miércoles, 16 de mayo de 2012

EMILIO GUEVARA ; “ENFERMO DE NACIONALISMO”

El denominado “Congreso de la Memoria”, inspirado inicialmente como un punto de encuentro sobre el que reconstruir una nueva senda de convivencia, se está convirtiendo, de la mano de Rodolfo Ares, en una herramienta de propaganda política. Y es que , de un tiempo a esta parte, todo lo que promueve el coordinador gubernamental tiene un tufillo partidario que echa para atrás.


En sus inicios, el Congreso de la Memoria, fue programado como un punto de iflexión, de reencuentro de sensibilidades y reflexiones que , de manera consensuada, abordara la suma respetuosa de “verdades” y sentimientos. Pero, lo que ocurre siempre en estos casos es que quien dirige y organiza, arrima el ascua a su sardina particular. Y entre vetos, exclusiones y protagonistas de parte, la iniciativa ha basculado tristemente hacia la propaganda.

El propio director de “El País” acusó ayer la falta de protagonistas-antagonistas en el encuentro. Una lástima.

Está claro que en la reivindicación de la memoria haya quien, en su escozor íntimo, pretenda legítimamente, pasar factura de su duelo personal. Resulta inevitable.


Puede ser hasta un ejercicio catártico que sirva para evidenciar la dureza de unas heridas pasadas que tardan aún en cicatrizar.
Pero, el hecho de que el sufrimiento aún fresco provoque conatos de irracionalidad y rencor, no debe imponer el silencio como respuesta que no moleste.

El pasado martes, entre otros, compareció en el Congreso, Emilio Guevara. Se trata de un hombre lúcido, vehemente, con un importante bagaje político e institucional a sus espaldas. Sus reflexiones, constatadas en la tribuna, fueron un vómito –entiéndase como efecto buscado de alivio ideológico- contra el nacionalismo vasco.

Su objeto de ira no fue ya la violencia o el terrorismo, sino el concepto ideológico del nacionalismo vasco como símbolo, a su juicio, de la falta de convivencia en este país. En su alegato, el letrado alavés, tildó a los principios nacionalistas (siempre a los vascos no a los españoles) de “insolidarios”, “chantajistas”, “estúpidos” e “inciertos”.

Emilio Guevara fue tremendamente injusto en su planteamiento adjudicando al nacionalismo vasco el intento de confundir “la integración con la asimilación” , lamentándose a rengón seguido de que “en un año habrá un gobierno nacionalista en Euskadi”, un “virus” con el que hay que acabar porque “aparte de ser un chantaje, es algo nefasto para normalizar y sanear la convivencia en este país”.


De cara a atajar la situación Guevara propuso una “le de claridad española” que determinase los costes de una pretendida independencia para Euskadi. “Vamos a ver cáunto cuesta la independencia y ya veremos entonces cuantos independentistas reales hay”.

El jurista alavés concluyó su polémica intervención señalando que “esta semana se hablará mucho en este Congreso de reconciliación, de relato, de reinserción o de nuevos tiempos, pero “el lunes seguiremos igual; enfermos de nacionalismo”.


A Emilio Guevara le asiste el derecho a expresar sus ideas libremente. A sentirse español, alavés o panameño. Lo que no es de recibo es que demonice a todos los que no coincidan con sus ideas. No admite un pase el hecho de considerar “enfermos” a quienes , en pleno ejercicio de nuestra voluntad, nos calificamos nacionalistas vascos. Él puede sentirse y ejercitar su vocación española. Los nacionalistas vascos por contra no. Nuestra ideología es, a su juicio, una secta conducente a la violencia y al aplastamiento de la ciudadanía. Ese axioma totaltario y deslegitimador de las ideas de los demás que demuestra su planteamiento , con la componente violenta correspondiente, fue el argumento que utilizó ETA para llevar a cabo su acción destructiva.

Si ese es su “relato”, si esa es la “verdad” de quienes se declaran “constitucionalistas”, preparémonos para la segregación. No sólo por voluntad y decisión política ciudadana. Sino por salud democrática.

El grado de crispación y de rencor expresado en las palabras de Guevara indica una afección personal innegable en el político alavés. Reconocer su trauma y resentimiento implica una primera causa de acercamiento a su queja. Lo hago y lo siento. Sólo me queda decirle que se cure pronto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario