalenguas sonoro que daba risa.
Luego, me explicaron que se trataba del componente químico primario de los cromosomas y que constituye el material genético de los organismos vivos. En suma, que es una síntesis de la materia de la que está hecho uno en realidad. Cada uno tiene el suyo singular, y como las huellas dactilares , identifica genuinamente al individuo.
Al parecer, para que la denominación de este componente químico básico diera menos risa, alguien determinó vulgarizarlo por su acrónimo; ADN.
No hay un ente u organismo de relevancia que se precie que no tenga un acrónimo; la UE, la ONU, la OTAN, la CIA…y en este caso también, el ADN.
Viene la mención del desoxirribonucleico de hoy por la noticia aparecida en los periódicos de la detención por parte de la Ertzaintza del supuesto asesino de Pagazaurtundua , reconocido según las fuentes policiales a través de pruebas de ADN.
No seré yo quien dude de los análisis científicos de la policía, pero acostumbrados como estamos a dar por buena, así sin más, la validez de la fuente informativa policial en materia antiterrorista, me reservo una pequeña dosis de ingenuidad para creer que detrás de detención hay más datos y más información que el Departamento de Interior calla. Bien por seguridad o por pura estrategia policial.
De todas maneras, si se confirmaran los indicios, mi felicitación sin reproche por haber quitado de la circulación a un pistolero más. Eso es lo relevante y no lo anecdótico.
De estos último quiero hoy explayarme. Los tiempos avanzan que es una barbaridad y en materia científica, mucho más.
Si mi madre, por ejemplo, hace unos años hubiera podido disponer de las pruebas de ADN para saber a ciencia cierta quíen rompió tal o cual jarrón o quien escurría muñequitos por la rendija de la estufa hasta achicharrarlos, la justicia hubiera evitado panalidades comunes. Así, cada cual se hubiera ganado el azote que le correspondía y no hubiéramos conocido la socialización del zapatillazo en el trasero.
O cuando el profesor pedía en clase que se identificara el autor de una fechoría anónima me hubiera evitado más de un castigo comunal . En lugar de preguntar malhumorado “Quíen ha sido?, y de exigir “que saliera “por propia voluntad” el autor material de haber llenado de tiza los bolsillos de su chaqueta , o de incitar a la delación –que rito más asqueroso de acusicas-, el fraile en cuestión podía haber optado por la investigación. Y como Greeson en CSI Las Vegas buscar en la pizarra el ADN del saboteador. ¡Cuantas horas extraescolares de encierro me hubiera evitado!.
El ADN es algo así como nuestro pasaporte biológico. Allá por donde vamos, dejamos rastros de nuestra identidad. Bueno, unos más que otros.
Tengo un amigo de cuadrilla que cada vez que teníamos un festejo y sobrepasaba el límite freático de líquido en el cuerpo, iba dejando regueros de ADN por doquier. Qué tío más guarro. Dabas cuatro pasos y , ADN al canto. Y lo peor es que cuando, por expulsión rebajaba el nivel de líquido, lo reponía como quien llena el depósito de gasolina. Cuanquier día con tanto ácido dexosirribonucleico vomitado descubrirán que fue el causante de alguna ilegalidad. Y el ADN de ayer le pasará factura mañana.
El ADN revela parte de nuestra identidad, aunque para López y su gobierno no exista en este momento debate identitario en Euskadi. Por si acaso y para poner las cosas claras, su política sigue jugando con los símbolos y con los gestos. Se apuesta por la imagen de “españolidad” de Euskadi se ha convertido en el elemento estratégico más importante del “cambio político vivido”.
El “oasis vasco” que “necesita a España” sigue derrochando recursos económicos de todos porque están convencidos de que ese mensaje terminará por anestesiarnos. Y en ese sueño, creen que nuestra identidad mudará, como la piel se las serpientes, hasta que nos reconfortemos como “vascoespañoles”.
Lo último que han hecho, en su ignorancia, es dedicar unas decenas de miles de euros para que la Vuelta Ciclista España discurra en dos etapas por Euskadi. Creen que esa cita deportiva reafirmarán esa identidad rojigualda que promueven. Y se olvidan que el Tour de Francia comenzó este año en Rotterdam, o que el pasado año 2007 inició su andadura en Londres. O que ya hubo un Tour femenino que salió de Bilbao, sin que los vizcainos o vascos nos sintiéramos franceses. Deporte es deporte, y el ADN es el que es.
Que les pregunten a los vascos de Boise (Idaho) por su identidad. El Lehendakari López lo ha podido ver con sus propios ojos aunque, según parece, no se ha enterado de nada. ¿Será que el sol del oasis le tiene cegado?.
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