martes, 26 de julio de 2011

VERANITO DE "CALENTAMIENTO GLOBAL"


Martes 26 de julio. Festividad de Santa Ana y San Joaquín. Bilbao 15 grados centígrados. Llueve. El “calentamiento global” del planeta nos está tostando en este verano abrasador.

El papanatismo tremendista, que lo ha invadido todo en los últimos años, nos había anunciado grandes males planetarios vinculados al “cambio climático” y a la intervención humana en la alteración de la naturaleza.

Nadie duda de la alteración climática. Siempre ha evolucionado y son los científicos los que han explicado de manera razonable, y sobre base empírica esa mutación. Pero cuando, por encima de bases científicas se sobreponen intereses de todo tipo, aparecen las falsas teorías que utilizan el desconocimiento  y el miedo como argumentos propulsores de su implantación.

El comentario  de ascensor es unánime. “Vaya veranito”. La frescura en las temperaturas y el agua, a modo de sirimiri o chaparrón, monopolizan las conversaciones entre planta y planta. También, en el café. A medio sorbo surge la queja. “Ni playa  ni paseo, que fastidio de tiempo”. “Sí –apostilla el tabernero- , un asco de verano, para que luego digan que no existe el  cambio `emblemático´ ese”.

Todo el mundo parece haber perdido la memoria. Nadie recuerda esos agostos plomizos  en los que la humedad  abría y cerraba el calendario  veraniego. O las temporadas en las que los tomates no  se terminaban de  madurar y se “roñaban” por los excesos acuosos. No, hoy vivimos al día. Efímeramente, con la necesidad de tenerlo todo en el momento, de disfrutar todo en el instante. Sin pausa.

Lo cierto es que desde el desastre nuclear de Fukushima, las advertencias  catárticas del “calentamiento global”  han desaparecido un poco. Como si tras la crisis  mundial de la seguridad en las centrales nucleares – hasta Alemania ha decidido hacer un alto en su camino nuclear- hubiese echado por tierra la tan socorrida estrategia de buscar fuentes de energías alternativas a la quema de carburantes fósiles para evitar el desastre mundial del calentamiento global.

Sí. Es como si ya el interés  fuera menor. Hasta ahora se nos había dicho que la acción humana estaba llevando al planeta a la destrucción. Que las emisiones de Co2 provocadas por el desarrollismo  terminarían por fundir los polos e inundar los continentes, en un desastre ecológico de primera magnitud. Que las temperaturas subirían, 2, 3, 4 grados en pocos años  y que con este incremento calorífico la vida en la tierra sufriría un cambio brutal.

Nos llegaron a asustar con predicciones de catástrofes inimaginables, y, por el contrario, pese al escenario tan extremo que se nos pintaba, nadie planteó decisiones traumáticas y urgentes. Sin tan mal estaba el panorama ¿por qué no prohibir, taxativamente, la circulación de los vehículos por nuestras calles o ciudades? ¿Por qué seguir vendiendo prototipos de coches de gasolina o por qué, por ejemplo, no haber acordado  límites de emisiones en las sucesivas  y fracasadas cumbres de la tierra?.

Mi  intuición –no tengo pruebas para demostrarlo- , me indica que hemos asistido, en el mercado global, a un montaje global que subido a lomos de un fenómeno real (el cambio climático) ha pretendido  ganar una batalla comercial. La batalla entre tecnologías que se disputaban el mercado futuro de las energías.

Después de Fukushima, la pugna se agotó. Y con ella el interés por seguir incidiendo en el catastrofismo climático.
Me dicen  amigos científicos, que la tierra sigue su evolución hacia el enfriamiento de su corteza (que contrasentido con las teorías mayoritariamente en boga).  Y que los efectos en relación a la atmósfera y al posible incremento de su temperatura tienen mucho que ver con la actividad solar. Me apuntan que los principales climatólogos del mundo, los pertenecientes a la escuela rusa, miran al sol y a no a la tierra, para entender  las variaciones climáticas en nuestro planeta. Al sol y a la demografía, cuyo notable incremento  deja sin valor cualquier conocimiento antiguo del efecto humano en la variabilidad del clima.

Dudas y más dudas.
Sigue lloviendo y las predicciones de Euskalmet anuncian que, el resto de la semana,  el tiempo, con alguna leve mejoría, será el mismo en Euskadi.  Este año, los tomates van a tardar en madurarse. Como antaño.

1 comentario:

  1. Hoy conocemos que los mínimos del ciclo Gleissberg, de 80 a 90 años, de la actividad solar, coincidentes con períodos de climas fríos en la Tierra, están ligados de manera consistente a un ciclo de 83 años en el cambio de la fuerza rotatoria, que impulsa el movimiento de rotación del Sol alrededor del centro de masa del sistema solar. El curso futuro de este ciclo, así como sus amplitudes pueden ser simulados por ordenador y los astrofísicos rusos predijeron a principios de la década pasada que el mínimo Gleissberg calculado para el año 2030 (con un cambio de tendencia anunciado precisamente para 2011!) y otro alrededor del 2200, serán del tipo del Mínimo Maunder, acompañados por un severo enfriamiento de la Tierra (el último del medievo tuvo funestas consecuencias en Europa). Según algunos expertos en ciencia climática este pronóstico puede ser acertado ya que, con el mismo modelo, otras previsiones de fenómenos climáticos a largo plazo basados en el movimiento orbital cíclico del sol han resultado ser correctos –por ejemplo, la predicción de los últimos tres eventos de El Niño, años antes de su ocurrencia-. Conclusión: habrá que adaptarse al cambio climático, sí, pero tal vez no al calentamiento global que cacarean los fundamentalistas carbónicos, sino al enfriamiento que pronostican los científicos rusos.

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