viernes, 24 de febrero de 2012

1004

Cuando ya le creía olvidado ha vuelto. Es como Hacienda, que siempre está ahí, aunque no lo percibas. Todos los meses, sin que te des cuenta, llama a tu nómina para detraerte lo que te corresponde. Silenciosa y competente. Y, si te olvidas de ella, como una aparición, irrumpe para decirte que tienes una multa impagada o que te falta un papel que cumplimentar. No descansa.


Osvaldo no trabaja para Hacienda. Le creí borrado de mi memoria. Pero no. Ha vuelto con su pertinaz insistencia. Quiere hablar conmigo. Una y otra vez.
El pasado año, durante el mes de agosto fue una pesadilla. En plenas vacaciones se convirtió en una mosca cojonera. Cada vez que pretendía echar la siesta, como un detector de mi somnolencia, interrumpía mi plácido sueño. Le mandé al carajo, le interrumpí su plática, le recordé a sus familiares... pero seguía. Cuanto más plácidamente me encontraba – en ese estado de nirvana en el que la babilla se comienza a escurrir por la comisura de los labios- llegaba su llamada. Hasta que mi cabreo neandertal hizo que desapareciera de repente.

Pero ha vuelto. Llevo dos semanas de los nervios. Osvaldo tiene que ganarse el pan. Así se lo exige la compañía que le paga miserablemente sus esfuerzos para que consiga atrapar mi contrato telefónico con su operadora. He hablado dos veces con él. “Aló?. Señor Mediavilla?”. Con el primer “Aló?” pensaba que era Hugo Chávez quien estaba al otro lado del auricular. Pero no.

.- Hombre, Osvaldo. Pensaba que te habías olvidado definitivamente de mí. Ya te dejé bien claro que estoy contento con el servicio telefónico que tengo, así que no insistas”.
Como quien oye llover, mis palabras han vuelto a caer en saco roto. Y cuelgo. Una, dos, y hasta tres veces.

Cada vez que veo en mi pantalla el número 1004 me estremezco. Es como la gota malaya que mina mi resistencia. Además, Osvaldo ha perfeccionado su técnica. Es como si tuviera una cámara que sigue mis movimientos y cuando más comprometida es la ocasión, marca mi terminal. Así, se me quemaron unos filetes en la sartén acudiendo a la llamada de móvil que tenía a desmano. Juré en hebreo. Pero la sutileza del aviso llegó más tarde. Fue en ese momento reparador en el que una persona humana se reencuentra con la paz corporal y recobra todo su bienestar. Sí, cuando, por mor de una apretura consigues sentarte en el inodoro y aliviar las tensiones internas. Fue entonces cuando el teléfono, depositado en el lavabo, comenzó a sonar. ¿Sería algo urgente?. Pensando en una emergencia y rompiendo el momento cumbre del alivio, me precipité sobre el aparato, cayendo el celular al suelo. Seguía sonando, como si alguien pidiera socorro. En postura ridícula, descompuesto, por fin atrapé el artefacto, no sin tirar la jabonera y los cepillos dentales. Por fin accedí a la llamada. Era el 1004. Imaginé la sonrisa de Osvaldo y me cagué. Física y verbalmente.

Temo a esta tarde. Sábado. Documental de animales en la “2”. Como todo fin de semana, tras la comida familiar, procuraré “desnucarme” en el sofá. Seguro que Osvaldo lo sabe y trata de sobresaltarme. Apagaré el móvil. De cuatro a seis, desconectado. Haré algo más. He contactado ya con un abogado amigo. Quizá me querelle por acoso contra César Alierta, presidente de Telefónica. Es una advertencia. Seguro que se caga de miedo. O algo peor, aprovecha mi protesta para despedir a Osvaldo amparado en la reforma laboral.

Me da la impresión que con las medidas que el Gobierno del PP ha puesto encima de la mesa, vamos a un escenario no de “recesión” sino de “depresión”. Porque en cuanto se aplique la nueva normativa se va a producir un fenómeno de “suelta de lastre” que va a incrementar notablemente el porcentaje de paro.

Vincular competitividad a disminución de salarios puede ser una ecuación acertada, aunque, a mi juicio, le falte el factor de la certidumbre en el empleo. Sobre todo en momentos de crisis. Pero lo coyuntural no puede tener soluciones estructurales. Lo estructural debe definir la competitividad como la suma de valores de productividad, cualificación e innovación, Ni tampoco creo sea acertado aplicar la misma receta a realidades diferentes (Estado-Euskadi).

Que se deba clarificar el escenario del mercado laboral, de la contratación, de la flexibilidad...por supuesto que sí. Ahora bien, que de ahí pasemos a la anulación unilateral de la fortaleza de la representación legítima de los trabajadores, va un trecho demasiado largo y desmedido.

Está claro que sin empresas no hay trabajadores y que el valor añadido de éstos es la base fundamental del éxito de aquellas. Por eso, decisiones unilaterales tan sesgadas y tan radicales como las planteadas en la actual reforma laboral sólo pueden reportar conflictividad y judicialización. Los peores elementos para la confianza y la creación de empleo.

No. No me veo apoyando a Rajoy ni al PP en esto. Y tampoco me veo respaldando una huelga general. Lo que no sirve para nada sólo reporta que la situación empeore.


Así lo creo, salvo que Osvaldo, con su insistencia, termine por convencerme.

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