viernes, 1 de abril de 2011

MILAGRO EN EL OASIS. DESCUBREN, SANOS Y SALVOS, A 7.500 PARADOS PERDIDOS.

Cuentan las leyendas urbanas que en remotas islas del Pacífico todavía deambulan, como engullidos por un enorme agujero negro, antiguos oficiales del ejército imperial japonés. Reliquias vivientes de un tiempo que desconocen pasado en defensa de la nación del “sol naciente”. Ellos se ocultaron en la espesura de las selvas monzónicas para preservar el honor imperial, ignorando que la guerra mundial había acabado tras las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.


También “los niños perdidos” se ocultaban en el país de “nunca jamás” para huir de las garras del capitán Garfio a las órdenes de Peter Pan.

Ocultarse, perderse, siempre ha sido de interés para la especie humana. Es el afán de las personas por huir del mundanal ruido y abstraerse de los problemas que la vida te presenta.
Unos se ocultan de Hacienda, otros entierran su pasado para no comprometer su presente. A un buen amigo mío, en su tiempo de juventud, jugando al escondite con su novia, ésta se escondió tan bien que no apareció hasta transcurridos seis meses. Y lo hizo con otro maromo del brazo.

Sí, también es cierto que a la inversa sucede igualmente. A una vecina de mi tía, su marido bajó una tarde a comprar tabaco y le encontraron diez años más tarde en Almería. Al parecer, el hombre no encontró un estanco más cercano.

Desde hace unos meses, el Gobierno vasco había notado algo extraño. De cuando en vez escuchaba por lo bajini “¡Cucu!. ¡Cucu!. ¡A que no me encuentras!”. Era una sensación extraña y molesta a la vez. Llena de incertidumbre y de misterio.

Desde Lakua y Ajuria Enea se había dado orden, tiempo atrás, de levantar todas las alfombras para limpiar de ácaros las instancias gubernamentales. Y en ese afán desinfectante se nos habían exhibido supuestos casos de corruptelas e irregularidades que el gabinete de “agit-prop” colgaba en el tendedero público como quien ponía a secar su colada de ropa interior.

Sin embargo, pese a los esfuerzos por escrutar hasta el último vericueto, en el ambiente gubernamental se seguía oyendo, como cuchicheo, “¡cucu-cucu!” “cucu-cucu”, ¡a que no me encuentras!”.


“Malditos roedores” – que diría el gato Jinks con acento andaluz-. Que levanten la moqueta si es preciso. Ni por esas, la búsqueda resultó infuctuosa. Hallazgos: cero zapatero.

En un despiste gubernamental, súbitamente, surgido como de la nada, irrumpió en escena una persona. Se identificó como “un parado” y dijo aquello de “…por mi y por todos mis compañeros”. El juego del escondite había acabado. En ese momento ocurrió el milagro. Al instante, aparecieron en Lanbide siete mil quinientos parados. Siete mil quinientas almas en pena que los brillantes gestores del gobierno del cambio habían olvidado no se sabe bien dónde (como Etb se olvidó de Somoto).

.-¿De dónde salen éstos?.¿Han salido de algún armario? –preguntó un viceconsejero atónito-

.-No - contestó un gerente-. No estaban en un armario sino en unos archivadores del INEM, perdón de SEPE.
.-Y quien los había llevado allí?. Seguro que el gobierno de Ibarretxe –enfatizó el normalizador-.
.- No. Los llevó Lanbide pero no los apuntó.
.- ¿Nadie se dio cuenta de su extravío?
.- Pues…al ser parados, estaban quietos y no hacían ruido.
.-¿Entonces?.
.-Pues nada, que la familia de parados se ha incrementado de repente. De una tacada siete mil quinientos más. Bien mirado puede ser una buena noticia. Estaban perdidos y los hemos encontrado, luego el sistema funciona. Ahora sólo nos falta saber qué hacemos con ellos.
.-¿Y si hacen de “extras” en el spot de Irekia?
.-Puede ser una solución transitoria. Habrá que anunciar la nueva al gabinete “agit-prop”. Seguro que a ellos se les ocurre algo para positivar el hallazgo. Ya lo estoy viendo en titulares; “Milagro en el oasis. Descubren, sanos y salvos, a 7.500 parados perdidos”.
.-Suena bien. ¿Y si hay más ocultos?.
.- Pues a seguir buscando, por si acaso. ¡Tres navíos por el mar…!

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