viernes, 8 de abril de 2011

OBSOLESCENCIA PROGRAMADA.

La pasada semana se me rompió la segunda impresora. Chorreaba tinta alegre y con ritmo  cuando de repente  se negó a trabajar más. Error, los cartuchos no son compatibles. Pero, ¿cómo no van a ser compatibles si hasta hace dos minutos cumplían su función perfectamente?. Pues no, no son compatibles.

Apagué y encendí. Error de incompatibilidad.  Por si el chino escondido en la máquina no se había enterado volví a apagarla y a encenderla. “Que no petardo. Error de incompatibilidad”. Entonces comencé a analizar tecnológicamente la situación. Un golpecito aquí, un manotazo allá, un puñetazo en la carcasa. Saqué los cartuchos. Me pringué los dedos. Apagué, encendí. Una ostia cariñosa. Me rasqué la nariz. Me embadurné de tinta. Insulté a la máquina – como si me entendiera-. Ni caso.

Por fin, se me ocurrió algo creativo. Coger el manual de instrucciones.
Debo ser gilipollas porque no entendí nada. Si el cacharro marca “error de incompatibilidad” obedece a que los cartuchos de tinta utilizados son inadecuados.  Inadecuados ahora, porque hace cinco minutos no lo eran.

Total, que terminé por rendirme. Arreglé la impresora llevándola a un garbigune y comprando otra. El informático de la tienda me dijo que era muy inteligente. Que arreglar la impresora vieja me iba a costar más que comprar una nueva y tenía razón. El nuevo modelo es casi más barato que adquirir unos cartuchos de tinta (hoy por hoy compatibles).

El tendero tenía una pinta de espabilado que llamaba la atención. Así que le pregunté directamente;  ¿por qué es más barato comprar un aparato nuevo que adquirir unas cargas suplementarias de tinta?.
.-Es un secreto –me dijo-. El secreto mejor guardado del capitalismo.
Jodé con Trostky  -pensé-.
.-Sí, es el mecanismo oculto que da vida al mercado y al consumo.
La cosa se ponía interesante.
.-Es como el chip  que dirige a las muñecas de Famosa al portal sin que ellas lo decidan. Una fuerza superior indescifrable que han colocado las multinacionales subrepticiamente  en los bienes de consumo para incentivar la oferta y la demanda.

El Bill Gates de Astrabudua hablaba como un catedrático. Si no fuera por el mono azul en el que lucía  la publicidad de la tienda, “Informática Honorato, todo para su aparato”, creería estar en presencia de un gurú de la nueva economía.  La explicación continuó;

.-A este fenómeno que, en resumen,  establece la durabilidad de un bien y determina a ciencia cierta el final de sus prestaciones, se le denomina obsolescencia programada. Es decir que cuando compramos una bombilla, un ordenador, una impresora, una lavadora o cualquier otro artilugio, lo hacemos sin saber que , por decisión de sus fabricantes, tendrá una vida limitada y llegada a las horas de servicio establecidas inicialmente dejará de funcionar. Y cuando los aparatos dejan de funcionar hay que comprar nuevos. De ahí lo de la incentivación del consumo y el mercado.

Entonces entendí;  cuando se te estropea el lavavajillas  se jode también la lavadora o el frigorífico. Porque los compré  a la vez.  Elemental, querido Watson, es la teoría del consumo. Tirar y comprar.

Yo creo que eso de la obsolescencia programada va más allá. El pobre Zapatero  sabía que lo suyo se iba a acabar. Se lo había dicho Sonsoles. Por eso quiso hacerlo público en el mitin abortado de Vista Alegre (Elecciones en otoño o primavera) y terminó explicitándolo en el comité federal del Partido Socialista (¿Zapatero se despedirá el 2 de abril?).

Otros, como los de “Hamaika bat”  ya han anunciado en la precampaña que “no ganaremos las elecciones”. Saben que su chip les augura una fecha próxima de caducidad y han querido ser honestos con el electorado.

Hasta el lehendakari López sabe que su chip de obsolescencia programada se llama Basagoiti y que lo suyo durará lo que el PP estime que perdure. Y como en el “Mercader de Venecia”  su estabilidad dependerá de cumplir lo pactado (Diputación de Araba, Ayuntamiento de Getxo…) o, en caso contrario, pagar con una libra de su propia carne –la más cercana al corazón- (caída del gobierno).

Todos tenemos nuestro propio chip de obsolescencia programada. Yo, sin ir más lejos, he llegado al fin de mis días en mis responsabilidades públicas en la Diputación de Bizkaia.  Se me agotó el plazo. Ahora, nueva función, nuevo camino y nuevos cartuchos. Y hasta donde dé el chip.



1 comentario:

  1. Koldo, con todos mi respeto, tienes una empanada mental de campeonato. Hablas de cosas de las que no tienes ni idea. Todavía no sabes ni cambiar un cartucho a la impresora y te permites hablar de ZP, López y de la madre de Dios. Primero entérate de lo que estás hablando y después opina y no al revés.

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