lunes, 4 de abril de 2011

MIGUEL PLANCHUELO

Tiene nombre de mozo de estoques o de banderillero. Pero no. Fue, en su día Jefe Superior de Policía en Bilbao. Se llama Miguel Planchuelo y ha comparecido hoy ante la Audiencia Nacional en lo que alguien ha denominado últimas causas pendientes de los GAL.



Planchuelo es juzgado por los atentados atribuidos a los GAL en los bares 'Batzoki' y 'Consolation' en 1986 en los que resultaron heridas seis personas, y el Ministerio fiscal solicita para él una pena de 114 años de cárcel.

El nombre de Planchuelo puede hoy pasar desapercibido para la opinión pública, pero hace unos años, en el ocaso del felipismo, cuando la “guerra sucia” contra ETA ocupó portadas y páginas de tabloides y minutos de servicios informativos en radio y televisión, su cita era habitual a las de Amedo, Domínguez, San Cristobal, Rafael Vera, Barrionuevo, Álvarez, Danborenea, Galindo y tantos otros próceres del “Estado vengador”.

Planchuelo ha vuelto a la actualidad y ha refrescado nuestra memoria. Se ha presentado ante la Audiencia para decir que de lo que le acusan no sabe nada, que él sólo intervino en el secuestro de Segundo Marey –primera acción reivindicada por los GAL-, una acción “autorizada –según ha afirmado- por Felipe González “para salvar la vida de otro secuestrado” .

El otro secuestrado era el capitán de farmacia, Martín Barrios, raptado y posteriormente asesinado por ETA político- militar.

La desaparición de Lasa y Zabala en Iparralde fue, quizá, la antesala del horror de la “guerra sucia” contra ETA perpetrada durante el mandato socialista (con anterioridad otros grupos vinculados al Estado y a la extrema derecha ya habían utilizado la violencia contra ETA y activistas de esta organización).

Además del abominable terrorismo de ETA, La ignominia del terrorismo de Estado nos sacudió por partida doble. Muertos, secuestrados, desaparecidos en un lado y otro. Víctimas y más dolor. Impunidad y miedo en un escenario de enfrentamiento infernal en el que la venganza y el odio fueron el motor de una tragedia cuya verdad ha terminado – a grandes rasgos- por conocerse.

Nuestra conciencia tiende a esconder los recuerdos ingratos en un gesto un tanto analgésico. Sin embargo, en días como hoy, cuando nombres como el de Planchuelo vuelven a escena, el olvido se hace imposible.

Mi recuerdo a las víctimas – de un lado y del otro- y ojala que tanto sufrimiento pasado nos lleve a construir una futura convivencia en paz, en la que Planchuelo siga sonando a banderillero o mozo de estoques. Y a nada más.

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