viernes, 7 de enero de 2011

ESPEREMOS A MAÑANA

He querido entrar tan rápido en 2011 que lo he hecho con los dos pies al mismo tiempo. Uno no aprende ni con la edad. Si en la estación de Abando, la inercia me enseñó a bajarme de un tren , después de probar la dureza de una caída voluntariamente programada en inconsciencia, el nuevo año me ha vuelto a dar una lección de humildad.

En el año de mi cincuentenerio, a la vuelta casi de lo que algunos denominan madurez he querido demostrarme que sigo siendo tan jóven como el pasado año. Y como tal , la realidad me ha puesto en mi sitio. Maduro. Y así he caído. He caído de maduro.

Primero, no acierto a oir del lado derecho. No es cuestión política. Es razón polvoril. Un petardo –por llamarlo de alguna manera- que unos joviales mozuelos lanzaron a la salida del callejón por el que transitaba la tarde de nochevieja. Sólo me dieron opción a girar la cerviz y booooooomm!. Después de recoger el corazón que me salía por la boca acerté a reaccionar. “jooooputas!!!”.

Desde entonces, distingo los sonidos como salidos de una caracola. Algunos ni los aprecio. Son los que denomino “sonidos poco persuasivos” . Por ejemplo, cuando sentado plácidamente en el sofá, alguien sugiere; “hay que bajar la basura” o “hay que limpiar los zapatos”. Normalmente, ante mensajes similares, mi membrana auditiva no reacciona. Mejor dicho, mi cerebro no responde. Entonces es cuando el timbre de voz se agudiza y mi sistema cognoscitivo , irritado, responde; “ya , ya. No grites que no soy sordo”.

Bueno, que un petardo me ha alelado por la derecha. Pero eso no ha sido nada.

Finalicé el año venciendo a una bronquitis. Campeón como ninguno celebré las fiestas en familia. La familia es lo primero. Y de ella, lo más importante, la madre.

Yo, a mi madre soy capaz de darle ….lo que haga falta. Todo. Hasta traspasarle una bronquitis que , a la pobre , le ha dejado con una fatiga de rango hospitalario. Antibióticos, masacarillas, aerosoles, inyecciones , corticoides…Ayer volvió al médico quien le recomendó que no me viera en un tiempo. “¿ Por el ordenador, con el skype, podemos hablar? – le preguntó al galeno-“. “Sí, dos minutitos pero luego pase el antivirus por si acaso”.

Así que llevamos unos días de comunicación en chat. Si Donato levantara la cabeza.

Pero yo sigo fatal. Tras la bronquitis y el petardo, me ha afectado una gestroenteritis.

No es que haya hecho excesos con la comida pero tengo el estómago asqueado. Los primeros síntomas los noté cuando , como buen ciudadano, fue al garbigune a reciclar una botella y media de aceite recocinado. Un diligente operario foral me dijo; “aceites domésticos en el recipiente del fondo. Tiene guantes y una mascarilla si lo nesita”. ¿Guantes?¿Mascarilla?. Qué chorradas. Y alí fui, entero. Abrí el tapón de la cantina…y casi me mareo. Eché hasta las peladillas de la navidad pasada. No había sentido tantas naúseas desde que un grupo de becerros hiciera de un partido de fútbol de la seleeción vasca un macrobotellón de incendiarios maleducados. Qué manera más cutre e impresentable de reivindicar la oficialidad. Lástima de un manguerazo de aceite sobrecocinado.

Llevo tres días sin probar bocado. En una naturaleza como la mía no representa nada. Quizá una bendición. Un amigo, de los de verdad, me ha dicho, que me recuperaré si sólo ingiero tónica con ginebra. Que la Reina Madre así se conserva. Debe ser la quinina.

Estoy como en ayuno. A la espera de que algo ocurra. Como si un comunicado de ETA en el wall street journal pudiera recobrar mi estado de forma. Llevamos ya un mes de espera y tres fechas programadas que se han pasado sin adviento ni rastro del mismo. Dicen, los que saben – que creo saben poco- que el comunicado llegará el domingo (mañana), tras la manifestación a favor de los derechos de los presos.

Unos, los que esperan emanciparse, lo aguardan como el maná que satisfaga sus necesidades y sus males. Y en esa necesidad de supervivencia serán capaces de no escuchar, por encima de los mensajes grabados, el clamor social que reclama la desaparición definitiva del terrorismo.

Otros perseveran en su escepticismo, como quien dice no oir por el estruendo de explosiones pasadas .

Yo solo espero. No desespero. Una vez más, la realidad me ha demostrado que es mejor dar los pasos de uno en uno que no iniciar el camino con los dos pies por delante a la vez. De igual forma, es mejor vomitar y comenzar el nuevo tiempo con el estomago vacío que no vivir con la naúsea de un desecho a reciclar.

Esperemos a mañana, que no es tarde.

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