Más bien al contario. El PP vasco no crece. Ni a la sombra de Rajoy ni por su apoyo condicionado al Gobierno de Patxi López.
Por eso Antonio Basagoiti y los suyos han iniciado un ciclo de reposicionamiento. Volantazo a la izquierda y a la derecha. La cuestión es abrirse un hueco de cara a los nuevos tiempos políticos que se avecinan.
El acuerdo fiscal con el PNV – se recupera el impuesto de Patrimonio-, que afea la posición mantenida por su socio preferente, el pacto presupuestario en Bizkaia, donde los populares han cerrado un compromiso con el gobierno foral de Jose Luis Bilbao –seis enmiendas con un impacto real de 2,7 millones de euros- y otras iniciativas conjuntas con los jeltzales buscan un doble efecto.
El primero, el efecto “cuernos”, es decir exhibir ante los socialistas y Patxi López, la capacidad de actuar políticamente con el “manos libres”. No hay pacto ni acuerdo que les ate ya a un “socio preferente”. Y eso, como en el Mercader de Venecia, aproxima el cuchillo al corazón de Ajuria Enea, donde el pago de la libra de carne más cercana a la mencionada víscera por su entronización gubernamental está próximo.
El segundo tiene un componente cosmético. El PP vasco de hoy quiere lavar su imagen pasada. Le costará, pero multiplica sus esfuerzos para que las secuelas dejadas por Mayor Oreja o San Gil, desaparezcan del imaginario colectivo de esta sociedad.
Basagoiti ha modulado su mensaje. Sabe que en el horizonte político “a cuatro” que se ha establecido en Euskadi la radicalidad no renta. Sólo ofrece resultados a la Izquierda Abertzale que necesita alimentar su victimismo como motor de un cuadro reivindicativo permanente.
El PP conoce que no ha participado en demasía en la conquista de la paz. Así lo reconocen todos los estudios sociológicos. Pero, pese a esa carencia, será el PP quien tenga que gestionarla y poner el broche final al episodio de violencia protagonizado por ETA.
Su mayoría absoluta, lejos de ser una amenaza, se ha convertido en una oportunidad – lo ha reconocido el propio Otegi, que ha entrado en campaña de la mano de Vocento-. Y esa opción ayudaría especialmente en esa transición vasquista que Basagoiti apadrina.
Sus recientes encuentros con los líderes del PNV (que no ha contado con el efecto propagandístico que pretendía) y Aralar, así como su inmediata cita con Eusko Alkartasuna, desembocarán, más tarde o más temprano, con una cita con la Izquierda Abertzale. Aún es pronto, pero esa foto llegará. Y será una buena instantánea para todos, porque con ella se romperán las tabúes que nos esclerotizan.
Quien no sepa leer todos estos movimientos, no será capaz de percibir que , por primera vez en mucho tiempo, el juego democrático tendrá un tablero con casillas permeables en las que las fichas ya no se moverán bajo los únicos vectores de “Abertzales” y “constitucionalistas”, sino que, como la reina del ajedrez , podrán desplazarse en cualquier dirección.
El PP busca espacio propio. Ojala lo encuentre. Si lo logra, la política vasca se encontrará en la antesala de la normalización política. Y la normalización política, junto al bien supremo de la paz, cimentarán una nueva Euskadi.
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