Tengo una tortícolis que no acierto a moverme. Todos los veranos, por estas fechas me ocurre lo mismo. Y no aprendo. La culpa la tienen las lágrimas de San Lorenzo. Bueno, las perseidas son la causa. Mi falta de versatilidad corporal hace el resto.
Quien más quien menos sabe que durante estos días se produce un fenómeno meteorológico fuera de lo común. Se trata de una “lluvia de estrellas” o la entrada en la atmósfera de restos cósmicos de un antiguo cometa que se desvanecen dejando tras de sí una estela lumínica espectacular.
Para poder disfrutar de este singular hecho natural es preciso, en primer lugar, tener un escenario celeste sin nubes (harto complicado en nuestra Euskadi de hoy). Después situarse en terreno sin contaminación lumínica. Y como tercera condición, perseverar con paciencia hasta que las estrellas fugaces aparecen.
Lo más apropiado es encontrar una buena posición y tumbarse mirando al firmamento. Así, el pasado año vi las estrellas. Muchas. Porque no tuve en consideración, ante la oscuridad reinante, que mi espalda se apoyaba en un puntiagudo cardo. Y claro que vi las estrellas. Jurando en arameo.
Por eso este año preferí esperar el espectáculo erguido, como un valiente. Como un valiente gilipollas. Porque no tengo ojos en el cogote y cada vez que alguien decía “mira una por ahí”, “otra por allá”…yo me giraba sin percibir que mi cuello se iba quedando sin lubricante. Y terminó por cascar hasta dejarme torcido.
La curiosidad mató al gato y a mí una noche veraniega me ha cambiado la mirada, al menos posturalmente hablando.
Las “lágrimas de San Lorenzo” se repiten todos los veranos. Son un rito. Como la cerveza con gaseosa, el melón o las bermudas.
En clave política, la estación estival tiene también sus tópicos.Los controladores aéreos hacen el agosto. El lío socialista en la Comunidad de Madrid convertida en portada de periódicos (qué nos importará a nosotros si Trini o Lizavesky). La Izquierda Abertzale sin acertar a salir del labertinto en el que llevan encerrados decenios. Los mediadores internacionales – léase Currin- que piden al gobierno que acerque a los presos, evidenciando que el proceso no va en un “déjà vu” obsceno que se repite para desaliento de los creyentes en el futuro “adviento”.
Hasta Egibar recobra protagonismo en verano y sus declaraciones suenan a reposición de serie televisiva que funcionó en el pasado y que ahora sirve para cubrir cuota de pantalla.
No hay novedad que merezca alterar una siesta programada. Y en ese clímax de relajación se cuela, entre col y col, la berza de las millones de vacunas de la gripe “A” que han sido descatalogadas y serán destruidas. Millones de euros tirados a la basura para el engorde de intereses farmacéuticos opacos. ¿Dónde queda la emergencia de la pandemia profetizada?. ¿Dónde está aquella alarma social que nos pedía lavarnos las manos, evitar las muchedumbres o utilizar en su caso mascarillas contra el contagio?.
Alguien me dijo hace unos meses que , aún siendo real la posibilidad de que la mutación del virus de la gripe pudiera causar graves daños en la población mundial, la campaña internacional(multinacional mejor dicho) en relación a la gripe “A” era uno de los mayores fraudes de nuestro tiempo. Una engañifa saolamente superada por los miles de millones de euros que se movían en relación al supuesto “calentamiento global del planeta”.
Sí, la gripe “A” ha sido como una estrella fugaz caída en una noche de agosto.
En el otro extremo del firmamento está la estela de otro meteoro. La “eficacia” del superconsejero Ares ha sido puesta en entredicho. La irrupción de la “Kale borroka” en Zarautz, la falta de contingentes materiales y humanos en las comisarías, rompe el embrujo de un Consejero de Interior al que la publicidad parece cegarle, como el sol del oasis a su jefe de gabinete.
Más seguridad y menos propaganda es lo que necesitamos. Más patrullas en las calles y menos videos de primera.
