viernes, 17 de agosto de 2012

MONO DE JUEGOS OLIMPICOS


No lo quería reconocer, pero esta semana tengo  que admitir que tengo mono de juegos olímpicos. Los pasados han sido unos días placenteros de deporte televisado. Y, sí, me he entretenido. Desde el taekwondo hasta el piragüismo,  el espectáculo me ha cautivado. Sin la pasión del patrioterismo de algunos (espero alcanzar a ver a mis selecciones en otra cita venidera) y con los ojos de un ocioso afortunado  que desde la butaca observaba el reto competitivo de atletas multidisciplinares. Hasta las ceremonias de apertura y clausura  no se me han hecho anodinas. Buen gusto, efectividad y espectáculo. Muy británico todo. Con Usain Bolt o con Maider Unda , me lo he pasado bien. Y, en ningún momento he echado de menos a la prima de riesgo o el Consejo de ministros del viernes o las lindezas de Pastor. Emociones fuertes en otro momento.

Creo recordar que el lema olímpico  se declinaba “Altius, citius, fortior”  y no “fortius” como ha aparecido en todas partes. Son legajos mentales del latín estudiado en mi mocedad. O, por concretarlo más, porque así estaba rotulado en la pared del gimnasio del colegio en el que estudié.  La “educación física” era una asignatura obligatoria en aquel centro de frailes. Dos días a la semana de tortura  que superé, primero echándole jeta, y en segundo ámbito, cuando  computó la natación al 50% de la materia, y es que flotar, flotaba de maravilla. (Maristas fue uno de los primeros centros educativos de Bilbao en tener piscinas climatizadas y la natación fue para mí un auténtico privilegio).

Viendo el estadio olímpico, a los atletas saltando altura o lanzando peso, he revivido sensaciones irrepetibles.  La educación física –lo reitero- era un tormento para mí. En el gimnasio, unas magníficas instalaciones con el “fortior” colgado en la pared, nos machacaron vivos.  Yo me hice especialista en una modalidad. La denominé , “el desafío de Einstein”. Tiempo y espacio en el mismo lugar. A la hora de abordar un aparato, me ponía en fila. Los alumnos (mis compañeros)  avanzaban. Pero yo siempre estaba en el mismo sitio. Saltaban el aparato en cuestión y retornaban a la fila donde siempre me encontraban en la misma posición. Hasta que el monitor  carraspeaba y no quedaba más alternativa que desafiar  a la gravedad.

Al principio, el plinto  se me dio bien. Dabas una voltereta y se acabó. Sencillo. Se jodió cuando a aquel trapecio le iban incorporando cajones y  su altura se elevaba. Entonces el volatín resultaba inverosímil y era el momento de te quedaras clavado  con la cabeza en el almohadillado so riesgo de romperte los cuernos. Mucho peor era saltar el potro,  por no hablar del caballo “esterilzador”.  Tomabas carrerilla, saltabas sobre un trampolín y …eunuco. Si te quedabas muy corto y no batías bien, dejabas los piños en la repisa. Pero, lo peor es que te quedaras a medias en el salto. Entonces era cuando te esterilizaban.  El golpe en los huevos era tremendo. Sobre todo, si , casi, casi, superabas el aparato pero te caías en la puntita final de aquel artefacto.  Aquel caballo curtía los cataplines. Se te ponían negros del hematoma subsiguiente. Que dolor –cuando eran tus huevos- y que descojono cuando eran los de otro. 

Del potro pasábamos a las espalderas. Allí inventé un nuevo ejercicio. Cuando los demás hacían el pino apoyándose sobre las barras, yo hacía el arbusto, una modalidad forestal más recogida. Pero para recogida, la ascensión de la cuerda. Había dos. Una con nudos y otra lisa.  En la de nudos, conseguía alzarme hasta el primero (a escasos quince centímetros del suelo) y allí me quedaba. Decía que tenía miedo a las alturas Y no es verdad porque, una vez conseguí saltar por encima de un listón a metro y diez centímetros del suelo sin tirar el testigo. (Lo cierto es que no había listón. Era una cuerda situada entre dos travesaños verticales y para no derribarla la amarramos a ambos postes)
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Para saltar altura nos enseñaron dos técnicas; el salto en tijera y el denominado “rodillo ventral”.  En esta modalidad fui testigo de un salto prodigioso por parte de un compañero.  Era un tipo huesudo  y en cierta manera de movimientos torpes. La cuerda estaba situada a 1,70 cm. Jorge –ahora Gorka- tomó carrerilla desde un costado. Estaba escorado lateralmente.  Tomó impulso. Mucho. Demasiado. Se elevó. Primero una pierna. Luego la otra. Voló. Sobrepasó la cuerda…y hasta las colchonetas. Cayó al suelo como un saco de patatas lanzado desde el remolque de un camión. El ruido en el parquet estremeció a todos. Obtuvo sobresaliente.  Y una escayola  de hombros a coxis que lució durante el resto del curso.  Le tuvieron que coser los huesos con loctite. Aquel accidente casi desgracia al chaval y a sus compañeros nos dejó castigados  tres semanas  -casi el tiempo que duraron nuestras crueles carcajadas- . A partir de entonces, la gimnasia fue otra cosa. Nos enseñaron a lanzar peso. La bola pegada al mentón. Giro, otro giro y lanzamiento. Para que el artefacto lesionara en un pie al colega de al lado. Visto lo visto, ni martillo ni jabalina. A correr. Pero todo fue en balde. Siempre nos justábamos tres o cuatro para que no hubiera” último”.

 “Altius, citius, fortior”. Que gran eslogan. Para seguirlo en la tele. Sin riegos ni agujetas.
El deporte cansa mucho, aunque  algunos parece que nacieron cansados. Es el caso del Lehendakari , Patxi López quien en una entrevista golosina en “El País” ha manifestado, parafraseando a Mario Onaindia  que en ocasiones se siente “cansao”  de ser vasco.  Declaraciones como esas, o las tradicionales gracias estúpidas repetidas por Basagoiti , hacen que tenga “mono” de juegos olímpicos. Retornar a la rutina exaspera a cualquiera. Menos mal que hoy comienza la vuelta ciclista. Nos daremos una tregua  antes de que arranque el cansinismo electoral. Yo ya he llenado el bidón (de cerveza, por supuesto). Contrarreloj por equipos en Iruña. Aupa Igor Antón!.

1 comentario:

  1. Ai Koldo, eskerrik asko benetan. Denpora asko, baina sinistuidazu, asko pasau da barrezka idatzi hau irakurterakoan lez, malkoak botaten ez dodazala. Eskerrik asko barriro be.

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