viernes, 8 de junio de 2012

DE PITADAS, HIMNOS Y LA PRIMERA ENMIENDA


Hay quien me reprocha que empiezo a ser como el “abuelo cebolleta” contando historias de la época del picor. En parte, tienen razón. Quizá miro demasiado por el retrovisor, pero eso me ayuda a agilizar la memoria. Los neandertales escasamente evolucionados necesitamos tener las neuronas en permanente movimiento. Aunque sea para dormitar. Por eso cuando, en ocasiones, me preguntan; “¿en qué piensas”?. Yo respondo; “en nada”. “Eso –me dicen- es imposible”. Pues no. Es viable y además relaja.



Es, como cuando alguien dice que “no hace nada”. Error. “No hacer nada” siginfica hacer “algo” –dos negaciones consecutivas implican un hecho positivo-. Por eso cuando se me reprocha estar silente, ausente o de brazos cruzados (y tienen razón), digo que si sale el sol, hago sombra. Algo es algo (mi padre diría que lo que le cuelga al galgo).
Vamos, que hoy me toca estar reflexivo y que mejor forma de hacerlo que con un flashback o lo que significa ; imagen retrospectiva.

Cuando hasta nuestros hogares sólo llegaban las señales de dos canales de televisión (la que llamábamos Televisión española y la UHF), las emisiones finalizaban a hora temprana –en comparación a la tv 24 horas de hoy-. Lo hacían de forma solemne; con la imagen del Jefe del Estado y el himno patrio. (años más tarde, las nuevas emisiones de etb copiaron el modelo con simbología propia, pero, afortunadamente, alguien, con sentido común, retiró pronto esta imagen de antena)

En mi casa llegaba el momento de apagar la tele. No porque la emisión se acababa –que también- sino porque aquella sintonía resultaba “non grata”. Tantos años de imposición de símbolos había generado un sistema de alerta de desconexión cada vez que sonaban los primeros acordes del “chunda, chunda..”

Aquel automatismo frente al himno español se mantiene vigente. Así, cuando Fernando Alonso (que tirria le tengo al tío) se sube al podio o la “roja” toma formación y suena la música, mi televisor, por arte de magia, se desconecta. No es que el volumen desaparezca, es que se apaga directamente. Y, no pasa nada (luego, pasa algo) .

Alguien considerará que es un acto de “ultraje” o de “desconsideración a España. Y no. Es mi libre decisión, la libertad de expresión que me asiste para mostrar mi desafección a un símbolo, a un emblema. Cosa diferente es que esa aversión se exprese de una manera u otra. Con educación o con una sonora pita.

De esta forma ruidosa se manifestaron libremente miles de de aficionados del Athletic club y del Barcelona en la infausta –deportivamente hablando- final de copa celebrada el Calderón. La protesta, habitual en acontecimientos deportivos ateriores, vino precedida de las advertencias de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, quien había solicitado la suspensión del encuentro ante una presunta agresión a España y sus símbolos.

Aquella amenazadora e inquisitrial declaración no ha caído en saco roto. El pleno del Congreso debatirá el próximo martes una propuesta de las Cortes Valencianas para que los «ultrajes» y las «ofensas» a España y a sus símbolos en acontecimientos deportivos sean considerados infracciones muy graves, y sancionados con entre 60.100 y 650.000 euros. La iniciativa llevaba más de cuatro años 'dormida' en la Cámara baja, y se ha reactivado apenas quince días después de la pitada al “himno nacional” durante la final de la Copa .

Puedo entender que haya gente molesta al observar que su identificación nacional no es compartida, es cuestionada, incluso protestada por quienes se sienten ajenos a la misma ( ajenos pero obligados por mandamiento legal a serlo). Pero, de ahí a la persecución va un trecho.


De ahí que, ante esta tesitura, prefiera, en términos jurídicos, ser más norteamericano que esperancista español. Me explico.

Gregory Lee Johnson(  http://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Texas_contra_Johnson )un joven perteneciente a la “Brigada Comunista Revolucionaria” participó en el año 1984 en un acto de protesta durante la Convención del Partido Repúblicano en Dallas, Texas. En dicha manifestación, Johnson empapó una bandera estadounidense en gasolina y la prendió fuego. Johnson fue acusado de violar la enseña norteamericana y posteriormente fue a condenado a un año de cárcel y a pagar una multa de dos mil dólares. Tras distintas reclamaciones procesales, la Corte de Apelación de Texas, la mayor instancia estatal, revocó su condena pero, nuevos recursos, llevaron el caso a la Corte Suprema de los Estados Unidos. Allí, el máximo órgano jurisdiccional de USA dictaminó que el acto del defendido, ( quemar una bandera estadounidense), estaba protegido por la Primera Enmienda de la Constitución americana, que garantizaba su libertad de expresión.



La Corte Suprema de EEUU dejaba señalado en su sentencia que "reconociendo que el derecho a diferir es la pieza central de las libertades concedidas por la primera enmienda, el gobierno no puede mandatar por decreto un sentimiento de unidad entre sus ciudadanos. Por lo tanto el mismo gobierno no puede establecer un símbolo de unidad y prescribir un conjunto de mensajes aprobados para que sean asociados con ese símbolo...".


Jamás he quemado una bandera. Ni lo haría. Ni he profanado símbolo alguno porque no me gustaría que, otros lo hicieran con los míos. Pero creo que me asiste el derecho a expresarme libremente ante el intento de identificarme con una enseña o un himno que no considero míos. Y, por ello, nadie debería sancionarme. Ni mucho menos criminalizarme.


¿Será por eso por lo que hoy me siento más norteamericano que español?. Mis neuronas están hoy más en las barras y estrellas que en los tonos rojigualdos. ¿En qué estaré pensando?. ¿En la Corte Suprema? ¿En el Tribunal Supremo? ¿En Carlos Divar? ¡Ave María purísima!. Probablemente en nada. Mejor así.

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