Cae otra estrella, pero no puedo verla. Mis cervicales no dan para más. Mejor descansar pues el calendario futuro se presenta apasionante y , a mí, como a Dinio, la noche me confunde.
Quien más quien menos sabe que durante estos días se produce un fenómeno meteorológico fuera de lo común. Se trata de una “lluvia de estrellas” o la entrada en la atmósfera de restos cósmicos de un antiguo cometa que se desvanecen dejando tras de sí una estela lumínica espectacular.
Para poder disfrutar de este singular hecho natural es preciso, en primer lugar, tener un escenario celeste sin nubes (harto complicado en nuestra Euskadi de hoy). Después situarse en terreno sin contaminación lumínica. Y como tercera condición, perseverar con paciencia hasta que las estrellas fugaces aparecen.
Lo más apropiado es encontrar una buena posición y tumbarse mirando al firmamento. Así, el pasado año vi las estrellas. Muchas. Porque no tuve en consideración, ante la oscuridad reinante, que mi espalda se apoyaba en un puntiagudo cardo. Y claro que vi las estrellas. Jurando en arameo.
Por eso este año preferí esperar el espectáculo erguido, como un valiente. Como un valiente gilipollas. Porque no tengo ojos en el cogote y cada vez que alguien decía “mira una por ahí”, “otra por allá”…yo me giraba sin percibir que mi cuello se iba quedando sin lubricante. Y terminó por cascar hasta dejarme torcido.
La curiosidad mató al gato y a mí una noche veraniega me ha cambiado la mirada, al menos posturalmente hablando.
Las “lágrimas de San Lorenzo” se repiten todos los veranos. Son un rito. Como la cerveza con gaseosa, el melón o las bermudas.
En clave política, la estación estival tiene también sus tópicos.Los controladores aéreos hacen el agosto. El lío socialista en la Comunidad de Madrid convertida en portada de periódicos (qué nos importará a nosotros si Trini o Lizavesky). La Izquierda Abertzale sin acertar a salir del labertinto en el que llevan encerrados decenios. Los mediadores internacionales – léase Currin- que piden al gobierno que acerque a los presos, evidenciando que el proceso no va en un “déjà vu” obsceno que se repite para desaliento de los creyentes en el futuro “adviento”.
Hasta Egibar recobra protagonismo en verano y sus declaraciones suenan a reposición de serie televisiva que funcionó en el pasado y que ahora sirve para cubrir cuota de pantalla.
No hay novedad que merezca alterar una siesta programada. Y en ese clímax de relajación se cuela, entre col y col, la berza de las millones de vacunas de la gripe “A” que han sido descatalogadas y serán destruidas. Millones de euros tirados a la basura para el engorde de intereses farmacéuticos opacos. ¿Dónde queda la emergencia de la pandemia profetizada?. ¿Dónde está aquella alarma social que nos pedía lavarnos las manos, evitar las muchedumbres o utilizar en su caso mascarillas contra el contagio?.
Alguien me dijo hace unos meses que , aún siendo real la posibilidad de que la mutación del virus de la gripe pudiera causar graves daños en la población mundial, la campaña internacional(multinacional mejor dicho) en relación a la gripe “A” era uno de los mayores fraudes de nuestro tiempo. Una engañifa saolamente superada por los miles de millones de euros que se movían en relación al supuesto “calentamiento global del planeta”.
Sí, la gripe “A” ha sido como una estrella fugaz caída en una noche de agosto.
En el otro extremo del firmamento está la estela de otro meteoro. La “eficacia” del superconsejero Ares ha sido puesta en entredicho. La irrupción de la “Kale borroka” en Zarautz, la falta de contingentes materiales y humanos en las comisarías, rompe el embrujo de un Consejero de Interior al que la publicidad parece cegarle, como el sol del oasis a su jefe de gabinete.
Más seguridad y menos propaganda es lo que necesitamos. Más patrullas en las calles y menos videos de primera.
Cae otra estrella, pero no puedo verla. Mis cervicales no dan para más. Mejor descansar pues el calendario futuro se presenta apasionante y , a mí, como a Dinio, la noche me confunde.
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