Jose Antonio Pastor parece haber recuperado el tono. Tras una campaña electoral de elevada temperatura discursiva y la ducha de agua helada del día 22 de mayo, el portavoz socialista en la Cámara autonómica ha vuelto a conectar la megafonía para acusar al PNV de tener “un pacto vergonzante y clandestino” con la Izquierda Abertzale.
Los socialistas continúan, erre que erre, con el mensaje de que si Bildu llega a gobernar en Gipuzkoa será por la responsabilidad del PNV. Continúan con el discurso excluyente de ilegalización “fáctica” de la Izquierda Abertzale, y quien no se sume a su desafinado coro pasa, automáticamente, a ser catalogado como “colaborador necesario” de la coalición que en Gipuzkoa encabeza Martin Garitano.
Y no es de recibo.
No es presentable porque , quien más quien menos, conoce los tejemanejes que han urdido los socialistas para , buscando el apoyo de Bildu, intentar descabalgar al PNV de la presidencia de las Juntas Generales vizcainas. O los contactos que han mantenido en municipios como Ortuella o Muskiz para apartar a las cabezas de lista jeltzale en beneficio propio en aquellos municipios. Contactos los ha habido, aquí y allí, aunque se silencien y se nieguen públicamente. Es legítimo que se pretenda crear mayorías diferentes a las listas más votadas. Lo que no resulta serio es que se apunte con el dedo a los demás exculpando su propio comportamiento.
Y lo es menos cuando se sabe, se conoce, que el PNV no ha pactado nada -ni quiere hacerlo- con la Izquierda Abertzale o con Bildu.
El Partido Socialista de Euskadi todavía no se ha atrevido a mirarse en el espejo. Actúa como si tras el 22-M nada hubiera pasado y nada les hubiera pasado. Ni Patxi López se ha presentado a las elecciones (cosa que es cierta "stricto sensu"), ni su alianza con la derecha española les ha pasado factura.
Se pasaron toda la campaña desmintiendo que su pacto con el PP se ampliaría a ayuntamientos y diputaciones. Y transgredido el rubicón de las urnas, retoman la suma de votos para alcanzar las instituciones que la aritmética permita.
Eso sí, reclamando que el PNV se suba a ese carro para dejar fuera a Bildu. No hacerlo es asumir un “pacto vergonzante y clandestino”, recobrar la alianza nacionalista de la época de Lizarra-Garazi.
Lo dicen sin que el color mude su semblante. Hieráticos, como quien no sabe qué es la vergüenza por no haberla tenido nunca.
Sí, el PSE ha vuelto a exhibir su principal carencia; la soberbia.
La soberbia le ha llevado al batacazo electoral de hace unas semanas. La soberbia está desgastando un gobierno débil que como un glaciar se desmorona copo a copo pero que , en cualquier momento, podrá sufrir una avalancha devastadora.
Las voces críticas como las de Jesús Eguiguren, Elorza o Zabaleta han sido acalladas. Yo creía que Pastor, a tenor de sus primeras reflexiones, se les iba a unir. Pero no. El miedo a ser pasado a cuchillo como cabeza de turco del reciente fracaso le ha resituado en el pelotón. Sus últimas declaraciones tienen, en clave interna, una lectura evidente; “Tranquilos, que soy de los nuestros”.
En esa línea política, el PSE no tiene solución. Prietas las filas. De equivocación en equivocación hasta la “victoria” final.
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