viernes, 30 de septiembre de 2011

JOSE LUIS MORENO Y SUS MUÑECOS

Cuando esta mañana he arrancado el ordenador tenía en mente dedicar un comentario al pleno parlamentario del pasado jueves. Pero en las primeras presiones del teclado he percibido que lo ocurrido en el debate de política general era par mi un “déjà vu”. Sí, como el “día de la marmota”. El lehendakari diciendo a los demás lo que tienen que hacer, lo bien que gestiona su gobierno con el poco dinero que tiene, un circunloquio metafísico sobre la crisis mundial, los mercados y la democracia, y , finalmente, un par de declaraciones ocurrentes para edulcorar titular y medio de una comparecencia fuera de lugar. Extemporánea.


López no sedujo a casi nadie. Ni a su socio preferente que cada vez se muestra más inquieto ante la vacuidad de un gobierno de letargo y siesta. Javier Andrés, Diputado general alavés, y “popular” donde los haya, salió del hemiciclo vitoriano molesto. Había escuchado a un lehendakari poco conciliador. No le gustó su rol de “oposición a las diputaciones”. Bueno, ese papel no gustó a nadie, salvo a Pastor, instalado numantinamente en la retórica del reproche y la descalificación.

En resumen, conjunto vacío. Un trámite más en el tedioso tránsito gubernamental que nos ocupa. Ocupa y preocupa.

Revisaba ediciones digitales que alimentaran mi ingenio, huérfano de tema tras el tedio parlamentario, cuando encontré unas declaraciones de Jose Luis Moreno. ¿Será el de los muñecos?, ¿el de Rockefeller y Macario?. No era otro. Ventrílocuo también que para no coincidir con el artista y productor televisivo había tuneado su nombre convirtiéndolo en un más castizo “Txelui”.


Txelui Moreno había cantado ante los medios de comunicación y, para no desafinar en su música, había contado del acompañamiento inestimable de una diva singular, Jone Goirizelaia, una burguesa roja que lo mismo interpreta ópera y ballet en su chalet del mungialde vizcaino o rock radical en la Audiencia Nacional.

Su mensaje tenía un destinatario; el PNV de Urkullu.


Moreno, el último ventrílocuo de la Izquierda Abertzale manifestó en una declaración ante periodistas (sin preguntas) que “Urkullu, está muy nervioso porque el proceso de normalización política de Euskadi sigue adelante y su partido no participa en él, sino que hace dejación en la búsqueda de la paz”. El dirigente navarro remachó el clavo con otra afirmación; “ el PNV tiene un nulo compromiso con la fase abierta en Euskal Herria".


Jone Goirizelaia por su parte, interpretó la voz aguda en la cantata afirmando que “ el PNV ha perdido la centralidad y su nulo compromiso con el proceso le ha hecho quedarse solo. Lo que el PNV tiene que hacer es empezar a ver qué es lo que quiere de verdad; si quiere que el país avance y llegue a una situación diferente, o va a seguir siendo el acólito de Madrid”.


Resulta inaudita tanta desfachatez. Es fácil entender que la dinámica política lleve a cruzar mensajes provocativos entre diferentes para alimentar las expectativas propias, pero provocar con la mentira resulta inadmisible.


Inadmisible porque el PNV y Urkullu han sido actores principales del actual proceso que nos encamina a la paz y eso bien lo sabe la Izquierda Abertzale. Urkullu y el PNV han sido compendiadores de una interlocución de difícil encaje entre el Gobierno de Zapatero y los representantes del MLNV. El PNV y Urkullu facilitaron el “tiempo” del proceso. Posibilitaron la legalización de “Bildu”. Legitimaron a los “verificadores”. Urkullu y el PNV hizo de puente entre los interlocutores oficiales y Zapatero. Intercambiaron mensajes. Desbrozaron el camino. Ayudaron a disipar dudas. Alimentaron la confianza. De unos y otros. Urkullu y el PNV arriesgaron - y lo seguirán haciendo-, a sabiendas de que lo que está en juego no es un puñado de votos sino el bien supremo de la paz en Euskadi.


Son varios los agentes sociales y políticos que conocen la frenética actividad que el presidente del PNV ha desarrollado en estos meses para encarrilar un proceso bloqueado. Un esfuerzo titánico para que frente a las adversidades, la voluntad “unilateral” de abandono de la violencia no fuera quebrada en su irreversibilidad. Tenacidad para convencer a un presidente de gobierno agonizante de que aún hay tiempo y posibilidades reales de aprovechar la oportunidad que el momento histórico nos brinda. Urkullu ha ido de aquí para allá. Ha estado con unos y otros. Ha agotado la batería de su teléfono en conversaciones y mensajes habilitadores de esperanza. Y seguro que lo seguirá haciendo.


¿Así paga la Izquierda aberzale su compromiso?.


Nadie pide que se premien los esfuerzos realizados por el presidente del PNV. Máxime cuando él mismo ha envuelto su función en una discreción modélica, del todo punto necesaria para hacer prosperar su trabajo. A eso se llama responsabilidad de Estado, de país. Abertzalismo íntegro.


Urkullu ha dicho en multitud de ocasiones que el futuro está plagado de oportunidades de colaboración entre el PNV y la Izquierda Abertzale, siempre que las armas hayan abandonado para siempre a este país. Sin armas, el futuro está abierto al entendimiento.


Posicionamientos como los demostrados –y son ya reincidentes- por Moreno y Goirizelaia neutralizan ese futuro. Ellos sabrán por qué lo hacen. Sus ocurrencias mediáticas quizá generen algarabía en su mundo. Pero tienen menos gracia que las de los muñecos de Jose Luis Moreno.


Rufi; ¿acaso tú tampoco les cuentas todo?.























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