miércoles, 26 de enero de 2011

LEY ANTI TABACO, TODOS IGUALES

Desde que el pasado 1 de enero entrara en vigor la nueva ley anti tabaco se está produciendo un cambio en las conductas individuales y colectivas que , seguramente, serán estudiadas dentro de unos años por nuestros nietos en las ikastolas. He visto a varios pardillos chupando una especie de  pirulí metálico que enciende una luz  en e su extremo a modo de brasa -vaya usted a saber la cantidad de metales pesados que se están metiendo entre pecho y espalda-. He observado atónito cómo el intento de un ex fumador por dejar rápidamente el "vicio" le llevaba a consumir grandes dosis de chicles de nicotina. Hasta tal punto que al explotarse los globos que hacía con los mismos despedían un olor similar al faria mañanero en el ascensor.
Me ha parecido percibir a la gente mucho más nerviosa. Como con mono. Lo cierto es que algún día mi mono ha sido como Kin-Kon.
También he visto respeto. Niños en las cafeterías jugando a sus anchas. Locales que , sin humo, mostraban  que, detrás de la neblina pasada, había una estancia, con sofás, mesas y hasta cuadros en las paredes... Y también he descubierto olores que antes no apreciaba a disntinguir. El olor del ambientador barato que enmasacarba un saneamiento deficiente;  el aroma de mucho personaje "respetuoso" de la ley que evadido del humo exhibe sin conservantes ni añadidos su enemistad con con el gel y el champú; el fino olor de la fritanga de cebolla que impregna la ropa.  Descubrimientos, sí . Nuevas sensaciones y muchas de ellas reveladoras.

Pero , entre todas, me quedo con una. El efecto  igualitario de la prohibición. Por fin una ley socialista. Ricos y pobres, jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, gordos y flacos. Todos iguales. El que quiera fumar, a la puta calle.

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